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- 15/12/2013 01:00
La noche lejana del 15 de diciembre de 1969, una hilera de siete autos con las luces encendidas en alto se ubicó en la cabecera de la pista del entonces rudimentario aeropuerto Enrique Malek de David, Chiriquí, y dos aviones bimotor, uno que había iniciado vuelo en México, y otro en San Salvador, guiados por el reflejo de aquellas luces, aterrizaron de repente, sin mucho ruido, el primero bajo el mando del legendario piloto de origen norteamericano, Red Grey.
Un par de minutos antes, la voz de Grey, llamado ‘el Gallo Chiricano’, se escuchó como el estallido seco de un trueno en las paredes de la sala de operaciones de la torre de control, cuyo operador central, Ferguson, estaba retenido sigilosamente desde horas antes por tropas de la Guardia Nacional, precisamente a la espera de que estas misteriosas aeronaves aterrizaran. ‘¡Aquí voy!, les comunicó Grey por el radio, y en segundos apareció el aerotaxi bajo su control rodando en la pista oscura y despejada, apenas si alumbrada por los faroles encendidos de la caravana de vehículos allí dispuestos, y enseguida el otro bimotor.
De la primera nave descendieron con prontitud el entonces jefe de la Caja del Seguro Social, Demetrio Lakas; el Mayor Rodrigo ‘Botita’ García, el Mayor Rubén Darío Paredes, el piloto de origen cubano mexicano Antony Posada y el coronel Omar Torrijos Herrera. Y desde luego, el legendario Gallo Chiricano, quien asumió el comando de la nave en San Salvador, una de esas jugadas del azar a favor del destino de Torrijos.
La primera nave era un aerotaxi alquilado, y la segunda, propiedad de un joven y acaudalado empresario salvadoreño, Roberto Sol, casado con una dama panameña de apellido De Pooll.
Poca gente se encontraba a esa hora en los pasillos del aeropuerto provincial de Chiriquí y en realidad a la comitiva no la esperaban más que unos cuantos encargados de velar porque, en efecto, la operación de llegada de las aeronaves y sus tripulantes no tuviese tropiezos.
Ese día las operaciones del aeropuerto transcurrieron en medio de una rara normalidad y como hecho curioso, dos aeronaves de la Fuerza Aérea Panameña, FAP, aterrizaron en la tarde y pocos minutos después regresaron, sin que nadie entendiera la extraña maniobra.
En realidad se trataba de una fuerza de apoyo clandestina a las operaciones de regreso de Torrijos, pero que pudieron despertar sospechas entre los altos mandos complotados, por lo cual, hábilmente le ordenaron su regreso a su base en Panamá.
La tarde noche el país empezaba a entender mejor lo que estaba sucediendo en las altas esferas del poder gubernamental, luego de que en la mañana, de un seco anuncio, la población quedara atónita y despistada.
Las noticias nacionales daban cuenta del decreto por medio del cual la Junta de Gobierno Provisional prohibía al Coronel Torrijos su regreso y lo destituía de la Comandancia de la Guardia Nacional.
El decreto había sido firmado por los coroneles Amado Sanjur, Ramiro Silvera, Luis Nenzen Franco y leído además por el coronel José María Pinilla, de la Junta de Gobierno Provisional.
En el momento de la intentona de golpe, el coronel Pinilla había llamado directamente a Torrijos a México, a decirle que había sido destituido y que, por tanto, no regresara a Panamá.
Y Torrijos, el día anterior 14 de diciembre, había viajado en compañía de los Mayores Rubén Darío Paredes y Armando Abel Contreras, invitado por su amigo Demetrio Lakas, Director de la Caja del Seguro Social, aparentemente para presenciar el IV Clásico Internacional del Caribe en el Hipódromo de las Américas de la capital azteca, en el que estaba participando la yegua panameña ‘Quimera’.
El Coronel y Lakas se hospedaron en un hotel vecino del hipódromo y allí mismo estaban el criador de caballos Fernando Eleta Almarán y su esposa Graciela.
Cuando Torrijos recibe la escueta y arrogante comunicación de Pinilla, monta en cólera, y comunica a sus amigos lo que acaba de oír. Llama a Fernando y todos se reúnen en el hotel a discutir los alcances de la noticia. La decisión en medio del acaloramiento inicial es regresar. Están conscientes que el tiempo juega en contra.
El criador de caballos, al fin y al cabo con experiencia empresarial y negocios, impone su cordura de negociador, y empieza a buscar en las páginas amarillas de un directorio local y encuentra una compañía de aerotaxis que les puede regresar.
Los preparativos se hicieron rápido, la logística funcionó no se sabe de qué manera, y antes de salir de territorio mexicano, la aeronave, con los turistas de regreso a su país, Panamá, aterriza en un aeropuerto fronterizo con Guatemala, para reabastecerse, y ahí descubren en bultos de periódicos, que la noticia está en los tabloides vespertinos.
