• 08/03/2024 00:00

Voto fragmentado y legitimidad

En la mayoría de los países de Sudamérica se le ha brindado especial atención al tema de la gobernabilidad [...]

Con ocho candidatos aspirando a la presidencia de la república, en la actual coyuntura se observa como improbable que alguno de los mismos logre el cincuenta por ciento de los votos, lo cual sería indicador del nivel de aceptación que el mismo proyecta.

El error que presenta el esquema electoral vigente en Panamá estriba en el hecho de que no se contempla la legitimidad del ganador ante el electorado sino únicamente el triunfo. Si uno de los candidatos a la presidencia de la república logra entre el 25 al 35 por ciento de los votos, a mi juicio sería demasiado poco para obtener en corto plazo un grado de gobernabilidad.

Si a lo anterior le agregamos que la fragmentación del voto tendría un nivel significativo de inclinación hacia candidatos que manifiesten algún nivel de descontento, entonces el tema de la gobernabilidad entraría en un punto muy preocupante.

En la mayoría de los países de Sudamérica se le ha brindado especial atención al tema de la gobernabilidad creando para ello la conocida “segunda vuelta” o “balotage” que permite enfrentar a los candidatos con mayor voto obtenido para lograr entonces capitalizar o cooptar el voto de los candidatos que llegaron en tercer puesto hacia abajo.

Entre las intenciones de este esquema como ya lo dije está el de brindarle al candidato ganador de mayor representatividad y legitimidad y poder crear una especie de acercamiento entre los candidatos que no obtuvieron muchos votos con los dos contendientes que aglutinan la mayoría de los mismos.

Es importante anotar que los sectores políticos en Panamá están perdiendo de vista el hecho de que la falta de gobernabilidad en una sociedad que se encuentra muy apática en cuanto a los discursos de “siempre” puede acarrear, por un lado, profunda divisiones en cuanto al tema de hacer política con responsabilidad y por el otro también podría desencadenar estallidos sociales difíciles de apagar.

Si analizamos por ejemplo las manifestaciones sociales en todo el territorio ocurridas a mediados de 2022 exigiendo bajar el precio de medicamentos y comida así como el descontento generalizado de octubre y noviembre del año pasado por el contrato minero podemos observar como el descontento de la población se hace cada vez más manifiesto, pero realmente el trasfondo es la ingobernabilidad de los mandatarios de turno que inician relativamente bien pero terminan mal.

Ver el triunfo electoral solo como una oportunidad de repartir espacios y puestos con altos salarios también ha sido uno de los grandes errores cometidos por los partidos políticos. Por esta razón, estas agrupaciones que se consideran como “pieza clave” en una “democracia política” dejaron de cumplir su rol de constituirse en puente comunicativo entre la sociedad y el Estado. Al perder esta condición, los partidos políticos son solo agrupaciones de gente con objetivos muy “propios” que no responden al interés de la mayoría.

Es esta condición de ganar para obtener el poder lo que ha erosionado la imagen de lo que muchos califican como “clase política” que tampoco es una clase como tal si no más bien un segmento de la sociedad. La presente coyuntura es muy especial y debe mirarse con preocupación, puesto que lo que verdaderamente se está jugando es la credibilidad en el sistema y el respeto hacia un futuro gobernante. Con el aumento de la población así como su nivel de incredulidad el actual sistema electoral a mi juicio se quedó obsoleto y se hace necesario pensar en la implementación de una segunda vuelta electoral.

El autor es sociólogo, docente
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