Percepción y sentido común

Actualizado
  • 24/09/2023 00:00
Creado
  • 24/09/2023 00:00
Si la distinción entre percepciones verdaderas, percepciones ilusorias y percepciones alucinatorias puede determinarse de modo exhaustivo (son distinguibles), entonces las percepciones que tenemos de las cosas han de darse bajo ciertas condiciones (restricciones).
Un rasgo de la percepción es que se trata de algo subjetivo.
Percepción

“Percepción”, de acuerdo con el Diccionario de la Lengua Española, tiene diversas acepciones: (I) sensación interior que resulta de una impresión material producida en los sentidos materiales y (II) conocimiento, idea. “Percibir”, por su parte, es un verbo transitivo y se refiere a (III) captar por uno de los sentidos las imágenes, impresiones o sensaciones externas y (IV) comprender o conocer algo. Se trata, por tanto, de una fuente de conocimiento.

Desde una perspectiva psicológica las percepciones pueden ser visuales, auditivas, olfativas, táctiles, gustativas, espaciales, sociales, de dolor y extrasensoriales. Sin embargo, de “percibo que X” no se infiere “es el caso que X”. Por ejemplo, a cierta distancia y a cierto ángulo de visión, percibo que objetos circulares son elípticos, la persona anoréxica percibe un peso corporal mayor al que realmente tiene, la persona que padece de síndrome de miembro fantasma tiene la sensación de existencia de un miembro que le ha sido amputado, etc.

Desde una perspectiva filosófica, la experiencia perceptual remite a diversos escenarios: Tengo la experiencia visual de que el objeto que está ante mí es amarillo y el color real es amarillo (percepción verídica); tengo la experiencia visual de que el objeto que toco está caliente cuando, en realidad, está frío (ilusión); tengo la percepción de que hay un objeto ante mí, cuando no lo hay (alucinación). A partir de esta distinción emergen algunas preguntas difíciles de responder: ¿cómo distinguimos las percepciones verídicas de las ilusiones o alucinaciones?, ¿qué tienen de similar o común?, ¿qué valor epistémico poseen?, y —desde luego— ¿qué son?

De acuerdo con la teoría disyuntiva de la percepción [disjunctive theory of perception] (M. Soteriou, The Disyuntive Theory of Perception, 2020) las percepciones son eventos (estados) mentales de diferentes tipos, aunque se pueda pensar que las percepciones verídicas comparten características comunes —v.g., ser un evento mental—, en realidad son de un tipo fundamental distinto (disyuntivismo del tipo fundamental).

Desde luego, otras variantes del disyuntivismo no descansan en la noción “tipo fundamental”, en ese sentido se afirma que podría tratarse de eventos que tienen características mentales distintas (disyuntivismo de distintas características mentales), o de eventos que no tienen elemento en común (disyuntivismo metafísico). Independientemente de los matices entre uno y otro, el punto central del disyuntivismo es que las percepciones verídicas, las ilusiones y las alucinaciones son eventos mentales distintos.

¿Cómo diferenciar las percepciones de las ilusiones y las alucinaciones?

Un rasgo de la percepción es que se trata de algo subjetivo. Sin embargo, el que lo sea no es óbice para establecer acuerdos. Si tengo la experiencia visual de que el objeto ante mí es de color azul, partiendo del supuesto de que los demás no son perceptivamente anómalos, es decir tienen una estructura neuro-perceptiva similar a la mía, ha de inferirse que su experiencia visual ante dicho objeto no diferirá de la que tengo; en ese sentido, habrá un acuerdo ante el hecho de que el objeto en cuestión es de color azul. Mi percepción del objeto como algo azul sería verídica.

Este criterio —la publicidad de la percepción—, sin embargo, no es suficiente. Algunas situaciones ilusorias (la doblez del palo sumergido en el agua, el cubo de Necker o el jarrón de Rubin) pueden ser, igualmente, públicas. Por extensión, tampoco podríamos diferenciarlas de las alucinaciones, de hecho; no falta quien sostenga que “la realidad es una alucinación colectiva en la que estamos de acuerdo” (véase, entrevista a la física M. V. Fonseca, 2022).

