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- 05/09/2011 02:00
Doña Eva fue arnulfista toda su vida. Pero la campaña electoral de 1948 la relegó hacia un grado de disimulo, sólo explicable por la persecución de los liberales contra Arnulfo Arias. Ese año, el caudillo, se alzó como contrincante de Domingo Díaz, Liberal. Y el gobierno saliente, también era Liberal. Por eso, cada vez que la ‘lora’ de doña Eva gritaba en su casa de Barrio Bolívar, todo lo que le había enseñado, ahora traía peligro: ¡Viva el Doctor Arias carajo! Es lo que repetía incansablemente la locuaz emplumada, mientras doña Eva intentaba atajarla con una escoba, hacia el techo, reprochándole: ‘¡Cállate lora!... eso es aquí entre nosotros, pero si lo sigues gritando, vienen problemas con el gobierno.
Y es que los liberales guardaban un encono feroz contra Arnulfo Arias. El había regresado de Argentina, extinguiendo la tranquilidad. El Presidente Enrique Jiménez, había dicho que ‘desconocía el objeto del exilio del ex presidente Arnulfo Arias’, según Conte Porras y, sin saberlo, en ese momento abría las puertas de la emoción al regreso de Arnulfo. ‘Ya viene el hombre’, fue la consigna que comenzó a esparcirse por el país, pavimentando el camino de una explosión de alegría y festejo que llegó a su cénit el 13 de octubre de 1945. Ese día llegó a Panamá, en medio de una manifestación sin precedentes en la historia del país. Hay quienes aún lo recuerdan: ‘Fue grandiosa. Nunca hubo una tan grande como esa’, evoca con nostalgia María de Fábrega. El señor Iglesias, la recuerda aún más, pues quedó siendo co protagonista: ‘El Fufo venía en una especie de Cadillac, iba por la Avenida Central y miles de personas lo estaban esperando; no sé por qué me invitó [siendo un chiquillo de 8 años a subir al Cadillac]. Yo quedé al lado de él, saludando’. Arnulfo llegó a la Plaza de Santa Ana, donde tronó ante la muchedumbre: ‘Un sector imperialista de Washington ha convertido la política del buen vecino, en la política del lobo con piel de oveja’. Sus palabras fueron cortadas con aplausos.
En los días sucesivos Arnulfo organizó el Partido Nacional Auténtico, para desvincularse del que fundó en 1936, ahora en manos de adversarios. Y comenzó la confrontación. No hubo sector de poder contra el que Arnulfo no se enfrentara: Policía, Constituyentes, Liberales. Todos. Bajo ese clima, la noche del 21 de diciembre de 1945, un grupo de panameñistas se alzaron en armas contra el Cuartel de Colón. Hubo muertos y heridos. Uno de ellos, fue el legendario periodista Manuel Celestino González, ‘Gonzalito’, quien fatalmente perdió una pierna. Según Jorge Conte Porras, ‘Arnulfo Arias, en ánimo de defenderse, calificó de locos a los revolucionarios’, lo que ‘Gonzalito’ resintió tachándolo como ‘falso líder’. Sin embargo, reconoció después a Arnulfo como verdadero líder. Tras los sucesos de mayo del 51, escribió: ‘Su indiscutible firmeza y serenidad, bajo la lluvia de balas que cayó ese día sobre el Palacio Presidencial, su silencio despectivo frente al vendaval de las injurias, que sobre él han desatado sus más encarnizados enemigos; su condición de Presidente electo dos veces por el sufragio popular de la ciudadanía, y dos veces despojado del poder, pero siempre con el mismo valor… Arnulfo Arias, con todos sus defectos, y a pesar de sus locuras, no ha sido superado todavía’.
Arias no dejaba de persistir con su reclamo: ‘Soy el Presidente Constitucional’ y entonces se le involucró en los sucesos de Colón. Fue detenido. De nada sirvió su defensa. Arias siguió detenido durante meses, mientras la leyenda del hombre de coraje, crecía como su barba; su rebeldía se acrecentó con la huelga de hambre que emprendió; y así, en julio de 1946, Arnulfo Arias colapsó enfermo; pero ya para el 10 de agosto, el indomable Arnulfo, salió del Hospital y lo esperaba la muchedumbre para saludarlo, cual héroe épico. Con su barba penitente, se desplazó en un auto de capota abierta, desde el cruce de Calidonia hasta la Plaza de Santa Ana, mientras la muchedumbre lo flanqueaba con muestras de afecto y gritos al ‘Líder’, como lo bautizaron entonces sus simpatizantes. Su popularidad hacía prever que estaba a un paso de la Presidencia, pero los liberales tenían otros planes. En medio de denuncias de fraude, el 3 de agosto de 1948, Domingo Díaz recibió sus ‘credenciales como Presidente electo.’ Pero cuando Dom ingo Díaz recibió la investidura de Presidente, en 1948, nadie imaginaba que pronto iba a morir, ni que su reemplazo (Arnulfo) sería expulsado después de la Presidencia por la Policía; mucho menos pasó por la mente de alguien que, de todas formas, Arnulfo Arias quedaría llegando a la Presidencia de Panamá, esta vez ‘en hombros de Remón’, como el mismo lo exclamaría. Parecía que el destino era terco, y se empeñaba en llevarlo a la Presidencia, aún contra todas las fuerzas internas y externas del país, que se afanaban por evitarlo. Todo lo anterior ocurrió en el lapso de 15 meses, entre 1948 y 1949. Alguna vez Guillermo Sánchez Borbón lo resumió de esta forma: ‘En Panamá, a finales de 1949, los militares derrocaron al Presidente Daniel Chanis. Estalló una huelga general de brazos caídos que puso a los tres comandantes en trance de irse del país. Entonces un político astuto –le achacaron la idea al mayor Alemán, pero no sé si es cierto—dijo a los gorilas que no había necesidad de huir. Que a él se le había ocurrido una fórmula salvadora (para los gorilas). Llamen a Arnulfo Arias ¿Cómo? A él le robaron las elecciones. Hagan un recuento de votos, declárenlo ganador y asunto concluido. Arnulfo aceptó.’ Una vez más, entonces, Arnulfo Arias era el Presidente de Panamá. Pero lo sería durante otro periodo fugaz.