El piloto Antony Posada aún no está enterado de quiénes son sus pasajeros, y menos podía saber la noticia para no frustrar el regreso.
La nave y sus pasajeros prosigue y la parada siguiente ocurre en San Salvador. En el aeropuerto el piloto Posada es alertado por las autoridades locales sobre quiénes son sus pasajeros, pero además, surge la posibilidad de suspender el viaje.
El caballista Fernando Eleta se había quedado en México, y en El Salvador, se encuentran con el coronel Rodrigo ‘Botita’ García, quien se encontraba casualmente en esa nación.
Un hecho inédito se presenta en este escenario: Torrijos había sido formado en la Academia Militar de ese país y tenía como amigos, al igual que Rodrigo García, a quienes en ese momento tenían la seguridad y el estamento militar en El Salvador.
El mando civil y militar panameño, en medio de sus festejos alucinantes del golpe aparentemente exitoso, ya había contactado a los salvadoreños y ahora el dilema era si el aerotaxi podría despegar o no y si Torrijos tenía libertad de movimiento.
El desánimo se apoderó de Torrijos por dos razones básicas: el piloto cubano-mexicano se negaba a continuar el viaje y los compañeros de academia y armas de Torrijos no se mostraron solidarios como lo esperaba. Ni le proporcionaron siquiera un revólver de papelillo, tampoco le facilitaron la aeronave que requería para superar el aparente impasse con el piloto Posada. Fueron minutos angustiosos.
El piloto Posada se da cuenta de que su misión es demasiado arriesgada. Pero otro hecho favorece la estrella del destino del coronel destituido. Allí también aparece ‘Gallo Chiricano’ y se une al equipo sin mucha vuelta y se ofrece a pilotear el aerotaxi.
Las autoridades militares salvadoreñas no se atreven a detener al coronel Torrijos, y en medio de la tensión alguien gritó con fuerza: ‘¡México no se rinde, carajo!’ En medio de esta confusión es que aparece el empresario Sol, quien había llegado al aeropuerto en su propia aeronave y celebraba algún negocio, y en medio de los tragos, supo del incidente y negativa de los militares salvadoreños y del piloto Posada, y ofreció su avión.
Finalmente las dos aeronaves despegaron del aeropuerto de San Salvador, y en el avión del empresario Sol optaron por viajar el coronel Contreras, Lucho García, el chambelán de Torrijos, el piloto salvadoreño que guiaba la nave y un coronel salvadoreño de apellido Cucalón, amigo de Torrijos, quien de su propia decisión arriesgó acompañar esta misión. Poco después se sabría que por este hecho cayó en desgracia en su país.
CRONOLOGÍA DE LA DESTITUCIÓN
La mañana del 15 de diciembre, en la Comandancia del Cuartel Central en la Avenida A, se autoproclamó comandante en el Escuadrón de Caballería el coronel Ramiro ‘Pili’ Silvera Domínguez y en su condición, destituye a Torrijos y lo acusa de querer imponer un gobierno comunista. La novedad sacude a Panamá.
Un par de horas antes de dicha proclama, el mayor Manuel Antonio Noriega, Comandante de la Zona de Chiriquí de la Guardia Nacional, recibió una llamada de México y es el coronel Torrijos, quien le informa lo acontecido, lo pone al tanto de las palabras del coronel Pinilla, y prácticamente en ese momento, el mayor Noriega se entera de la delicada situación. Es su primera noticia.
Le dice entonces a Torrijos: ‘véngase rápido y no me llame más, porque la miseria humana es grande. Hasta los amigos más íntimos y familiares lo traicionarán’.
Antes de cerrar el teléfono, el coronel Torrijos le explicó al mayor Noriega que había hecho gestiones para intentar la entrada por la ciudad de Colón en donde Torrijos y Paredes habían sido comandantes de Zona y Lakas era de allí, y sin embargo, el encargado de la Zona, Mayor Ángel Mina, les había dicho que todas las gestiones habían fracasado.
Después, Noriega recibe la llamada de los complotadores desde la Junta Provisional y lo citan a una reunión urgente en Panamá.
Conocedor de lo que estaba sucediendo, Noriega usa como excusa para no viajar de urgencia el rebrote de un reducto guerrillero en el área fronteriza con Costa Rica. Y el Coronel José María Pinilla concluye que es importante que permanezca en Chiriquí y lo releva de la cita. Este movimiento fue fundamental en los planes del retorno de Torrijos.
Sin recibir llamada de Torrijos, el mayor Manuel Antonio Noriega empieza a actuar.
Es cuando ordena retener al operador de la torre de control del aeropuerto y contacta a varios amigos pudientes del coronel Torrijos en territorio chiricano como el doctor Jorge Abadía Arias y los hermanos González Jurado y los pone en conocimiento de los hechos. No hay nada público aún.
Mientras tanto, en Panamá, la Junta Provisional al mando de Pinilla y los militares al mando de Silvera también pretenden ganar tiempo citando a todos los comandantes de Zona del país y a los altos mandos para alinearlos y poder así mostrar al país, una vez destaparan la noticia, unidad de cuerpo y de voluntades.
