• 11/09/2016 02:00

Las razones de Trump

La realidad indica que actualmente los vastos terrenos arrebatados a México en abusivas guerras de despojo

Muchos han tratado de presentar a Trump como un xenófobo, racista y charlatán; parecieran tener razón, pero discrepo de ellos. No es lo que parece sino lo que es. Trump es un WASP o supremacista blanco que, aunque no inventa fantasmas, ve hacia el futuro por proyección natural de la tendencia del presente. Y se preocupa con razón, porque la nación que fundaron los próceres del Motín del Té en Boston, si ellos pudieran regresar a la vida observarían junto a Trump que el país que dibujaron se les diluye.

Esa nación construida sobre la expropiación inicial de sus pueblos originarios, a los cuales se les confinó en territorios o reservas controladas y se les impuso una economía, que no era la propia agro-pastoril, sino la de licores y garitos, para lavarse las manos y aparentar en el resto del país y ante el mundo un puritanismo que en realidad no existe, en el fondo teme sufrir una seria derrota en el terreno de la demografía.

Se cuenta que Humboldt al final de la expedición que lo había llevado desde el Orinoco hasta el Misisipi terminó sus viajes al llegar a territorio estadounidense visitando al presidente Jefferson, quien ordenó al secretario del Tesoro, Albert Gallatin, hacer copias de todos los mapas y otros materiales que trajera el ilustre alemán. Después de mucha paciencia, Humboldt tuvo que solicitar imperiosamente que se le devolvieran sus materiales cuasi confiscados. Lo anterior explica que las academias militares de EU contaran con mapas detallados de México cuando le declararon la guerra que ya habían anticipado en sus proyectos imperiales.

La realidad indica que actualmente los vastos terrenos arrebatados a México en abusivas guerras de despojo, nuevamente se van repoblando con sus pobladores originales y otros grupos de los que ellos llaman hispanos.

¿Y qué decir de los territorios que Jackson le arrebatara a la antigua Capitanía General de Cuba? En aquellos tiempos la Florida, perteneciente a la Capitanía General de Cuba, estaba al borde de incorporarse a la epopeya de Bolívar y había constituido en 1817 una provisoria república con sede en la isla Amelia. Los recién estrenados patriotas floridenses izaron el tricolor mirandino y la Cruz Verde de la Florida en el fuerte de San Carlos de Fernandina. El general estadounidense Jackson (el del billete de 20 dólares) logró ocupar la península e impidió que ella cumpliera su destino común al resto de Latinoamérica.

Una parte de la historia la hacen los políticos y sus militares, pero la parte más importante la hace la demografía que es un arado poderoso que abre los surcos de la vida terrestre y sus registros históricos. Hoy, lentamente toda Florida se va cubanizando y recomponiendo el tejido demográfico que predominara a ambos lados del estrecho.

Un escritor canadiense sentenciaba que, con el paso de los decenios, solo el centro del mapa estadounidense —el Medio Oeste— mantendría su etnicidad anglosajona y que a ese territorio solo le restaba integrarse a Canadá.

¿Podrá la visión lejana de Trump alertar sobre la inminente destrucción de la Nueva Roma? Ni los emperadores romanos Adriano y Trajano con sus murallas pudieron salvar a la antigua Roma de su destino frente a la presión demográfica de las tribus germánicas que se agolpaban al otro lado de sus murallas. Esta es una verdad que la historia nos permite visualizar en las vueltas de su espiral.

Nada está escrito en piedra o como decía Heráclito, ‘nadie se baña dos veces en el mismo río '; los latinoamericanos sabemos que en las entrañas de nuestro continente crece el embrión de una introspección nacional que reconoce la diversidad étnica culturalmente y políticamente, como en el caso del Estado Plurinacional de Bolivia, y como en la todavía poco vigorosa autonomía que Panamá reconoce a sus originarios; hay pueblos mapuches a ambos lados de la cordillera andina; emberás y gunas se extienden igualmente a ambos lados de la selvática frontera; el Mayab es una realidad étnica entre Yucatán y Guatemala. ¿Cómo se entenderán y se reconocerán las naciones renacidas bajo sombra del uti posidetti juris ?

En otra parte del mundo los kurdos se asoman nuevamente a la historia y se tocan las manos a través de las fronteras impuestas por los europeos después de la Primera Guerra Mundial. Y en esa marejada de la historia, cuyas olas unas veces retroceden y otras golpean con fuerza las playas de nuestra cotidianeidad, también se reconoce la necesidad histórica de unos Estados Unidos renovados e irreconocibles con la mirada del presente. Y Trump lo sabe, ergo no es tan tonto.

MÉDICO

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