• 14/05/2011 02:00

Antecedentes de un golpe

N ací pocos años después del golpe de Estado de 1968. Por lo tanto, no puedo afirmar que fui ni protagonista ni testigo del mismo. Sin e...

N ací pocos años después del golpe de Estado de 1968. Por lo tanto, no puedo afirmar que fui ni protagonista ni testigo del mismo. Sin embargo, otros ciudadanos que aún viven, sí deben mantener una memoria vívida de ese trágico acontecimiento histórico.

A pesar de no haberlo vivido, el autor panameño Humberto Ricord, —q.e.p.d.—, dejó para nosotros una joya de la Historia panameña en su libro Los clanes de la oligarquía panameña y el golpe de Estado de 1968. A parte de los acontecimientos históricos que precipitan la acción militar por parte de los golpistas, ése libro recoge muy bien el ambiente de ataques personales que se vivía en los medios de comunicación, entre políticos opositores y de gobierno, antes, durante y después de la campaña electoral de 1968, que llevó a la Presidencia de la República al Dr. Arnulfo Arias Madrid.

Relata nuestro historiador, que la vida personal de las figuras públicas hacía titulares en los medios impresos de comunicación, y que tanto las televisoras como las emisoras de radio, estaban al servicio de pueriles intereses politiqueros, bien sea de gobierno, bien sea de oposición.

La intención de sentar en el banquillo de los acusados al presidente saliente, y el fallido intento de juzgarlo ante la Asamblea Nacional de Diputados, tan sólo afianzó el rol de la fuerza pública, como entidad dirimente de las disputas políticas locales, en lo que después serían los días antecedentes al golpe.

Cuando recobramos la democracia por todos anhelada en 1990, pensamos y sentimos que los políticos habían aprendido la lección del golpe. Pensamos y sentimos que los políticos habían entendido que el diálogo y la desacreditación y deslegitimación políticas tienen un límite en la vida del país; pensamos y sentimos que los políticos entendieron que nunca más debían bajarse los niveles del debate político al estado que hizo posible pensar que se podía y debía romper con la institucionalidad política, porque, en palabras del insigne poeta Guillermo Sánchez Borbón, la democracia del país se había suicidado. —In the time of Tiranes, Sánchez & Kostner—.

Estamos frente a un escenario político muy cercano a esa desacreditación total, que manda el mensaje equivocado, de que, para conseguir los fines políticos que queremos, tanto unos como otros, pueden utilizar cualesquiera armas y, sobre todo, las armas de la diatriba, el insulto y la descalificación política.

Si tanto unos como otros no se dan cuenta de que existen límites que forman parte de un pacto político implícito, que todos hemos firmado, para poder vivir en paz; y tanto unos como otros, están dispuestos a ir más allá de los mismos, en acciones realmente temerarias que atentan contra la gobernabilidad política del país, terminaremos tarde o temprano, sepultando a esta joven democracia, bajo los escombros de la ola de insultos de una y otra parte.

La reclamación fútil y posterior frente a la responsabilidad de los hechos, no tendrá ningún sentido, cuando hayamos perdido la democracia que tanto costó a esta generación recobrar.

*ABOGADO.

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