El 2023 expiro y con él la ley que desarrollo el Casco Antiguo. Promulgada en 1997 (con modificaciones en 2013 y 17), causo su auge. ¿Ahora solo la extenderemos o la mejoraremos con una nueva visión?

Un tercio de los 2 millones de turistas que recibe el país, visitan el área y este 21 de enero, el barrio celebrara otro aniversario. Carlos Aguilar, exministro de Cultura, resumió bien sus orígenes: “en 1673 se dio un hito en la historia de Panamá, cuando una ciudad atacada, saqueada y destruido dos años antes, renacía y consagraba su nuevo hogar a pocos kilómetros del original. Eligieron ‘el sitio del Ancón’, península defendida por un cerro a sus espaldas y por una muralla construida con la esperanza de ser invencible” y durante sus 351 años, al nuevo hogar lo moldearon fuerzas que repasaré para usted.

Primera: su diseño, puesto al servicio de la discriminación racial. El Dr. Alfredo Castillero Calvo, en su obra ‘La ciudad imaginada’, explica: “El recinto urbano de la nueva ciudad era muy estrecho y sólo dejaba espacio para 300 solares. Casualmente, 300 era el número de vecinos blancos que podían aspirar a ocuparlos. El resto (la chusma, los negros, los mulatos, los zambos, los mestizos), serían deportados al arrabal, a cientos de metros de Puerta de Tierra, cuyo acceso se le cerraría al anochecer. La nueva ciudad se convierte —caso realmente insólito en la historia urbana de la América colonial— en una ciudad elitista que las capas dominantes de la sociedad se reservan para su habitación exclusiva”. ¿Aún es así?

La segunda fuerza fueron los incendios, detallados por Eduardo Tejiera-Davis en su documento ‘El Casco Antiguo de Panamá’. Catástrofes definieron la historia de las ciudades latinoamericanas. Hubo terremotos en Centroamérica y en la zona andina, así como huracanes en el Caribe. En nuestro caso, los inmuebles de madera fueron azotados por el fuego. Por eso conservamos poco patrimonio arquitectónico colonial. La Casa Góngora —ubicada en la calle cuarta, detrás del Hotel Central— es una. El incendio más reciente ocurrió en 2018 y borro la Casa Boyacá. Era la única construida en madera clasificada técnicamente como de “primer orden” —coloquialmente, Categoría 1— según el manual de normas del Casco. Bella y famosa, semejaba un barco y da tristeza aceptar que ya zarpo. Colinda con un terreno que también se quemó y del cual un ministro de la administración del expresidente Varela intentó apropiarse para beneficio personal. Muy cerca de esta, aún queda en pie una casa verde donde habitan pandilleros que —con complicidad y desidia de la policía— trafican drogas, se dan tiros y gozan fiestas ruidosas.

Un anglicismo es un vocablo de la lengua inglesa utilizado en la nuestra. En este caso, el anglicismo “gentrificación” se refiere al auge posterior a la decadencia urbana. Esa es la tercera fuerza moldeadora del Casco Antiguo, impulsada por la ley de incentivos de 1997 que mencione, así como por la declaración de la Unesco del mismo año, estableciéndonos como patrimonio de la humanidad. Los beneficios de la gentrificación traen un impacto indeseable, pues una parte de la gente arraigada y de pocos recursos, ya se marchó del barrio. Sin ellos, perdimos parte del alma que nos hizo valiosos. ¿Por qué? Porque edificios y calles son unos activos que pierden seducción sin los habitantes originales que aportan el acervo de su narrativa y tradiciones.

La nueva visión que mencione en el primer párrafo incluiría dos acciones.

En primer lugar, el Plan Local de Ordenamiento Territorial del Municipio —que define Santa Ana como zona de amortiguamiento del Casco— armonizaría el tejido social del sector, promoviendo apartamentos innovadores para jóvenes de bajo y mediano ingreso que brindan servicios y mano de obra al resto de los residentes y visitantes del Casco. Así, podrán ir y volver a sus casas caminando unas cuadras, no desplazándose por horas hacia la periferia. Llego el momento de integrar a esos muchachos valiosos.

Segundo, es indispensable peatonalizar el Casco para que no se derrumbe víctima de su propio éxito. Se exige liderazgo para construir estacionamientos en su periferia y así los visitantes entren al barrio en tranvías como los que funcionaron de 1912 a 1940, año que el presidente Arnulfo Arias —por razones comerciales y políticas— lo descontinuo para dar el negocio a las familias, Arce, Barletta y Alemán. Llego el momento de resucitar esos trenes encantadores.

El autor es consultor
Lo Nuevo
comments powered by Disqus