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- 14/12/2019 00:00
Complejidad y guerra a las drogas: lecciones no aprendidas
En artículos previos, vimos que la guerra contra las drogas no solo no reduce los problemas asociados al consumo de estupefacientes, sino que los agrava; que en lugar de reducir el daño a la salud, distorsiona los incentivos de tal manera que se termina produciendo drogas más duras que las que existían antes de la prohibición, y que genera corrupción sistemática de las instituciones de administración de justicia y policía. ¿Cómo es que intervenciones dirigidas a reducir un mal, terminan incrementándolo y creando además otros nuevos, constituyéndose así en remedio peor que la enfermedad? Hoy propongo un breve análisis de sistemas complejos, para entender por qué fracasan ciertas intervenciones.
La sociedad es un sistema complejo. En los fenómenos sociales, incluyendo lenguaje, relaciones comerciales, patrones de consumo y ahorro, patrones de conducta pública, y tantas otras cosas, aplica la llamada “ciencia de la complejidad”. Los sistemas complejos tienen multiplicidad de componentes que interactúan con interdependencia entre ellos, pero esa interdependencia no es cognoscible a nivel detallado, por lo que la información que tenemos del estado del sistema en cualquier momento determinado, siempre será insuficiente para predecir las consecuencias que resultarán de una intervención determinada en dicho sistema. Los sistemas complejos son sistemas de caja negra, en sentido de que sus procesos muchas veces son opacos a nuestra capacidad de entendimiento. Precisamente por la estocasticidad de los sistemas complejos, no podemos entender a plenitud los procesos internos y las dependencias recíprocas entre los distintos elementos del sistema, y por ello no podemos predecir con precisión de qué manera resultará afectado el comportamiento del sistema ante una intervención X que hagamos en él. Cuando intervenimos en sistemas complejos, no hay “balas mágicas” que solo afecten aquellas manifestaciones del sistema que queremos variar. De allí lo que algunos denominan la “ley de consecuencias imprevistas”, ya que al intervenir, siempre crearemos alteraciones sistémicas con consecuencias impredecibles que se manifestarán en otras partes del sistema. Todas las intervenciones producen daño. Lo que buscamos es que produzcan, además, beneficios mayores que los daños.
La aparición de drogas sintéticas cada vez más poderosas —y nocivas— es un efecto adverso resultante de la guerra contra las drogas, que no estaba contemplado en los modelos de quienes la promovieron. Ni lo estaba el surgimiento de carteles de la droga, ni la corrupción sistemática de las instituciones del Estado, principalmente las vinculadas a la administración de justicia. Ninguno de estos efectos adversos es compensado con beneficio alguno, ya que abundante literatura científica y estadísticas criminológicas desmienten la pretensión de que la guerra haya reducido consumo, violencia, criminalidad, o daños a la salud asociados al consumo de las drogas ilícitas. Muy al contrario, la guerra ha agravado todos estos problemas.
En sistemas complejos, el pensamiento lineal es peligroso. Aplicamos pensamiento lineal cuando creemos que porque X es malo, cualquier cosa que hagamos contra X será buena, o cuando creemos que si Y es bueno, 2Y debe ser doblemente bueno. En sistemas complejos, sin embargo, a veces más es menos y menos es más. La premisa fundamental de la guerra a las drogas, de que si tan solo se prohíbe una sustancia y se le dedica significativos recursos policiales a perseguir su producción, tráfico y consumo, ella desaparecerá de las calles, es una premisa basada en un concepto lineal, simplista, reduccionista, del mundo. La guerra contra las drogas, igual que ocurrió con la prohibición del alcohol entre 1920 y 1933, ha resultado en mayor prevalencia de graves problemas de salud (incluyendo muertes), mayores problemas de criminalidad organizada, mayor violencia delincuencial, y corrupción sistemática de las instituciones policiales y de administración de justicia.
Ocurre porque en sistemas complejos no existen las intervenciones quirúrgicas que solo afecten aquello que usted quiere que afecten, y siempre se termina alterando el sistema de formas ex ante insospechadas. Es por esto que las intervenciones deben ser evaluadas con base en la evidencia ex post, no con base en su aparente plausibilidad ex ante. Si una intervención parece buena en teoría, pero luego, cuando la llevamos a la práctica, los resultados son desastrosos, lo que debemos hacer es tener la suficiente humildad para reconocer que nos equivocamos. Esta es una lección que aplica con políticas públicas, intervenciones médicas, ambientales y cualquier cosa que se comporte como sistema complejo.