• 25/03/2024 00:00

Mayo de 2024, más que una elección

Hoy, después de 34 años de democracia, nos encontramos en una situación muy similar a la de 1984. Durante todo este tiempo nos olvidamos de fortalecer las instituciones democráticas

La firma de los Tratados Torrijos-Carter en 1977 produjo, por presiones de los Estados Unidos, aquel “veranillo democrático” que hizo posible el regreso de los exiliados políticos, la apertura de medios de comunicación - incluyendo el nacimiento del diario La Prensa -, la libertad de reunión, la formación de partidos políticos, y la realización de elecciones.

Desde mi punto de vista fueron cambios cosméticos, porque eran todas actividades propias de una nación libre. El hecho que se otorgaran como una concesión del régimen militar, evidenciaba que no estábamos en una verdadera democracia.

En aquellas elecciones se eligieron dos diputados por provincia; una fórmula creada por la dictadura pensando que podría controlar los resultados. Sin embargo, no fue así ni en Chiriquí ni Azuero, mientras que en la provincia de Panamá y otras provincias les costó el triunfo.

A partir de 1978 se eligieron a los presidentes mediante una fórmula de supuesta democracia indirecta, pues eran los 505 representantes de corregimiento - quienes seguían instrucciones de la comandancia - quienes los elegían. Así, entre 1979 y 1984 hubo tres presidentes de la República, todos elegidos en realidad por la cúpula del gobierno militar. El famoso “veranillo democrático” era una falacia.

En ese falso escenario democrático, fuimos a unas elecciones en 1984 en condiciones adversas: un Tribunal Electoral sin credibilidad e instituciones manejadas por los cuarteles. Así, el candidato opuesto a la dictadura militar, el Dr. Arnulfo Arias Madrid, se enfrentó al candidato oficialista, Nicolás Ardito Barletta imponiéndose un gran fraude que facilitó el hecho de que no se logró una completa unidad de los partidos de oposición de la época. No entendieron que no se trataba de elegir un presidente, sino de una oportunidad para iniciar un proceso democrático, dejando atrás la farsa del “veranillo democrático”. El precio que pagamos por ese error fue muy grande.

Tras esa elección fraudulenta el rumbo del país fue cuesta abajo: cinco presidentes en cinco años, la huelga de Cocina, el asesinato de Hugo Spadafora, el enorme endeudamiento, las declaraciones del coronel Roberto Díaz Herrera que solo respondían a su afán de venganza debido al mal trato recibido del ya entonces todopoderoso general Manual Antonio Noriega, etc. Luego vino la explosión social que desembocó en la Cruzada Civilista.

La crisis era total porque el régimen militar le dio la espalda al camino de la democracia que, supuestamente, había iniciado a partir de la firma de los Tratados Torrijos Carter.

Hoy, después de 34 años de democracia, nos encontramos en una situación muy similar a la de 1984. Durante todo este tiempo nos olvidamos de fortalecer las instituciones democráticas. A partir de 1994, los gobiernos se dedicaron a comprar conciencias, a promover el clientelismo para fortalecer sus partidos o para la formación de otros partidos y su esquema de gobernar. No se enfocaron en un verdadero desarrollo de las comunidades, sino solo en el crecimiento económico.

La realidad institucional de Panamá en estos momentos es deplorable. El sistema de educación pública es un desastre, mientras que la atención de salud es humillante. Setecientos mil panameños sufren diariamente escasez de agua, el transporte público se ha deteriorado, mientras las carreteras del país sufren no solo la falta de reparaciones, sino también la falta de fiscalización de los trabajos que se hacen. Todo se deteriora, mientras siempre hay quien hace negocio de esta situación.

En fin, estamos al borde del estado fallido, lo que obviamente no es culpa exclusiva de este gobierno. La culpa es de las cinco últimas administraciones, y de la complicidad de muchos en la sociedad panameña.

A pesar de ello, vemos que dos expresidentes y un vicepresidente pretenden volver al Palacio de Las Garzas, con el apoyo de exministros y diputados que son responsables directos del lamentable estado de cosas que vivimos. Todos nacieron, crecieron y maduraron en un sistema clientelar y, ya se sabe, ningún tigre se vuelve vegetariano.

Son los mismos que promovieron el clientelismo en sus partidos y en los gobiernos en que actuaron. Se dedicaron a comprar conciencias en vez de resolver los problemas de educación, salud, agua, estructuras gubernamentales. Son los mismos que no fueron capaces de resolver uno de los problemas más graves que sufre el país: el manejo de los desechos. Hoy la recolección de basura se ha convertido en un problema nacional.

Todo esto nos lleva a escenarios parecidos a 1984. En esta elección, el objetivo no es elegir a una persona que dirija el país, sino que es la oportunidad de hacer cambios profundos que nos saquen de este nuevo “veranillo democrático” que nos ofrece la ilusión de un sistema democrático, pero que cada vez lo es menos.

La encrucijada es clara, o tomamos el camino correcto para producir los cambios drásticos que requiere el país, o tendremos escenarios de inestabilidad en el próximo quinquenio y muy probablemente, unas elecciones de 2029 parecidas a las de 1989.

El autor es fundador del Movimiento Otro Camino
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