A pie por Salsipuedes

Actualizado
  • 16/07/2016 02:00
Creado
  • 16/07/2016 02:00
De zona marginada a popular arteria comercial, el callejón histórico añora mejores día

A Rosa González la conocí tras una desgastada máquina de coser, sumergida entre trapos y cartuchos, escondida en uno de los quioscos de buhonería de la bajada del Salsipuedes. Estaba afanada: eran poco menos de las 12 mediodía y aún no había vendido ninguna de las mieles que exhibe sobre una mesa ni las chácaras que tiene guindadas.

CÉSAR DEL VASTO

‘La importancia de Salsipuedes radica en que ahí se dieron las primeras manifestaciones de desarrollo, tanto económico, como deportivo, social y cultural del país. '

HISTORIADOR PANAMEÑO

Su negocio había abierto dos horas antes, que se le hicieron eternas. Nadie había llegado a preguntar por nada. Ella, se dedicaba a coser un traje negro y blanco que alguno de sus clientes, los contados transeúntes del lugar, le había dejado el día anterior para remendarlo. Con eso ganaría un par de dólares. Pero Rosa tiene un consuelo: la mala racha de su negocio es la misma que la del otro centenar de buhoneros que aún le dan vida a la histórica bajada.

Es curioso: desde fuera, Salsipuedes, esa angosta avenida que conecta la Central, Santa Ana, Avenida B y San Felipe, se ve como un mercado persa en punto de ebullición. Caminarla es un viaje sensorial.

El oscuro, angosto y largo callejón envuelve al visitante. Parece querer explotar por lo apresado que está entre edificios centenarios que una vez fueron majestuosos.

Por ejemplo, el edificio de La Pollera, una estructura en art déco con amplios balcones y revestida de azulejos, en cuya falda los negocios parecen pequeñas cuevas repletas de cutarras, tembleques, sombreros, motitas y accesorios de la pollera.

Salsipuedes es la meca comercial para todo lo que tenga que ver con los trajes típicos panameños. Allí no sólo se venden, sino que también se producen. Hay un taller de confección de polleras, donde las artesanas hacen su labor con las telas de zarazas colgadas y rozándoles la frente.

Pero también la angosta calle huele a cuero, a incienso, y en ocasiones, de golpe, a yerbas como ruda, contragavilana, rompe saragüey, espanta muertos, cola de caballo, abre camino y albahaca. Los remedios naturales son una de sus especialidades.

HILARIO MORENO

‘‘En un principio vendíamos solo chucherías y ropa barata. Después se puso de moda lo típico y empezamos a vender accesorios de la pollera

BUHONERO DE SALSIPUEDES

El centro de la vía está inundado de quioscos de zinc y madera, dispuestos uno detrás del otro, donde hay más oferta: libros y revistas de segunda mano, chucherías, bisutería, tabaco, frutas, implementos para la cocina, instrumentos musicales, rollos de cuerdas, gorras, cuadros de santos, camisas y correas.

No se sorprenda. Esto no acaba: hay relojerías que parecen madrigueras, una sala de belleza unisex que promete tener la cura de la calvicie y una pequeña fonda. También tiendas esotéricas donde se venden santos, resguardos, sahumerios y pócimas para encontrar la buena suerte y el amor perdido.

Caminar en fila india resulta lo ideal para esquivar el roce casi obligado con otras compradores descuidados, los niños, transeúntes, vecinos y turistas. Además hay que aguantar el exceso de ruido: los vendedores hablan permanente entre sí, mientras los ambulantes pregonan los billetes de lotería que les quedan o el sabor de la chicha que venden ese día.

Pero Rosa está envuelta en su silencio y concentrada en el traje que tiene frente a sí. Quizá esa sea su única entrada durante el día. Las ventas y su destino no son lo que esperaba.

Desde los 23 años es buhonera; ahora tiene 53. Ella nunca se vio vendiendo: de niña quiso ser maestra, pero la pobreza la obligó a dedicarse a la agricultura apenas salió de sexto grado. A los 18 años emigró de Coclé con su esposo.

‘Comencé a vender cacharritos en la calle, en las afueras de Salsipuedes. Luego, en un local necesitaban una modista, y como yo había aprendido el oficio por mi abuelo sastre, me dieron el trabajo. Después, solicité un local y empecé sola en 2002', cuenta.

En buena época (de octubre a enero, por las fiestas patrias, la Navidad y el inicio de la época escolar) gana $300 al mes. En la mala, el resto del año, $60.

‘No soy una persona de lujos, vivo como lo hacíamos en el campo', dice. No come ‘manjares': su plato de comida solo tiene lo justo (arroz, lentejas y tajadas de plátano). La carne le resulta como el caviar, que se deja para ocasiones especiales o cuando hay un dinerito extra. En su casa no hay muebles para sentarse ni baño adentro. Apenas tiene electricidad.

Las cosas no han sido fáciles, dice, menos ahora que lleva un año viuda y con Salsipuedes en el limbo. Tiene tres hijas y la única con la que vive tiene problemas de salud. La propia Rosa perdió la vista de un ojo.

UNA BAJADA CON HISTORIA

Cuenta el historiador César Del Vasto que la calle nació en el siglo XIX debido a que en San Felipe, el entonces barrio de la clase alta, no se le permitía hacer negocios a quienes no fueran parte de la élite. Con Salsipuedes, la cuna del arrabal, empezó la expansión de la ciudad de Panamá.

La Avenida Central era la arteria principal de los negocios de lujo, mientras que en las calles adyacentes, entre ellas Salsipuedes, las personas marginadas y sin mucho dinero para invertir colocaban sus tiendas, relacionadas con labores que no querían hacer los demás. Pero no fue hasta el siglo XX que el sitio tomó auge, ‘vida y fama', dice el historiador, debido a que los chinos popularizaron los juegos de azar que atraían a las multitudes.

