La política y las olas del mar

Actualizado
  • 11/05/2019 02:05
Creado
  • 11/05/2019 02:05
En un artículo publicado originalmente el 8 de mayo de 2004. el Dr. Carlos Iván Zúñiga Guardia plantea cómo el triunfo del entonces recién electo presidente Martín Torrijos corrobora que Panamá es un país dividido. ‘La mayoría de los electores no votó por el PRD', escribió ‘El Patriota' en un texto de lectura precisa a propósito de las pasadas elecciones

El resultado del reciente proceso electoral permite algunos comentarios. Es obligatorio ponderar la conducta tolerante del pueblo elector y la idoneidad de las autoridades electorales, a pesar del póstumo, errático e increíble ‘Sí se puede' del magistrado presidente del Tribunal Electoral.

No dejo de reconocer el triunfo del PRD y su disposición de acatar las reglas de la democracia que podrían divorciarlo, a golpe de saludables experiencias, de toda tentación totalitaria y de toda práctica corrupta de su propio pasado.

Ante el triunfalismo que domina a las huestes de Martín Torrijos y el aparente derrotismo que embarga a las fuerzas antiPRD, es procedente advertir que el final del escrutinio corrobora, una vez más, que vivimos en un país dividido. La mayoría de los electores no votó por el PRD. Sumados los votos recibidos por Endara, Martinelli y Alemán (787,883) alcanzan una cifra superior a la lograda por el PRD (649,157). Seguimos siendo, por tanto, un país políticamente dividido desde el 11 de octubre de 1968 y la lección que acaba de consagrarse en la historia del país indica que el triunfo, sin fraude, del PRD no se debe a su poder electoral sino a la irresponsable división de las fuerzas democráticas y civilistas.

El derrotismo de las fuerzas de Alemán, Endara y Martinelli (o la ‘dulce derrota' de estos dos últimos) debe ser superado atendiendo las enseñanzas de la naturaleza y de la historia. Los triunfos y los fracasos políticos son como las olas del mar. Unas veces están arriba y las otras están abajo. Basta recordar el itinerario de la Democracia Cristiana (DC) para comprobar lo efímero de los triunfos y de los fracasos.

En el año de 1968 la Democracia Cristiana obtuvo 11,371 votos presidenciales; en 1984 la ola subió y logró 40,963 sufragios. En el año de 1989 razones coyunturales hicieron que la ola se convirtiera en un maremoto y la DC alcanzó nada menos que 275,652 votos presidenciales, pero en el año de 1994 la ola bajó en picada a las profundidades del mar político y apenas obtuvo 25,476 votos. De 28 legisladores que repletaban el hemiciclo en 1989, la DC descendió a dos legisladores en el año de 1994.

En las elecciones de 1999 volvió el ascenso de la ola, también por razones coyunturales, y obtuvo la extraordinaria cifra de 141,283 sufragantes, para volver a bajar en el 2004 a 62,007 votantes. Como ha ocurrido en los partidos políticos vigentes en los últimos 100 años todo ha sido un subir y bajar, a sabiendas de que así es la política, por lo que resulta ilusorio planear gobiernos de larga duración, salvo que sean totalitarios, como el que se inició el 11 de octubre de 1968.

El historiador Jorge Conte Porras, en su reciente obra Procesos electorales y partidos políticos presenta las estadísticas de los sufragios electorales ocurridos durante la república y todas destacan lo transitorio que es el deleite de la victoria.

En la década del cincuenta la Coalición Patriótica Nacional, partido remonista, considerado imbatible y eterno, de matriz cuartelaria como el PRD, brilló por un instante en el panorama político del país para perderse muy pronto en la bajamar del olvido.

Las palizas políticas son positivas, por más que constituyan un sarcasmo del destino, cuando en virtud de ellas el colectivo vencido se entrega a una objetiva y sana autocrítica, sin canibalismos internos.

El fenómeno que propició el triunfo de Martín Torrijos, tan arrollador, solo se produce cuando los pueblos, por carecer de arraigados principios democráticos y los partidos, de plataformas ideológicas reaccionan electoralmente a favor de quien mejor se vende, como si fuera un producto de mercado, la solución de sus necesidades básicas, acumuladas durante muchos lustros sin poder superarlas. Por eso las frustraciones se apoderan de los pueblos a los pocos meses de iniciado un gobierno comprometido con promesas irracionales, siempre iguales.

¿Quién, que sea panameño, no le desea éxitos a Martín Torrijos? Más empleo, más seguridad, y cero corrupción es la triada publicitaria que determinó la rotación presidencial. A la oposición le queda la alternativa de golpear sistemáticamente al gobierno de Torrijos, desde sus inicios, como hizo el PRD con el gobierno de Moscoso y como lo viene haciendo el Partido Popular español con el recién estrenado gobierno socialista, o le queda el recurso de abrir un paréntesis de observación y de estudio y vigilancia de las actuaciones gubernamentales.

En el primer caso, y con el apoyo logístico de las encuestas que acondicionan la percepción popular por un candidato en particular triunfante, siguiendo la metodología comunistoide del lavado de cerebro, mes tras mes, la ola del mar bajaría del todo en el 2009; en el segundo caso se podría caer en el deleite de la leal posición, del transfuguismo planillero o de la apatía claudicante.

Mientras se decida la línea a seguir, las fuerzas disgregadas deben volver al seno de la unificación, fundada en principios democráticos, con dirigentes potencialmente presidenciales y en el convencimiento, dadas las reiteradas lecciones de la historia, que solo el consenso opositor hará cambiar en su hora el curso de las olas del mar político del país.

Pero ese consenso, en este momento, no es para pactos electorales prematuros, es para algo más profundo y urgente. Debe estar dirigido al encuentro de la buena brújula, hoy perdida, para orientar al pueblo decente o indecente del país, y esa brújula solo se consigue si se convierte la política en una docencia permanente sobre la verdad, lo moral, la probidad, la ciencia política, la historia y la democracia.

Solo la docencia salvará al país de la planificada y disolvente fuerza arrolladora del reggae, de la salsa, del jolgorio y de la inconciencia como fuerza motora del voto. Solo la docencia, ¡únicamente la docencia!

‘El fenómeno que propició el triunfo de Martín Torrijos, tan arrollador, solo se produce cuando los pueblos, por carecer de arraigados principios democráticos y los partidos, de plataformas ideológicas reaccionan electoralmente a favor de quien mejor se vende, como si fuera un producto de mercado'.

FICHA

Un vencedor en el campo de los ideales de libertad:

Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia.

Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé.

Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, Ciudad de Panamá.

Ocupación: Abogado, periodista, docente y político

Creencias religiosas: Católico

Viuda: Sydia Candanendo de Zúñiga

Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como un líder estudiantil que rechazó el Acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden de Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.

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