• 08/02/2021 00:00

De parte y parte

“Es muy fácil achacar los problemas a la corrupción, porque se puede culpar a otros. Con la vergüenza, la culpa entra en casa”

Desde estas líneas hemos dicho que el problema de Panamá no es la corrupción, sino la falta de vergüenza. Es muy fácil achacar los problemas a la corrupción, porque se puede culpar a otros. Con la vergüenza, la culpa entra en casa. Y ese es el verdadero problema. La falta de vergüenza. Pero al margen de corrupción o vergüenza, está la eterna polémica en Panamá y Latinoamérica: por un lado, la dirigencia sindical cuestiona a la empresarial, aduciendo que estos quieren explotar a los trabajadores con salarios de hambre. Los empresarios, por su parte, cuestionan que los sindicatos promueven el establecimiento de un salario mínimo por ley que se aumenta cada dos años, pero lo que hacen con esto es atar a la empresa y frenar la creación de nuevos empleos. Que el pago debe ser acorde con la productividad, donde el que más produce, más cobra. Lo cierto es que hay una diferencia enorme entre un país desarrollado y uno como Panamá. Japón, por ejemplo, no paraliza la producción cuando sus trabajadores protestan. Por el contrario, producen más. En Europa, las medicinas son muchísimo más baratas que en Panamá y los intereses por tarjetas de crédito o los diversos préstamos también lo son y ese afán de lucro más allá de lo justo de los empresarios, causa un efecto enorme a la economía del país. Son muchos los ejemplos de las graves distorsiones que hay entre trabajadores y empresarios en un país como Panamá y los países desarrollados. Aquí los intereses de cada grupo son evidentes y muy lejos de lo que debe ser un país de primer mundo. Y en eso hay que trabajar duro, porque hay que deponer actitudes mezquinas de parte y parte. ¡Así de simple!

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