• 04/08/2011 02:00

La Universidad y su caudillo

El solo anuncio de la quinta reelección del actual rector ya fue noticia y terremoto. No entro a las especulaciones médicas, silencios r...

El solo anuncio de la quinta reelección del actual rector ya fue noticia y terremoto. No entro a las especulaciones médicas, silencios raros y festejos o llantos prematuros: me interesa el hecho político. Y ese interés no es menor, porque localiza la verdadera enfermedad de los caudillos: no tienen sucesor.

Lo sucedido el miércoles 29 de junio, en las elecciones universitarias, deja en evidencia un sistema ponderado antidemocrático, amañado, manipulado por quienes ostentan el poder universitario. Fue un triunfo ilegítimo, a causa de las irregularidades y actuaciones viciadas que rodearon el proceso electoral.

En los sistemas de caudillo, a diferencia de los sistemas democráticos modernos, no existe una institucionalidad conformada, por la sencilla razón de que la única referencia real de poder es el propio caudillo. Cuando éste manifiesta algún síntoma de debilidad y se teme por su desaparición, se desatan todas las fuerzas que han estado agazapadas esperando ese momento. Es cuando el caudillo sabe quiénes son lo que lo están esperando detrás de la puerta.

La sucesión del caudillo siempre es una transición, no un hecho de la normalidad constitucional. Nadie tiene un peso político propio. Lo que valen los que rodean al caudillo es solo el valor que el caudillo les da: sin él no son nada.

Y es que la personalidad de estos señores es complicada. Tomo conceptos del doctor Jerónimo Saiz, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, hablando de la mente autoritaria: ‘Sufre una hipertrofia en el uso del yo, un narcisismo extremo, es egocéntrico, megalómano, tiene una baja tolerancia a la crítica y una ausencia total de autocrítica. Están convencidas de que son personas singulares, que se creen que tienen un peso histórico y que su juicio es inmejorable, aunque caiga en la arbitrariedad’.

Nuevamente los idólatras y aduladores del caudillo, entes cobardes e improductivos que pululan en la institución, sacrificaron el futuro de las nuevas generaciones por prestarse, venderse y conspirar a que todo continúe igual en un sistema anquilosado, colapsado, fósil e inmutable, que le seguirá dando continuidad a una gestión de donde hay planillas recargadas, laboratorios mal dotados, profesores holgazanes, desgreño administrativo, estudiantes perpetuos, nepotismo, etc.

De hecho, los caudillos suelen pensar que sus territorios son sus haciendas y no es extraño que actúen con mentalidad de hacendados. El actual rector está preocupado, porque sabe que su verdadera enfermedad es la de todos los caudillos: no tienen sucesor.

Desde luego, es uno de los elementos que los vuelve más desconfiados: saben que cada uno de los que los rodean, cada uno de los que les echan incienso, es alguien que está esperando con atención e impaciencia lo que se conoce como el último suspiro. Y el caudillo, que cree que es invulnerable y eterno, está condenado a vivir entre aquellos que saben que es sencillamente mortal.

*ESTUDIANTE UNIVERSITARIO.

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