• 10/06/2023 00:00

El fracaso de los intolerantes

“El colectivismo y fundamentalismo de estos grupos ha causado un daño grave a la sociedad y mientras sus posiciones se vuelven más sesgadas e intolerantes, más peligrosas se vuelven para la sociedad”

En los últimos años, Panamá ha visto y experimentado una lucha entre dos partes de su sociedad, por un lado, movimientos sociales como el feminista y el LGBT y por el otro los movimientos religiosos Esta lucha tiene su origen en la intolerancia y el colectivismo que domina en ambos grupos.

Más allá del tipo de sociedad, valores, tradiciones y cultura que tenga la sociedad panameña, lo cierto es que el gran ausente es el entendimiento y respeto por las formas de pensar, las libertades individuales y los planes de vida de cada uno de los individuos. Lo más gracioso de estos grupos es que dicen que no se parecen entre sí, solo hasta que los ves buscando el poder del Estado para imponer sus formas de pensar y actuar.

El colectivismo, una corriente filosófica que reemplaza al individuo y todos sus mal llamados males, como el egoísmo, el interés propio, la búsqueda de su propia felicidad; por una conciencia de grupo, que esté más preocupado por el “bien común” y el sacrificio de la sociedad por un fin mayor.

Como diría Ayn Rand, “Una consecuencia especialmente perniciosa del colectivismo es que quienes lo aceptan plena y consecuentemente son incapaces de tener un “yo”; adicionalmente Rand caracteriza al colectivismo como “el sometimiento del individuo -su mente, su juicio, sus valores– a un grupo” y es que, hoy en día si no piensas, actúas o estás de acuerdo con lo que digan los líderes, representantes o personas que se identifican con estos grupos, eres catalogado como un posible “enemigo” o “traidor”.

Para bien o para mal, muchas personas que se identifican con el movimiento LGBT se han dado cuenta de que este movimiento solo se ha transformado en un grupo de presión que usa su influencia para victimizarse y usar su “minoría” para imponer sus ideas, por medio de la fuerza y la violencia. Desde que el colectivismo se apoderó y permeó estos grupos, la defensa de la igualdad ante la ley, las libertades individuales, sus derechos y los planes de vida de los individuos son solo propaganda y eslogan. Esto por la simple razón de que el principal enemigo del colectivismo es la defensa del individuo. Convirtiendo así los privilegios, los intereses personales, la búsqueda del poder, y el resentimiento como sus verdaderas luchas.

¿Es esto lamentable? Claramente que lo es, y es que una sociedad que respeta la igualdad ante la ley, las libertades individuales, la propiedad y la vida de las personas, no debería impedir, por ningún motivo, que una persona lleve su vida como lo desee, bajo un ambiente de respeto mutuo y de leyes generales, que permitan la cooperación y la convivencia pacífica de sus ciudadanos, sin importar, su raza, credo o sexo. Pero, pese a que sabemos que la sociedad panameña no ha logrado comprender esto en general y sigue inmóvil a sus tradiciones, valores e ideas. La solución no puede pasar por colocarse un casco e ir a la guerra de unos contra otros, en especial, cuando un grupo tiene derechos inamovibles. Pensar que la solución pasa por obtener el poder para promover más fricciones entre la sociedad mediante el uso de las leyes para su propio beneficio y de los suyos. Lo único que obtendrá será el daño irreparable de una sociedad fallida, dividida e incapaz de cooperar y convivir pacíficamente.

Un claro ejemplo de esta guerra de intolerantes ha sido el “matrimonio igualitario”. Donde ambos grupos sacan a flote su irracionalidad, resentimiento y odio hacia lo que dicen defender como es el individuo y sus libertades.

Si al final, la palabra “matrimonio” pertenece a la Iglesia ¿Por qué enfrascar su lucha a una idiotez semántica? La razón es, por lo dicho más arriba, el colectivismo entra en contradicción al no poder defender algo que es su enemigo. El tema no es el matrimonio (esto no es más que el resentimiento contra un grupo). El tema es la defensa del individuo y su libertad de unión, consagrado tanto en la Constitución como en los derechos naturales innatos de todo ser humano. ¿Acaso es más importante cómo lo vas a llamar o lograr que el Estado cumpla su rol de reconocer y defender las libertades individuales? El Estado no asigna ni crea las libertades individuales, solo las reconoce, por ende, no puede atentar contra ellas.

Entonces, ¿por qué todo se ahoga en victimización, propaganda y luchas superfluas, como “el matrimonio”, “la ideología de género” y el “adoctrinamiento” y no la defensa del individuo? En realidad, están más preocupados por el poder de la mayoría y los buenos (no sé qué hay de bueno en que un grupo me imponga cómo debo pensar y actuar).

El colectivismo y fundamentalismo de estos grupos ha causado un daño grave a la sociedad y mientras sus posiciones se vuelven más sesgadas e intolerantes, más peligrosas se vuelven para la sociedad. Es así el nivel en el que están, que, personas dentro de estos grupos, han preferido salirse o huir por cómo han sido tratados por cosas tan sencillas como decir lo que piensan (especialmente dentro del feminismo y LGBT). Esta forma colectivista de pensar solo ha resultado en un rotundo rechazo y, naturalmente, su oposición a toda iniciativa o idea que propongan. Las reivindicaciones y libertades recuperadas en el pasado no fueron gracias al colectivismo, en realidad, fueron gracias al individualismo que se organizó colectivamente, lo cual no es lo mismo a lo que hoy vemos. Nunca podrán defender la libertad, la vida y la propiedad, si no la comprenden, y, mucho menos, si no valoran al individuo por encima de todo.

Economista
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