• 24/01/2024 00:33

La desigualdad, una epidemia

Recientemente, la organización Oxfam Internacional, presentó el informe: “Desigualdad S.A. El poder empresarial y la fractura global: la urgencia de una acción pública transformadora.”

El informe comienza revelando unas cifras impactantes: “Desde 2020, la riqueza conjunta de los cinco hombres más ricos del mundo se ha duplicado. Durante el mismo período, la riqueza acumulada de cerca de 5.000 millones de personas a nivel global se ha reducido. Las penurias y el hambre son una realidad cotidiana para muchas personas alrededor del mundo. A este ritmo, se necesitarán 230 años para erradicar la pobreza...”

Entrando al tema, la brecha entre ricos y pobres, ya de por sí es una afrenta. Si la brecha fuera entre ricos y menos ricos, estaríamos entonces hablando de otra cosa, pero es que al día de hoy 4.800 millones de personas sean más pobres hoy que en 2019, es una cifra que impacta por la velocidad en la que más de la mitad de la población mundial se ha empobrecido en un lustro.

Señala también el informe, y quizás aquí hay un dato que deberían los Estados fijar su atención y es que “Los precios están superando a los salarios en todo el mundo: cientos de millones de personas ven cómo cada mes sus salarios dan para menos y sus perspectivas de un futuro mejor se disipan.”

Estamos entonces ante una acelerada precarización de los ingresos de la mayoría de la población mundial, pues los ajustes salariales no están siendo lo suficientemente amplios para que las familias puedan cubrir sus necesidades básicas, mucho menos que les permita ahorrar, o tener acceso a una vivienda, por ejemplo.

Las generaciones anteriores, las de nuestros padres y abuelos, muchos de ellos tenían la capacidad de ahorrar, y adquirir una vivienda digna. Eso hoy es impensable para la mayoría de los jóvenes, lo cual ya está teniendo un impacto importante en la calidad de vida de un segmento importante de la población.

Ahora, ¿por qué está sucediendo todo esto? El informe devela algunos datos que muchas veces pasan totalmente desapercibido por la mayoría de la población, pero que definitivamente están generando estas distorsiones en el planeta y orillando quizás a que el sistema económico mundial colapse más temprano que tarde con consecuencias más devastadoras que las que ahora vemos.

Uno de esos datos es la alta concentración del poder empresarial, producto del poder que han cedido los gobiernos a los monopolios, lo cual a su vez viene influyendo en el nivel de salarios de las mayorías, con lo cual termina determinando que los alimentos, las medicinas, transporte y energía (fundamentalmente) se puede permitir pagar las mayorías.

Por ejemplo, “... Entre los años 1995 y 2015, 60 empresas farmacéuticas se han fusionado en 10 gigantes mundiales, conocidas como el Big Pharma. Dos multinacionales son propietarias de más del 40% del mercado mundial de semillas. Las grandes empresas tecnológicas, conocidas como Big Tech, dominan el mercado: tres cuartas partes del gasto mundial en publicidad online se destinan a Meta, Alphabet y Amazon; y más del 90% de las búsquedas en Internet se realizan a través de Google.”

Es tan agobiante este tema que hasta organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) coinciden en que el poder de los monopolios va en aumento y que ello contribuye a la desigualdad.

Señala también el informe que hay cuatro maneras básicas de como esta alta concentración de poder monopólico de las empresas están contribuyendo de manera acelerada con la desigualdad. A saber: se premia a los ricos (por los resultados económicos y de productividad), más no a los trabajadores que proporcionan su tiempo y esfuerzo; evadiendo y eludiendo impuestos, muchas veces con el consentimiento o la vista gorda de los gobiernos; la privatización de los servicios públicos, con lo cual servicios como por ejemplo la salud, pasan a priorizar la rentabilidad económica por encima de la esencia del servicio (salvar vidas), pues al ser un negocio, esa es la prioridad; e impulsando el colapso climático en aras del aumento de la productividad (y la rentabilidad), con lo cual la afectación al clima, no es una prioridad.

La economía tiene que estar al servicio de las personas, y no al contrario. Perder de vista este aspecto podría llevar a un colapso del sistema y con ya casi 60 conflictos armados activos en el mundo, con la crisis climática que genera millones de desplazados y miles de víctimas, quizás valdría la pena que los nuevos líderes reflexionaran sobre esto y tomaran los correctivos antes del cataclismo.

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