La fe del pueblo...

Dejando las religiones por fuera, en este momento al hablar de ‘fe’ estamos hablando de confianza, esperanza, certidumbre, convicción, crédito, credulidad, convencimiento por la palabra empeñada. Esa fe que se pone al escuchar los discursos de quienes prometen cambios reales en la administración del Estado, que prometen que todo el descalabro que se vive en un momento determinado por un Gobierno abierta y descaradamente corrupto, promotor de la sinvergüenzura a su más grave expresión se detendrá y, aunque se cometan errores, se corregirá, a la vez que se perseguirá con todo el peso de la justicia a quienes le robaron en otro momento la fe al pueblo. Uno de los más pecaminosos de los robos, si no el más. Porque al perder la fe, la confianza, se pierde la esperanza y se vuelve la gente cínica, descarada; y, comienza a prevalecer aquella subcultura del juegavivo, del clientelismo político, del estar sentado esperando a que ‘ya que la cosa no cambia, que, al menos, me toque algo’... Por ello, la corrupción, el nepotismo o amiguismo o hacer la vista gorda, porque son ‘mis amigos’, deben desaparecer... Sr. Presidente...