• 08/12/2023 14:17

Foquito de Navidad

Vivimos un noviembre en el que la inmensa mayoría dijo soy panameño, por encima de ser miembro de un partido político [...]

Tras unas lluvias tardías, empieza a querer meterse esa brisita que anuncia no solo el cambio de estación, sino también el final de este año. Primero de manera tímida empieza a soplar de a poco desde el suroeste, y después se plantará con certeza desde el norte.

Del mismo modo, con seriedad protocolar, los que tenemos la dicha de ver el amanecer y el atardecer notamos los celajes cambiantes. Aparte de ofrecernos espectáculos de colores gratuitos, nos dan pistas de aquello que está por suceder. Entre naranjas y amarillos, hasta tonos púrpuras y rosados nos hablan de aguas, o de sequías, para aquellos que saben entender ese lenguaje.

Podría decirse que esas brisas y esos colores en el cielo vienen a llevarse consigo los ajetreos del año en curso, y nos invitan a poner una pausa en los problemas cotidianos, invitándonos a creer que hay esperanza en la incertidumbre del futuro. Me gusta creer que es así. Todo final es el indicador de un nuevo inicio. Con esto no quiero decir que hay que olvidar lo que ha sucedido. Lejos de eso, confieso que es el momento más importante para que recordemos cómo hemos llegado a este momento, como individuos, y como comunidad.

Fuimos testigos y partícipes del noviembre más patriótico que yo recuerde. No desfilamos rindiendo honores a autoridades hipócritas, sino que nos unimos para defender a la patria. Defender a la patria. Wao. ¿Hace cuánto no hacíamos eso? ¿Hace cuánto no marchábamos por las calles cargando la bandera? Vivimos un noviembre en el que la inmensa mayoría dijo soy panameño, por encima de ser miembro de un partido político. Dijimos a coro “no vamos a permitir que sigan vendiendo nuestro país”.

Confieso que yo era uno de los incrédulos que pensó inicialmente, ni a la ciudadanía, ni a la juventud les importa la actualidad nacional. Gracias por callarme la boca. Me encanta que me demuestren que me equivoco, cuando en esa demostración está resumido el sentir de un pueblo unido, en contra de los que tratan de destruirlo. ¡Viva Panamá!

Reflexionando sobre estos temas, noto similitudes entre lo que urdían los traidores de la patria y la oscuridad, y el orgullo de un pueblo y la luz. Los traidores actuaban a escondidas, sin transparencia, y en el secretismo de recámaras corruptas. El pueblo salió a las calles, a la faz del país a decir alto y claro que no queremos más corrupción y que Panamá se respeta.

La luz que trajo la verdad sobre el actuar de aquellos que deberían de servir al país, dejó ver la clase de traidores que hemos llevado al poder. Hemos podido constatar que, si bien se visten de colores diferentes, absolutamente todos los partidos políticos que han estado en el poder han actuado de manera idéntica. Todos han gobernado para ellos mismos y para sus allegados, pisando y sirviéndose de un pueblo que confió en ellos. No se salva ninguno.

Pero ¿qué podíamos esperar de gente con prontuarios más extensos que sus currículums vitaes? Si usted trabaja con, para, o por delincuentes, usted es otro delincuente. No hay otra explicación posible.

Se me empezaba a turbar la mente con esa oscuridad que nos ha venido destruyendo por décadas, y recordé que tenía una labor doméstica asignada. Debía colocar los foquitos de Navidad. Tenía sentimientos encontrados al respecto.

Hemos vivido décadas de pillaje, del cual éramos testigos de piedra, y eso no es un pensamiento grato. Pero, por otro lado, estamos vivos, nos sentimos bien, y podemos mirar atrás pensando que hemos pasado momentos históricos en los que se logró un despertar colectivo, y que promete ser el inicio de mejores épocas. Hay esperanza.

Hace rato que no se sentía eso acá. Si bien es cierto que la situación no está como para agregar un gasto adicional en consumo eléctrico a la economía del hogar, existen opciones.

Aquellos mismos que me designaron como encargado de colocar los foquitos de Navidad, me entregaron unas cajitas con foquitos solares. ¿Cómo te quedó el ojo, empresa de distribución que ofrece un pésimo servicio, aparte de caro? Ese es tema de otro despertar que nos merecemos como panameños.

Pero volviendo al asunto, me esmeré y me puse creativo para cumplir con mi encomienda. No dejé ni un foquito sin colocar. Y esperé a que oscureciera para ver el fruto de mi esfuerzo, al caer el sol. Observé en silencio el celaje, con tonos rosados que me hablan de verano. Y sucedió la magia. Una a una se fueron encendiendo las conexiones de los foquitos, y elegí la opción más titilante. Era hipnótico. Los foquitos azules, rojos, verdes, amarillos creaban un ambiente festivo. Sonreí en silencio y me quedé como paralizado viendo un foquito en particular. Su lucecita se prendía y se apagaba rítmicamente. Noté que estaba colocado en el punto más oscuro, pero lejos de acobardarse, parecía ser el que brillaba con más ánimo.

Ese foquito de Navidad me recordó que hasta en los lugares más oscuros, la luz, por pequeña que sea, siempre vence a la oscuridad. Vivimos momentos oscuros, y tendremos en unos meses la oportunidad de sacar a todos los traidores que nos han robado la paz y la alegría. Brillemos a la hora de elegir.

El autor es ingeniero.

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