‘Yo sé lo que es la ludopatía... lo viví y no se lo deseo a nadie’
- 15/06/2014 02:00
Abdiel fue por primera vez a un casino la misma noche que cumplió la mayoría de edad. Iba con unos amigos mayores que él. La experiencia le gustó y se empezó a hacer costumbre. Iba de vez en cuando. Primero con los amigos, luego, cuando ya no lo querían acompañar, iba solo.
–La adrenalina que sentía cuando apostaba no se comparaba con nada– recuerda hoy Abdiel–. El problema fue que me quedé enganchado. Necesitaba más y más esa sensación, es igual que el alcohol y las drogas.
Abdiel, de 42 años, cuenta: ‘Al principio fue recreativo, pero después se volvió en una obsesión. Ya no jugaba por jugar, jugaba para ganar dinero, y no siempre me sucedía. Y cuando el dinero se me acababa, lo sacaba de dónde fuera. Pedía prestado, empeñaba cosas... Llegué hasta el punto en que me metí en una relacion homosexual con tal de ‘chulear’ a mi pareja y que me diera dinero’.
–Por culpa de mi ludopatía fracasé en varias relaciones– cuenta Abdiel, quien prefirió que no se revelara su nombre real–. Cuando mis parejas me reclamaban, yo les prometía que lo iba a dejar. Durante un par de días lograba no ir al casino, pero después, al poco tiempo, recaía de peor manera y con más intensidad– acepta Abdiel.
‘Hubo un momento en que salía de casa para ir al trabajo y, en realidad, llamaba a la oficina y me hacía pasar por enfermo. Lo que hacía era irme al casino a apostar’.
–No sé cuanto aposté, no se cuanto perdí. Generalmente perdía más de lo que ganaba. – reflexiona Abdiel–. Y las cosas en casa no iban bien. Hubo una ocasión en que, un día de quincena, cobré y me fui al casino. Me jugué el salario completo. No quería regresar a casa. No sabía que decirle a mi mujer. Lo único que se me ocurrió fue decirle que me robaron la plata.
Ese fue el principio del fin, comenta el ludópata: ‘ La siguiente quincena pasó lo mismo y ya no me creyó. Ella me largó de la casa y me dijo que no quería saber más de mí’.
La adicción al juego, también afectó a su familia , quien sufrió las consecuencia de la enfermedad: ‘Recuerdo la ocasión en que no pagué la letra de la escuela de mi hijo y no le dieron el boletín. Me dio tanta vergüenza, y me sentí tan mal. Me habían despedido de mi trabajo, porque faltaba mucho y no atendía mis labores. Vivía en un cuartito en San Miguelito, me habían quitado el carro y el banco ya había puesto en juicio mi casa, que estaba hipotecada’.
Fue entonces cuando empezó la rehabilitación, cuenta Abdiel: ‘Al principio no quería, no aceptaba que tenía un problema, es más, para mí no había ningún problema. Y empecé a ir a las sesiones, paso a pasó, día a día. Me di cuenta de que había algo mal, de que estaba destruyendo mi vida y la de los que me rodean. La terapia no fue sencilla, varias veces fui nuevamente tentado y regresaba al casino. Y era empezar de nuevo’.
–Y es que no es fácil– asegura Abdiel– como recuperarte de algo cuando tienes la tentación a la vuelta de la esquina, en todos lados, cada vez más y más. Mira para a tu derecha, un casino; a la izquierda, otro; arriba, abajo, donde uno quiera ahí están.
Sí, es un negocio; pero es un negocio que propicia una enfermedad. Y es algo que a muchos no les importa. Ojalá aquellos que están en ese negocio de los trámites de permiso y que lucran de las apuestas y juegos de azar nunca sean ludópatas o vivan o tengan con alguien que lo es. Yo sé lo que es la ludopatía... lo viví y no se lo deseo a nadie”, concluye Abdiel.