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- 14/07/2018 02:00
En los tiempos de la dictadura no cabía, como iniciativa opositora, un llamado a la conciliación nacional porque los gobernantes lo veían como acto de debilidad o de entrega. Hoy, la conciliación nacional constituye una exigencia de la nacionalidad. Somos, con el querer o sin el querer de los panameños, un país ocupado. La soberanía se encuentra intervenida y cada cual puede tener argumentos que explican, justifican o niegan el hecho de la intervención. Tal hecho divide a los panameños y divide a la opinión mundial. Lo que no debe dividirnos es la necesidad de recobrar la soberanía y para ello la reconciliación nacional es un presupuesto inteligente e indispensable.
En otras palabras, debemos tener unidad nacional en ciertos objetivos específicos. Debemos unirnos en la reconstrucción del país, en la reconciliación y pacificación de los panameños, en la fijación de una política exterior que se afirme en una identidad nacional libre de mácula y también unirnos para el logro y afianzamiento de una sociedad decente. Las manos de todos los panameños deben unirse en estos objetivos que deben ser comunes. Objetivos que los entiendo del siguiente modo:
A) Si la nave del Estado ha sido víctima de un naufragio causado por detestables capitanes, somos todos damnificados por el desastre. Inmersos como estamos en una crisis sin precedentes, los panameños debemos estar preparados para anudar esfuerzos. El Estado no tiene nada que repartir. Sólo su miseria. La empresa privada en muchos renglones está en la quiebra o al borde de ella. La irresponsabilidad en el manejo de la cosa pública ha sido tal que, v.g., el sobregiro de la Nación en el Banco Nacional que en 1968 no llegaba a los dos millones de balboas, hoy, criminalmente, sobrepasa los novecientos millones. Así el caso de la deuda pública y la totalidad del manejo fiscal. Pero precisamente estos hechos son los que hacen obligante emprender la inmensa tarea de reconstruir el país.
El presidente Endara debe con urgencia exponer el programa de reconstrucción nacional, entendiendo por reconstrucción aquellos empeños de carácter social que van directamente al establecimiento de la economía de los más necesitados. No es prioritario el logro de millones para apuntalar las inversiones de los más ricos. En nuestro país desde siempre ha faltado un poder reconstituyente de las estructuras sociales y económicas que garanticen alguna vez una mejor calidad de vida del panameño. Ese es el programa que el pueblo espera del presidente que fue elegido por las inmensas mayorías paupérrimas de la patria.
B) Debemos pacificar los ánimos y desarmar espíritus y manos. La división sangrienta en nada contribuye a la exigencia histórica de superar la crisis de la soberanía nacional. El Gobierno tiene dos clases de adversarios: los que cometieron delitos en el ejercicio de sus cargos y los que son simples opositores. Los delincuentes deben ser investigados y sancionados en caso de que proceda, y deben gozar de las garantías del debido proceso. Los simples opositores deben contar, sin restricciones, con todos sus derechos políticos. El disentimiento político debe ser estimulado por el Estado, respetándolo. Los grupos armados deben deponer su voluntad bélica y sus pares civiles deben incorporarse al paisaje político de la democracia. No sólo debemos ser fabricantes de denuncias, debemos tener también imaginación para crear un clima fraternal entre los panameños. Sin este presupuesto, la reconciliación tendría muchas dificultades y se prolongaría, tal vez sin límites, la ocupación extranjera.
PERFIL
Un vencedor en el campo de los ideales de libertad
Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia.
Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé.
Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, Ciudad de Panamá.
Ocupación: Abogado, periodista, docente y político
Creencias religiosas: Católico
Viuda: Sydia Candanedo de Zúñiga
Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como un líder estudiantil que rechazó el Acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden de Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.
C) Debemos consolidar una política exterior que se inspire en las mejores tradiciones nacionalistas y democráticas de nuestro pueblo. Sería la mejor respuesta a un mundo crítico que nos señala con dureza e incomprensión. Debemos consagrarnos al perfeccionamiento de la soberanía, como lo hicieron las generaciones que despuntaron al alba de la República después del 3 de noviembre de 1903; y tenemos, también, que precisar los fines del Estado panameño, para que se nos vea como un ente nacional que dignifica lo propio y que está al servicio de su pueblo; y
D) Debemos agotar nuestros mayores esfuerzos para que nuestra sociedad con intereses y culturas tan disímiles no sea políticamente corrupta; para que nunca más demos el espectáculo de Sodoma y Gomorra como en aquellos días de los saqueos colectivos y en los que quedó en evidencia que los frenos morales de nuestra sociedad tienen en algunas ocasiones, menos fortaleza que los hilos de la grácil araña. Días sombríos que pusieron al descubierto la crisis que provocó el militarismo en perjuicio de las defensas espirituales de nuestro pueblo.
Sin embargo, lo específico sería saber cómo podemos alcanzar una sociedad moral. Se me ocurre que debemos hacer lo que se hace cuando la perplejidad y la confusión se apoderan del entendimiento. Volver la memoria a las enseñanzas de la cuna, a las palabras fundamentales y perpetuas de los padres; volver a la familia, al ejemplo docente de nuestros mayores y maestros; y transmitir lo que poseemos y con la rica experiencia de todos, identificarnos en el esfuerzo colectivo de sacar de la arcilla fecunda de nuestro pueblo a un hombre nuevo, a un panameño nuevo, que entienda la vida como un sueño creador en una comunidad que tenga el único tirano posible: la decencia.
No creo que exista, dentro de los parámetros expuestos, dificultad alguna para iniciar la reconstrucción y pacificación nacionales; y para continuar los esfuerzos interrumpidos que nos deben llevar a un Estado nacional con soberanía y con una sociedad decente.