Entre sus movimientos estuvo, primero que todo, la misión encomendada al jefe de la inteligencia (G2) de la Guardia Nacional, coronel Alejandro Araúz, y al agente Blades, encargado de la seguridad personal de la señora Raquel Pauzner de Torrijos, le informan lo que está pasando con su esposo, le piden que los acompañe y le dicen que el coronel Serafín Angueira (de las fuerzas militares acantonadas en la Zona del Canal) le ofrece protección en la base de Clayton.
Ella salió a recibirlos en bata de dormir, pues era muy temprano, y les pide excusas por un momento para ajustar sus vestimentas. Aprovecha y llama a Ricardo de La Espriella.
Su intuición femenina percibe que le están tendiendo una trampa en esta invitación. ‘Gana tiempo’, le dice el amigo al otro lado de la línea telefónica. Y ella les indica a los visitantes que regresen luego mientras termina de arreglarse y organizar sus bártulos. Salió de su casa, De La Espriella la recogió en algún lugar preestablecido y no se supo a dónde la escondió.
MARCHA HACIA LA CAPITAL
De nuevo en el país, menos de 25 minutos después de su entrada súbita por el aeropuerto Enrique Malek de David, y sentado en la misma silla de la Comandancia de la Zona de Chiriquí de la Guardia Nacional, que años antes ocupó, el coronel Torrijos Herrera levantó el teléfono y empezó a llamar a los comandantes de todas las Zonas militares, y les dijo a cada uno lo mismo: ‘Te habla el coronel Torrijos. Estoy en el cuartel de David. ¿Te sumas o te restas?’.
Fue el principio del regreso triunfal de Omar Torrijos a Panamá, luego de un viaje a México, que resultó accidentado y que apenas duró escasos dos días.
Por su parte, del otro lado de la situación, entre los militares jubilados de la Junta Provisional al mando de los coroneles José María Pinilla y Bolívar Urrutia Parrilla, existía la seguridad de que el golpe y la destitución de Torrijos estaban perfectamente consolidados.
Paradójicamente ambos habían sido jubilados de manera repentina por Arnulfo Arias el 11 de octubre del 68, hecho que justificó en parte la asonada militar que derrocó a Arias Madrid.
Las movidas certeras de Manuel Antonio Noriega serían fundamentales para los siguientes pasos del coronel Torrijos, de nuevo en Panamá.
Entre los movimientos seguros de Noriega estuvo el respaldo del mayor Elías Castillo, jefe del emblemático Cuartel de Tocumen, y el montaje de varias retaguardias, entre ellas la de Colón con el capitán Jack Smith, famoso basquetbolista, quien se comprometió a apoyar todas las acciones a favor del retorno de Torrijos.
Noriega aprovechó que todos los jefes de Zona estaban reunidos en la Comandancia por órdenes superiores, y contactó a mandos medios en algunas regiones, con quienes manejaba relaciones personales.
Elías Castillo lo había reemplazado en la comandancia de Tocumen y el capitán Smith fue su compañero en Colón.
También había contactado a los sindicalistas de las bananeras y el transporte locales y les había explicado la situación. Solicitó apoyo popular y lo consiguió silenciosamente. Reunió a la tropa y trancó la carretera Panamericana, a la altura de Tolé, que comunica Chiriquí y Veraguas, y allí utilizó la presencia del dirigente Ítalo Antinori Murgas para que no dejaran pasar autos.
Por no arriesgar o poner en peligro la operación de regreso del coronel Torrijos ni despertar sospechar fue que devolvió las dos aeronaves de la FAP al mando de los intrépidos subtenientes Pascual González y Carlos Arosemena King. El jefe del G4, mayor Luis Segura, un tanto alarmado, le había preguntado en tono enérgico que cuál es el relajo y Noriega lo calmó con cualquier excusa dirigida a la idea de las guerrillas en la frontera.
Asegurados los costados de penetración, en control del aeropuerto, con el respaldo popular resuelto, y la oficialidad joven a su favor, Noriega reúne a toda su tropa y oficialidad y comunica mediante proclama que se declara en desobediencia y por tanto desconoce el decreto de destitución que proclamó el coronel Ramiro Silvera Domínguez.
La mañana del 16 de diciembre de aquel año, despuntando el alba, el regreso de Torrijos es noticia nacional.
Monchi Cano, director de la radio local Ondas Chiricanas, suelta la primicia de que Torrijos ha regresado a Panamá y se encuentra en Chiriquí. Y Radio Mía entra en cadena nacional y se inicia una transmisión maratónica.
Torrijos va capitalizando multitudes y asegurando el control de los cuarteles y la radio contando cada suceso en vivo.
Solo una disidencia alteró la emotividad reinante y a Torrijos habría de dolerle profundamente. El cuartel de Veraguas, su tierra natal, no quiso jugar a la suma de voluntades.