La increíble historia del flamante millonario

Esta historia comienza hace pocas semanas. El 28 de diciembre de 2012. En todo el mundo es el Día de los Santos Inocentes. En Panamá, pa...

Esta historia comienza hace pocas semanas. El 28 de diciembre de 2012. En todo el mundo es el Día de los Santos Inocentes. En Panamá, paradójicamente, ese día jugó el sorteo del Gordito de la Lotería Nacional de Beneficiencia (LNB), el mayor premio que otorgan los juegos de azar en el país.

El sorteo, como siempre, comenzó entre la algarabía de unos 300 panameños reunidos en la Plaza Víctor Julio Gutierrez: todos ellos, convencidos de que la fortuna estaba a punto de tocarles la puerta. Es la fuerza de la confianza —o del día de los inocentes—: creían que con dos dólares podían conseguir un millón. Razón suficiente para aguantar el calor seco que trae el verano esperando ligar los cuatro números del primer premio, el número de serie y el número de folio. Nadie sabe todavía que este sorteo tomará un rumbo inesperado, haciendo millonario a un hombre que a ciencia cierta, nadie sabe si existe.

En el centro del escenario estaba el foco de atención con todos: la gobernadora de Panamá, Mayín Correa, ataviada de color verde para invocar a la prosperidad; Roberto Barría Stanziola, secretario general de la LNB, representando a la dirigencia de la institución; y María Muñóz, la niña de ocho años de edad que tenía la misión más delicada: tomar una a una las balotas dentro del ánfora de metal para mostrar los resultados: tres televisoras nacionales transmitían en vivo. Los noticieros de Telemetro, TVN y Nex TV daban paso a lo que el resto del país esperaba conocer desde sus casas, lugares de trabajo, oficinas públicas e incluso, cantinas.

Impacientes, los presentes estaban sentados y se aferraban a sus billetes de lotería y los frotaban como la estampa de su santo predilecto de oración. Unos apilados a un costado de la tarima donde sucede el show, otros recibiendo bolsas de pastillas y burundanga que regalaba una Feria de Alimentos que patrocinaba el Instituto de Mercadeo Agropecuario y la LNB.

A poco del inicio comenzaron los problemas. La Gobernadora de Panamá, quien no tenía la fuerza suficiente para la primera balota, debió recurrir de inmediato al ‘departamento’ de pinza mecánica para abrir la primera cifra de marfil: ‘TRES-D’ —la letra no interfiere en el resultado—. Barría Stanziola miraba atento y secreteaba algún que otro comentario con la gobernadora. Para adelante, para atrás. Ya revueltas las bolitas, Mayín no necesito el apoyo de la pinza y pudo leer la siguiente sorteada: ‘CUATRO-D’.

El nerviosismo aumentaba. Sólo algunos seguían vivos a la espera del Gordito. La mayoría ya había olvidado el sueño del millón para refugiarse en los planes de las cenas de fin de año. Muchos que soñaban con el jamón, deberán contentarse con el pollo.

La Gobernadora no encontraba la ranura para abrir la tercera balota. Barría Stanziola con mejores ojos le indicó el mejor agarre y ella decidió por sus medios abrirla con las fuerzas que le quedaban: ‘TRES-B’, se escuchó ante el murmullo general: ya parece una tendencia comentan algunos. Otros hablaban de la maldición de los 3.

Finalmente llegó el momento que todos esperaban. Mayín se lanzó a abrir el número definitorio. Hacía tanta fuerza que parecía que podía no abrir, sino romper la balota. Le cuesta, le cuesta mucho. Parece decepcionada, toma impulso y finalmente logra abrirla sin privarse de imprimir en su cara un gesto de incredulidad: ‘TRES-A’, otro 3.

En los últimos dos sorteos al gordito millonario, el número tres había aparecido en tres ocasiones, de ocho posibles. Con este sorteo, ese número ya sumaba seis apariciones.

Se añadía otro tres: el de la serie. Finalmente el número de folio lo revelan y vuela el confeti, es el 16. Pero, la ansiedad no deja de crecer: ¿hay ganadores o no?.

NACEN LAS DUDAS

Por lo general, la experiencia dicta que luego del sorteo, inmediatamente, se anuncia si hay un ganador o no hay ningún ganador. A pesar de la sorpresa general, el acto se dio por terminado sin que las autoridades anunciaran el destino final del Gordito.

Mucha decepción en aquella plaza y seguramente en el resto del país. No solo por enfrentar nuevamente el sabor de la derrota, sino también por la falta de definición que deja a todo el mundo sin saber qué pensar.

