• 08/05/2017 02:01

‘Déjà vu' global

 Es un tigre herido, pero eso no lo hace menos peligroso por cuanto que la economía de guerra es un salvavidas.

‘Lo he visto', ‘lo he vivido', diría algún sobreviviente nonagenario. ‘Lo he leído', diríamos nosotros desde nuestros años. Igual que en los momentos previos a la Segunda Guerra Mundial hay ahora, como entonces, múltiples conflictos que se entrelazan.

No aludiremos a los viejos engarces y remitiremos al interesado a los textos escritos o cibernéticos para que le refresquen la memoria, pero hoy los titulares periodísticos y televisivos nos alertan sobre la generación y avivamiento de focos de conflictos...

Veamos: 1—. Siria y todo el Cercano Oriente; 2—. las lindes europeas que separan a la OTAN de Rusia; 3—. la esfera de confluencia entre el Japón y Surcorea, ocupadas ambas por las bases militares estadounidenses por un lado y la confluencia fronteriza de Rusia, China y Norcorea por el otro; 4—. el mar de China Meridional, teniendo como actores a los Estados Unidos y sus aliados del ANZUS y todos los demás actores del sudeste asiático; 5—. el Caribe teniendo como epicentro a Venezuela, su pueblo y las hostilidades de una sociedad con sus naturales antagonismos de clase.

Pero la historia que se construye en espiral pareciera repetir los enfrentamientos, aunque sumidos ellos en una variación dinámica de los contextos.

Muchos panameños recuerdan los enfrentamientos callejeros previos a la invasión. No voy a calificar a las partes sino a los proyectos que se oponían: uno era la continuidad del reclamo soberanista sobre el canal y el impulso a una economía alternativa al modelo transitista. Es lo concreto de una parte con prescindencia de los actores.

De la otra parte se insistía en la forma exterior de la democracia, el juego electoral a caballo de la plutocracia, pero sin signos internos de bienestar ampliado ni cambios en la coyunda transitista. Un análisis de la estructura del PIB suministrado por la Contraloría evidencia que la parte de los salarios en el PIB disminuyó porcentualmente a partir de los años 90.

Pero volvamos al tema de los contextos: aquel proceso de Reikiavik en 1986 arrinconó a un Estado soviético objetivamente castigado en su economía por la carrera armamentista que no le era políticamente funcional, al contrario que esa misma carrera le era funcional al establecimiento estadounidense; Gorbachov intentaba obtener una detente armamentística, mientras Reagan presionaba con los derechos humanos y el respeto para la disidencia como precondición para discutir el control de armas. Aquello terminó en nada, pero Reagan siguió acosando y esto condujo hasta la Cumbre de Malta en los días 2 y 3 de diciembre. En esa cumbre bajo el impacto del abatimiento de las fronteras, primero en Hungría y después con el muro de Berlín, puso de manifiesto la defensiva en que había caído el bloque socialista. En consecuencia Malta terminó en una especie de reedición del Pacto de Tordesillas: ‘ustedes no se meten con los países del lado occidental y nosotros les garantizamos que no tendremos injerencia en los países de la Europa Oriental', afirmó Reagan mientras cruzaba los dedos por debajo de la mesa.

En esas condiciones Estados Unidos quedaba en libertad para intervenir en Panamá y después en donde quiera se le antojara. Ese fue el contexto de la invasión a nuestro país.

El marco global de la presente crisis venezolana es distinto a lo que destacáramos en la primera parte, aunque la situación en las calles pareciera recordar lo que pasó en nuestro país. En realidad hoy los Estados Unidos son menos poderosos que entonces, mirado desde el punto de vista de que hoy comparte primacías y no está solo en la cancha y su economía se ha hundido en el lodazal financiero. Es una sentencia a voces el reconocimiento de que el capitalismo financiero ha fracasado, podrá serviles a los banqueros, pero al mundo no le funciona ya. Es un tigre herido, pero eso no lo hace menos peligroso por cuanto que la economía de guerra es un salvavidas.

Todo lo anterior se inscribe en lo que se conoce como el marco del multipolarismo dentro del cual es un mandamiento el reconocer la diversidad político cultural.

¿Y Panamá de qué le va en todo esto? Es una certeza de que en el marco de una guerra perderemos todos, pero más Panamá, por cuanto sigue atada a cordeles invisibles que la someten al destino de los Estados Unidos. Así las cosas será el reparto: una bomba para arriba del mapa y otra para el canal que funciona para la armada estadounidense.

Mientras en el interior de nuestro mundillo noticioso afloran las quejas de emigrados venezolanos que se quejan del trato presuntamente antivenezolano que se respira en nuestro país. Nada de eso, en realidad en nuestro país siempre han tenido acogida calurosa los migrantes extranjeros que han llegado en los ciclos económicos demográficos que sumen en crisis a los países de origen. Esos migrantes han llegado como uno más a trabajar en conjunto con la población. Pero el caso venezolano actual es que la ola migratoria vino encarnada en grupos oligárquicos de aquel país que retiran sus capitales para invertirlos en el nuestro desplazando a los nacionales y aliándose con la oligarquía local. Nuestra población intuye que este grupo viene a reforzar la coyunda tradicional y no puede ver con agrado a este tipo de foráneos como tampoco vio con agrado a los zonians .

Creo que estoy libre del prejuicio chauvinista por cuanto que mis abuelos por las ramas materna y paterna vinieron de Venezuela también. Mi abuelo farmacéutico que tiene una avenida de circunvalación en Las Tablas nombrada en su honor. Lo cito por cuanto él había sido apoyante político de Cipriano Castro, un proto-Chávez de la época que fue derrocado con la connivencia de los yanquis. Así pues, mi raíz latinoamericana es popular y progresista. No puedo ser antivenezolano a secas, pero antioligárquico sí, eso nos lo enseñó mi abuela chiricana que participó en las luchas inquilinarias y nos enseñó el camino correcto.

Volviendo a las comparaciones históricas: Venezuela y su proceso popular se inscriben en un ciclo en que los países como Rusia y China se constituyen en polos alternativos que impiden que el imperialismo actúe solo en el escenario sin temor a las consecuencias. En este marco puede analizarse la diferencia histórica de la ruptura indignada de Sukarno con la ONU, porque esta no asumía una postura anticolonialista definida en relación con las reclamaciones de Indonesia sobre el Irian Occidental y sobre el Borneo Septentrional. Aquel aislacionismo pudo ser evitado, porque no había ni hay contrapartida a la ONU, como lo acaba de reconocer Suiza, que recién en el 2002 ingresó en ese organismo. Otra cosa es la OEA, porque además de desprestigiada, sí hay alternativas regionales a ese deleznable organismo y por lo tanto, la política exterior venezolana seguirá pautando rumbos en la ONU, el CELA, y la Unasur. En consecuencia, es plausible que los pueblos latinoamericanos repudien a la OEA.

MÉDICO

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