El área pronto se llenó de cantinas y prostíbulos. Las riñas entre ‘gringos xenófobos', como los describe Del Vasto, y negros e indios eran el pan de cada día. Los chinos se inventaron un remedio: el que entraba por esa calle a pelear podría ser capturado, picado y comido. Entonces fue que nació el popular nombre de la calle: Salsipuedes, refiriéndose a lo peligroso de este callejón.

El vendedor Hilario Moreno, que se autoproclama como uno de los primeros vendedores panameños en la zona —llegó en 1969—, tiene otra romántica versión.

‘Todos los productos del interior llegaban al muelle fiscal por barco, porque no había carretera ni carro. Luego se repartían en la ciudad en carretillas. Las calles que salían del mercado eran empinaditas, así que todo el mundo daba la vuelta por Salsipuedes. Como la calle se llenó de buhoneros, cantinas, prostíbulos y mucha gente, se le decía sal si puedes'.

Según el historiador Del Vasto, con la expedición de una ley a favor del pequeño comerciante panameño en los años cuarenta, durante el gobierno de Arnulfo Arias, se fueron estableciendo más locales. No obstante, fue en los 60, con el régimen del General Omar Torrijos, que se eliminó el tránsito vehicular en esta calle y se comenzaron a levantar las toldas para que panameños compitieran contra el comercio chino. Sin embargo, con los años la zona decayó.

‘En los años setenta se reorganizó un poco la zona, pero la crisis de los ochenta impidió que esa labor continuara, pues los recursos que se destinaban a la renovación urbana pasaron a estamentos más sensibles y finalmente se retrocedió hasta llegar a la situación actual', destaca Del Vasto.

MENOS COMPRADORES

‘Hemos tenido buenas épocas, pero desde que en los 90 convirtieron a La Central en peatonal y se le quitó el tránsito vehicular, hubo gente que dejó de venir. Se mató a Salsipuedes en parte. Después empeoró todo cuando el gobierno de Ricardo Martinelli introdujo el sistema del metrobús, y modificó las rutas de buses de Calle 12', dice Hilario Moreno.

Antes del metrobús, Calle 12 era servida por 14 rutas de toda la ciudad. Ahora, solo tres pasan.

Hilario hizo dos años de Economía en la universidad, por eso habla con propiedad de la ganancia en términos de porcentajes sobre la venta. ‘Con el 30%, es decir, con 30 centavos por cada dólar vendido, la cosa está buena', dice. Pero como la cantidad de clientes se ha reducido, sus ganancias han mermado de $60 a $30 diarios.

El vendedor cuenta orgulloso que personajes importantes, como el boxeador Roberto ‘Manos de piedra' Durán, pasaban por el área. ‘Durán y su gran amigo Chaflán caminaban por aquí y bromeaban con la gente cuando iban de paso, camino al gimnasio donde practicaban, el cual quedaba en lo que hoy es el Mercado de Mariscos'.

Políticos y artistas reconocidos también se paseaban por la bajada. ‘Cada artista que venía a Panamá en los años sesenta y setenta pasaba por aquí y se tomaba fotos, como la famosa argentina Isabel Sarli, una mujer despampanante que alborotó a todos con una mini falda de esa época', recuerda, antes de hacer la salvedad de que el cantante puertorriqueño Isamel Rivera también visitó el lugar.

Moreno deja las anécdotas para concentrarse en una cliente que pregunta por joyas de fantasía. Su rutina de venta es siempre la misma: Un saludo de cortesía, una guía profesional y una promesa de descuento.

—Le cuesta 12 dólares, pero se lo puedo dejar en 11—, le dice a la mujer, quien termina seducida por la cortesía del vendedor.

Maximina Salazar, una vendedora con copete ochentero a medio lado, grandes zarcillos rectangulares y tabaco en boca, enfatiza en la idea de que ‘sin buses de Calle 12 no hay gente, sin gente no hay venta y sin venta no hay plata'. Entonces espera que el anunciado proyecto de revitalización de Salsipuedes, que ejecuta la Alcaldía de Panamá por $2.5 millones de dólares, logre traer clientes en masa.

UN FUTURO INCIERTO

El plan del gobierno de la ciudad es recuperar espacio nivelando la calle con la acera, reparar el sistema de desagüe e iluminación, mejorar la fachada de las estructuras y los edificios aledaños e instalar baños públicos y videocámaras de vigilancia. Además, cambiar los quioscos por otros de acero galvanizado y revestimiento interno para aislar el calor. En junio de 2015, 35 quioscos fueron demolidos.

‘Este es el inicio de un anueva era para Salsipuedes. Este sitio es parte del alma de esta ciudad', expresó el alcalde José Blandón ese julio.

Pero hoy Maximina se desespera: en el callejón hay quioscos cerrados y abandonados, mientras los bujoneros esperan que las obras finalmente avancen. En mayo pasado se entregó la orden de proceder. El proyecto debe estar listo en 2017.

Con esto el municipio busca incentivar el desarrollo integral de la zona: que la Central y sus alrededores revivan y se conviertan en la mejor forma de conectar la Plaza 5 de Mayo —donde convergen una estación del metro y otra de bus donde pasan 80 rutas— con San Felipe, uno de los principales atractivos turísticos de la capital.

—¿Después de eso cómo visualiza su bajada de Salsipuedes, Hilario?

—Con una ruta de buses, remodelada y con la gente de vuelta. Usted verá que ya no nos llamarán Salsipuedes por la leyenda china, sino porque toda la gente se querrá quedar comprando cualquiera chuchería. Como antes'.

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