Pero no eran horas de reflexión: venían los sorteos de los otros dos premios de dos números cada uno y tampoco hicieron el anuncio. La gente recogió sus bolsas de pastillas, se sacudió el confeti y se regresaron a sus rutinas. El millón del gordito quedaba así en un limbo. Once días pasaron en los que nadie supo si había ganado alguien o no. Inédito. Sin embargo, tampoco se prestó mucha atención ya que las fiestas de fin de año y los escándalos ligados a Financial Pacific acaparaban la vida de los apostadores y de los medios. Hasta que finalmente las redacciones de los periódicos recibieron un comunicado de prensa absolutamente inusual: Yaquelin Poveda, relacionista público de la LNB informó de la existencia de un ‘feliz afortunado’ el martes 8 de enero.

Allí no sólo se daba a conocer la existencia de un ganador sino que además se narraban distintas escenas. Copiamos textual: ‘Un choque motivó la compra (del billete ganador). Efectivamente, unos días antes de adquirir el billete, su viejito Volkswagen, cuya placa termina en 33, había sido chocado frente a una tienda donde hacía compras para la familia; se lamentó, pues sólo las lámpara del auto costaban unos 200 dólares, y no contaba con ese dinero para comprarlas, y mucho menos para reparar el auto, lo que le motivó poner su esperanza en el Gordito del Zodiaco Millonario, a ver si ganaba algo para arreglar su carro’.

La gacetilla es inusual porque, llamativamente, está repleta de recursos literarios y narraciones de datos de color y precisiones que por lo general no forman parte de una minuta extendida por un departamento de relaciones públicas del Estado panameño.

Fue entonces que La Estrella salió a buscar al ganador. Empezando por la Plaza 5 de Mayo, donde se había vendido el billete ganador según la nota de prensa de la LNB. Sin embargo, silencio. Nadie sabía nada.

‘¿Que se vendió aquí? ¿Me está vacilando?’ pregunta entre risas una señora que inmediatamente llama a otra: ‘Ven, aquí hay un periodista que dice que se vendió aquí el Gordito? ¿Tú sabes algo?’. Un señor se acerca y dice que no. Ninguno de los billeteros sabían del colega que había vendido el preciado ticket.

Las reacciones son dispares: ‘Ni uno solo viene a agradecer cuando vendemos un billete ganador’, a lo que otro confiensa que sí le suelen agradecer: ‘con todos los años que tengo vendiendo billetes acá, claro que he vendido ganadores; algunos vienen y dan algo y otros pasan y dicen ‘¡ey, me diste suerte, gracias!’’.

Pero ninguno sabía del otrora afortunado vendedor. ‘Ojalá haga bien con ese dinero, porque muchos se lo gastan en guaro y uno tiene que comer todos los días’, dice una señora mientras atendía unas 4 personas a la vez al inicio de la Central.

Ya luego, en la sede principal de la LNB, ese mismo día —jueves 10 de enero—, sin previa cita, funcionarios del departamento de RRHH de la institución concedieron amablemente a La Estrella un video en el que aparece el suertudo ganador —de espaldas— recibiendo el cheque, junto a otro informe con algunos datos de este ‘supuesto’ ganador. Entre estos datos no se cuenta su nombre.

EL CHEQUE

El ganador, por lo que se puede confirmar en el video, es un hombre de espaldas anchas y nuca rapada. Esta es la única prueba del pago. En las imágenes aparecen tres personas: Héctor Quintero, subdirector de finanzas de la LNB; Jaime Arosemena, sub director general de la LNB y el ganador.

En treinta segundos, lo que dura el video institucional, una voz en off comenta ‘la bondad’ de la LNB al premiar a un ‘humilde panameño’ y se ve al ganador de espaldas, sentado al lado de Quintero, ambos de frente a Arosemena.

El ganador, con un suéter tipo polo de franjas gruesas de colores y gorra oscura, llevaba una pulsera de metal en la mano derecha y un reloj de agujas en la izquierda. Se levanta a medias de su asiento, estirando su cuerpo hacia Arosemena, quien le extiende el jugoso cheque junto a los documentos relacionados al premio. Con la otra mano —la derecha— busca la de su interlocutor y la estrecha, pactando el momento que, asumimos, debe ser de felicidad. Sin embargo, Quintero definió la actitud del ganador a lo largo del proceso como ‘fría y calculadora’. En el momento en que el hombre recibe un millón de dólares, la verdad, no se le mueve un pelo.

Esa misma tarde, el noticiero estelar de Nex TV, publicó la historia del ganador, avalando la información otorgada por la institución de beneficiencia.

Lo que nadie podía imaginar entonces es que detrás de este pago se esconde trasfondo desconocido. No se pierda mañana, la segunda entrega.

PERIODISTA

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