• 02/11/2023 00:00

El conflicto infinito (III): Una guerra por el sábado

El gobierno israelí por fin entendió que la única forma de detener a la sádica agresión de Hamás [...], no es la diplomacia [...]

El pasado sábado 7 de octubre debió celebrarse en Israel la última de una serie de celebraciones religiosas. El sábado en sí es un día de fiesta semanal ordenado originalmente en los diez mandamientos. “...en seis días hizo el Señor el cielo y la tierra…y el séptimo descansó” (Éxodo 20,11) El término en español viene del hebreo “Shabat”, que significa descanso.

Pero ese sábado no fue ni de descanso ni de fiesta. Los terroristas de Hamás no solo masacraron y secuestraron a inocentes civiles, niños, sino que atacaron al mismo concepto del sábado, al derecho de vivir libre y en paz. El sábado permite la posibilidad de todo humano, de por lo menos una vez a la semana, de regocijarse, de cenar con su familia, ver una película, ir a la playa o a una fiesta sin el temor a ser atacados. Es un día para reflexionar sobre el rumbo que toma su vida en vez de ser asesinado o secuestrado en la sala de su casa o ser perseguidos como presas en una fiesta por la paz en medio de la naturaleza. El sábado es una oportunidad de dejar a un lado las ataduras de la vida moderna, el trabajo, las malas noticias y al tan adictivo celular. La vida moderna no es fácil, pero no tiene tampoco que ser difícil todo el tiempo.

Este paradigma ancestral, valor principal del pensamiento judío, motiva a Israel a proporcionar a Gaza de los recursos para que esta población no sufra ni de hambre ni de frío, a pesar del grupo terrorista que los controla. Israel inclusive les otorgó permisos de trabajo arriesgando la infiltración de terroristas. Y como si esto no fuera suficiente, cada vez que Hamás atacó usando como escudo a la población civil (desde residenciales, hospitales o escuelas), el ejército anuncia el contraataque (inclusive por teléfono) para que civiles puedan huir y salvarse. ¿Qué ejército del mundo advierte sobre un inminente ataque militar?

Este ejército de servicio obligatorio valora a la vida humana. Aunque en general esto es positivo, militarmente es una desventaja, pues Hamás se aprovecha de esta moralidad de forma cruel y viciosa, una y otra vez. Por más noticias falsas, “fake news”, que publiquen sus enemigos, cada uno puede comprobar fácilmente que el ejército israelí busca a los “malos” esforzándose, a riesgo propio, de no herir a inocentes.

Esta moralidad la obliga a enviar agua, electricidad y recursos para la subsistencia de la secuestrada población de Gaza, dentro de la cual se ocultan cobardemente los terroristas de Hamás. Ellos disparan indiscriminadamente a todo el país, desde Haifa a Jerusalén, sin importar donde caiga, en escuelas u hospitales. Pero Israel nunca ha atacado a los palestinos así. Al contrario, las modernas armas precisas que Israel ha desarrollado buscan lastimar solamente a los terroristas aun cuando un inocente se encuentre a su lado. ¿Que Israel puede hacer ahora, después de este sábado 7 de octubre, para defenderse sin causar sufrimiento a los ciudadanos de Gaza manteniendo su valor por la vida?

Hasta ese día Israel mantuvo un status quo difícil, de constante amenaza, considerando el alto costo de la alternativa, destruir a Hamás. Israel, en sus 75 años de existencia, se ha preocupado por equiparse con los mejores aviones y la más avanzada tecnología de defensa para proteger a su ciudadanía, para celebrar al sábado. Países productores de armas las producen para matar, pues para ellos esto significa “defensa”. Pero Israel invierte una fortuna justamente para crear herramientas para salvar vidas como el famoso “Domo de Hierro” que intercepta misiles dirigidos a la población civil, en el cielo, a un costo enorme y sin matar a nadie.

Pero el vil ataque terrorista del 7 de octubre cambió este concepto. El gobierno israelí por fin entendió que la única forma de detener a la sádica agresión de Hamás, para que no vuelva a suceder “nunca más”, no es la diplomacia si no destruyéndolos, como hizo Dios en Sodoma. El gran problema es la falta de apoyo internacional. Egipto, por ejemplo, pudiera literalmente salvar a los ciudadanos de Gaza alojándolos en Sinaí, pero se rehúsa. Asisi teme la impresión de “apoyo” a Israel. Él valora su sobrevivencia política más que la vida de sus vecinos. Esta política peligra el éxito de derrotar a Hamás, quien también se oponen a este exilio para no perder a su “escudo humano” quizás su peor valor humano.

Arquitecto, panameño residente en Israel
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