Por lo tanto, no existe forma exhaustiva para diferenciar una cosa de la otra. Y si esto es así, ¿cómo puede ser la experiencia perceptiva lo que corrientemente entendemos por tal? Posiblemente sea cierto que no podemos demostrar que no somos un cerebro en una cubeta (J. Dancy, An Introduction to Contemporary Epistemology, 1985), y —en realidad— nuestras experiencias perceptivas han sido deliberadamente inducidas: estamos inmersos en una gran simulación.

Es decir, podría sostenerse que incluso lo que llamamos percepción verídica es ilusoria o alucinatoria: Lo que llamamos percepción verídica sería indistinguible de las ilusiones y de las alucinaciones: ¡Serían idénticas! Aunque esto es exagerado y es inconsistente con el sentido común (realismo naïve).

Sentido común

La filosofía del sentido común se remonta a pensadores como T. Reid, A. Ferguson, D. Stewart, defiende claramente una postura anti escéptica y postula que las sensaciones de nuestras percepciones no son meras ideas o impresiones subjetivas (contra Hume y Berkeley), sino que llevan consigo la creencia en las cualidades correspondiente a objetos externos. De este modo, el sentido común nos remite a un conjunto de verdades incontestables, v.g. “hay un cuerpo humano que es mío” (véase, G. Moore, Defence of Common Sense, 1925), “el presente texto trata de la percepción”, “hay objetos (cosas) materiales”, etc.

Desde luego, si se trata de tener una perspectiva científica (cualquier cosa que eso signifique), entonces habría que poner el sentido común entre paréntesis: De acuerdo con el sentido común, algunas cosas son circulares, pero —desde una perspectiva científica— la circularidad no es instanciada por nada en el mundo; aunque las cosas se presenten ante nosotros como redondas, “en realidad” no lo son. Bajo esas premisas, la materialidad de las cosas, que tiene un profundo arraigo en el sentido común, tendría que desestimarse igualmente.

Postular, por lo tanto, una ontología del sentido común está condicionado por nuestras prácticas lingüísticas y estructura cognitiva básica. Dicha ontología puede ser redefinida, corregida —incluso anulada— por una ontología científica para propósitos científicos. Pero, aunque ello sea así, es la primera, más que la segunda, la que nos ofrece las coordenadas fácticas desde las que interactuamos cotidianamente.

¿Hay límites para nuestras percepciones?

Si la distinción entre percepciones verdaderas, percepciones ilusorias y percepciones alucinatorias puede determinarse de modo exhaustivo (son distinguibles), entonces las percepciones que tenemos de las cosas han de darse bajo ciertas condiciones (restricciones). Mi percepción de que “el objeto x es P” es verídica si y solo si el objeto x es P; mi percepción de que “el objeto x es P” es ilusoria si y solo si el objeto x tiene una propiedad (o conjunto de propiedades) Q tal que Q excluye la propiedad P; mi percepción de que “el objeto x es P” es alucinatoria si y solo si x no existe.

Por lo anterior, si las percepciones que tengo de mí son verídicas, entonces solo puedo tener percepciones de propiedades que verdaderamente satisfago: Si mi estatura es de 1.70 metros, es imposible tener la percepción verídica de que tengo la estatura promedio de un jugador de la NBA; no puedo tener la percepción verídica de que soy hombre, si soy mujer. Podría tener percepciones de tales cosas, o de otras más extravagantes: Percibir que soy Superman o Gokú, o que soy un héroe de la mitología griega o que soy un caballo pura sangre. Tales percepciones —bajo el supuesto de que sean sinceras— tendrían que ver, no con cómo son las cosas, sino con cómo las imaginamos. Pero la imaginación —aunque pueda relacionarse con la percepción— es otro tema.

Si las percepciones son indistinguibles, entonces desde el punto de vista perceptivo, todo es lo mismo. El sentido común, por fortuna, muestra que no es así.

El autor es académico de la Universidad de Panamá

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