• 06/08/2015 02:00

Festival Nacional del Manito, cuna de nuestra identidad

El Festival Nacional del Manito, que este año se celebra del 13 al 16 de agosto, representa una vitrina al turismo interno

Nuevamente el pintoresco pueblo de Ocú se apresta a recibir a los cientos de visitantes que años tras años se dan cita a una de las concentraciones folclóricas más autóctonas, en remembranza a las costumbres y acervo cultural del hombre de la campiña interiorana, como legado y raigambre a un estilo de vida que marcó la identidad de un pueblo orgulloso de sus raíces.

El Festival Nacional del Manito, que este año se celebra del 13 al 16 de agosto, representa una vitrina al turismo interno y la marquesina donde se posan postales vigentes de un mosaico cultural que acuña en la niñez y la juventud el reservorio que mantiene vivas las más ricas costumbres y tradiciones de una región, con sabor a tierra adentro.

El espíritu que anima a los organizadores de este evento folclórico es el de conservar las tradiciones con la presentación de una serie de veladas con dramas de hechos costumbristas, que aún se cultivan en honor a un patrimonio familiar. Tal es el caso del matrimonio campesino, tierna expresión de amor y fervor cristiano, en donde una pareja ocueña, ataviada a la usanza de tiempos ancestrales, une sus vidas a través del sacramento del matrimonio.

El Duelo del Tamarindo, famosa y dramática forma de mostrar los dotes de coraje y valentía. Con este sangriento desenlace que se iniciaba con solo arrastrar una manta, machete o peinilla (espada) en mano, saldaban y/o transaban deudas de agrias rencillas que iban desde pleitos por límites de tierras, hasta la disputa del amor de una mujer.

En el desfile típico del domingo, más de veinticinco comunidades que conforman el distrito, harán gala de la autenticidad de la calidad de vida del hombre del campo que, curtido por las inclemencias del tiempo, labraba la tierra, parrandeaba y cumplía con los cultos religiosos celebrados en la iglesia del pueblo.

Muchas de estas estampas costumbristas aún forman parte de la vida cotidiana de la gente de Ocú, a pesar de las clarinadas de un modernismo que nos arrebata nuestra razón de ser.

Las juntas de embarra, la carga del rancho para la nueva vivienda y la presentación de los diferentes platos típicos; así como el traslado de enfermos en hamaca en busca de atención médica, son algunas de las facetas socioculturales en escena.

Todas estas postales llevan como timbre la pollera montuna y el sombrero blanco de junco, exhibidos con el donaire y garbo de la mujer Ocueña... de la mujer bonita.

La fiesta de calle —como en los viejos tiempos— es amenizada con la guitarra mejoranera o bocona, violín y acordeón. Las cantaderas de décimas, se suman a las justas de salomas y gritos. Los concursos de la Pollera Montuna Ocueña y el de cantalantes con tonadas del alegre Tamborito Ocueño, en las diversas categorías, son algunas de las manifestaciones de la alegría contagiosa de los nativos de esta región del país, y que hoy, las presentamos con mucha espontaneidad, para el deleite de propios y extraños.

El Festival Nacional del Manito en Ocú, más que la conservación de un legado, es la manifestación que se suma al retén de la vorágine de influencias foráneas, que diezman y nublan nuestra identidad, para dar paso a comportamientos de grupos sociales de dudosas procedencia que carcomen valores culturales, propios de una herencia generacional y que hoy, con toda propiedad, se resiste a dejar de ser la reserva moral de la panameñidad.

Nos vemos en Ocú.

ADMINISTRADOR PÚBLICO Y DOCENTE.

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