• 15/09/2018 02:00

Salud igual para todos

Las denuncias públicas en contra de las mafias vinculadas a distribuidoras de medicamentos se estancan.

A través de los años, la administración de los servicios públicos en Panamá ha ido de mal a peor. Esa caótica política sobre el bienestar del Estado debe ser calificada como insalubre. Desde la contaminación ambiental (aire, agua y devastaciones forestales); desde el abrumador volumen de la basura, hasta los vertederos a cielo abierto en el interior. Los conceptos como Aedes aegypti, Hantavirus y dietilenglicol llegaron a ser parte del léxico cotidiano. Ya no son rumores los casos de neonatos fallecidos, las bacterias mortíferas en los hospitales y pacientes que ingresan con heridas y luego sus cadáveres son transportados a la morgue; los fallecidos debido a las moras quirúrgicas, la odisea madrugadora para lograr cupo en un centro de salud, etc. Estos problemas nos obligan a profundas reflexiones. No debe ser misterio observar pacientes persignarse para que un ánfora de la fortuna los acompañe antes de ingresar al Complejo de la CSS, percibido por algunos como antesala de la creciente industria funeraria.

Y si sumamos la escasez de medicinas e insumos, donde el ‘no hay' compite con el ‘no voy' de los taxistas, veremos un lamentable sistema ‘burro-crático' que contribuye con el caos generalizado de servicios. Las denuncias públicas en contra de las mafias vinculadas a distribuidoras de medicamentos se estancan. Preguntemos, ¿por qué somos importadores y no productores genéricos? Preservar la salud implica exorbitantes costos de alimentos y medicinas. Hipócrates decía: ‘Deja que tu comida sea tu medicina y tu medicina sea tu comida'. Esto significa que, si seguimos llenándonos de comidas ‘chatarras', seguiremos enfermando.

Aproximadamente 10 % de la población panameña sufre de hambre y la desnutrición crónica, que a su vez incide sobre la rendición académica: alto índice de fracasos, deserciones escolares y cabe mencionar la complejidad de los embarazos precoces. Demasiadas familias se sacrifican ante cuotas exorbitantes a escuelas privadas en busca de una educación de ‘calidad'; por el otro lado, muchos convertidos en presa de un sistema deficiente de salud pública, se ven obligados con sus escasos recursos a pagar seguros o servicios hospitalarios privados por ‘calidad'; y sometidos al doble riesgo de descuentos salariales por un seguro educativo mensual obligatorio y una cuota del seguro social obligatoria.

Hablando de salud y de la CSS, otro cae por nocaut técnico. La reciente renuncia del director de la Caja del Seguro Social pone en relieve nuestra inseguridad social. Durante estos cuatro años de Gobierno se han dado cuatro cambios en la dirección general. Este problema no se resuelve con el sube y baja o quita y pon de directores. Me pregunto ¿por qué no se toma en consideración el nombramiento de una dama para dirigir la CSS?; si se ha comprobado que la mujer está capacitada para ser buena administradora, inclusive en el hogar… no es que esto resuelva la situación sin reformas fundamentales, pero quizá podríamos concluir que: ‘Si quieres resultados distintos, no hagas las mismas cosas'.

Las erráticas decisiones y despilfarros por parte de nuestros gobernantes contribuyen a profundizar la crisis. Por ejemplo, en 2010, la administración del Gobierno Martinelli adquirió el 100 % de los corredores (Norte y Sur) por unos $900 millones con fondos de la CSS; sin audito ni reportes transparentes, pareciera que la CSS no ha sido beneficiada por la utilización de sus fondos; con esta improvisada adquisición a los panameños se les prometió que los corredores (caminadores en horas pico) serían gratuitos para el año 2020. Veremos si esa promesa se cumple. Mientras tanto, seguirán los atentados contra nuestra calidad de vida, pagaremos para ‘sufrir' trastornos mentales en los corredores. Al sobrevivir los tranques, llegamos a casa vencidos por el cansancio, donde continuamos atrapados frente a la inseguridad social, como prisioneros en jaulas con barras hechas a la medida.

Los futuros gobernantes deben tener como prioridad formular acciones concretas para mejorar la calidad de nuestras vidas: solucionar problemas educativos y de salud pública de Panamá. Es preocupante anticipar que, según cifras oficiales, el Programa de Invalidez, Vejez y Muerte (IVM) no tendrá suficientes fondos para cubrir sus compromisos hasta el año 2060 y que sigamos escuchando propagandas demagógicas tales como ‘Yo te prometo casa, carro, gallina de patio y billete pa'l bolsillo'.

Estemos vigilantes del posible derroche presupuestario de $23 mil millones. De nada vale que el pueblo ahorre $58 en su canasta básica, si está condenado a vivir preocupado, enfermo con productos cargados de hormonas, azúcares procesadas aunado a un déficit nutricional. Quizás sea propicio que la cúspide de nuestra enfermiza justicia se ubique cerca al Oncológico, pero los habitantes de esta preciosa ‘S' acostada no merecen continuas heces ni reveses.

PERIODISTA

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