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- 08/01/2012 01:00
- 08/01/2012 01:00
No fue el primero. Tampoco la primera vez: los ataques del presidente Ricardo Martinelli a los medios el pasado lunes, en la Asamblea, vienen a sumarse a otros anteriores, y a alimentar una ola de enfrentamientos que en la región los mandatarios mantienen con el periodismo y que alertó a muchos.
Ya lo había hecho antes. Tal vez con menor contundencia, agresiones y rechazos públicos devinieron, en octubre, en la fugaz y frustrada campaña ‘Basta ya’.
Hubo más. El 21 de noviembre, por ejemplo, anticipó un cambio en la estrategia de comunicación cuando no respondió a las preguntas de los periodistas en el hospital Oncológico Nacional. Las quejas, a partir de entonces, las difundió en su twitter, matizando análisis sobre la cobertura del retorno de Manuel Noriega, con demandas concretas (‘le pido encarecidamente a canal 13 sean mas objetivos’) y otros anuncios como la versión local del ‘Aló presidente’ venezolano: ‘A partir de enero tendremos en cadena nacional todas las semanas ‘El Presidente Informa’’, escribió el 10 de diciembre.
El lunes fue el punto culmen de la sucesión. Una teatralización con la que el Gobierno terminó de implementar una mecánica que bien podría resumirse así: no rendir cuentas, no contestar y atacar.
Y que, además, puede interpretarse como los últimos fotogramas de una película de escenas crispadas.
CONTRAPUNTOS
La acusación de que los medios lo persiguen, atacan y solo muestran el costado negativo de la gestión, repercutió previsiblemente entre los actores involucrados.
Desde las organizaciones de periodismo emitieron un alerta por lo que interpretan como un intento de cercenar la libertad de expresión. En el entorno presidencial reflotaron las teorías que interpretan a los medios como empresas con intereses y una capacidad irrisoria de influencia. Entre unos y otros, analistas alarman sobre un discurso con sesgos totalitarios, que pretende dominar los mensajes públicos e influenciarlos hasta lo imposible.
Existe un consenso unánime sobre la misión del periodismo: investigar e informar sobre los hechos de gobierno y ser el nexo a través del cual la gente pueda acceder a datos que de otra manera le sería imposible.
Está claro que de no ser así, los ciudadanos panameños nunca hubieran conocido los pormenores de la misteriosa compra de radares y equipo de seguridad a Finmeccanica, ni las titulaciones de tierras estatales a allegados del Presidente y de sus ministros, por citar algunos casos.
Si lo mejor que el periodismo puede aportar a la democracia es hacer que el poder rinda cuentas, ¿por qué el poder político se molesta tanto?
Parece que es el contrapunto lógico de cualquiera que es puesto en el banquillo de los acusados. Hay dos reacciones posibles: reconocer el error y subsanarlo, o matar al mensajero. Martinelli eligió la segunda.
‘Este señor tiene una concepción autoritaria y un desprecio profundo por la información y la libertad de expresión’, arriesga Miguel Antonio Bernal.
La tensión, de todas formas, es algo usual e inherente al juego de poder: ‘Es lo típico en mitad de mandato. Los medios, en sintonía con la ciudadanía, comienzan a señalar y exigir más; los gobiernos, en lugar de renovar y refrescar el gabinete, por ejemplo, reaccionan con la denuncia y exigen a los medios que le hagan de relaciones públicas’, acota el analista Jaime Porcell.
Ahora, ¿tienen acaso los medios el poder de incidir en las mentes de los ciudadanos? ¿Si se controla los medios se controla al hombre?
‘Está claro que no’, dice Porcell, pero resulta que hay una creencia generalizada de que sí: ‘Todos creen que si tú publicas que fulano es feo, el lector va a pensar que es feo, como si fuera una inyección en el cerebro’.
El reconocido sociólogo y semiólogo Eliseo Verón, es rotundo a la hora de derribar el mito: ‘Los medios no determinan nunca nada. Sí generan una alimentación permanente de elementos, de temas o figuras que después la gente trabaja para llegar a una opinión. No hay una relación lineal’.
MAL DE MUCHOS...
Ya lo apuntó Maquiavelo en los consejos a El Príncipe: ‘Todos ven lo que aparentas, pocos advierten lo que eres’. En clave actual: los políticos, en general, elaboran una hipótesis muy específica acerca de lo que son los medios, cómo hay que usarlos y qué importancia tienen. Montan escenarios, eligen adversarios y amigos discursivos, y se construyen a sí mismos con ciertas características o cualidades. En fin, intentan dominar los mensajes.
Esto se replica en Francia, con el mediático Nicolás Sarkozy y, por ejemplo, en España, donde la crispación por la crisis tuvo un capítulo carbonizado con periódicos y la televisión.
Por supuesto, en Latinoamérica, donde podría decirse que hay una estrategia común: ‘Si se puede caracterizar el neo-populismo como la búsqueda de un contacto directo con el pueblo, el obstáculo inmediato son los medios. Entonces hay que desembarazarse de eso’, analiza Verón.
¿Es esto lo que ocurre en Panamá? Para Bernal no es asimilable: ‘Un Correa y un Chávez pueden tener una estrategia, son más educados. Aquí hay una decisión de manipulación mediática de un Gobierno arrogante y soberbio’.
Ahora, si se menosprecia a los medios, ¿por qué tamaña obsesión por controlarlos? A Verón le resulta extraño: ‘No es fácil comprender. Si uno tiene tanta desconfianza es porque les atribuye un poder muy grande. Esto ha pasado en los sistemas democráticos de muchos países, pero es paradójico porque le están atribuyendo un poder a los medios que para mí no lo tienen hasta ese grado, o no es tan grande como para que se los pueda acusar de desestabilizar o complotar’.
En fin, una tensión antigua, usual y mundial, que en Panamá refleja el nerviosismo de un escenario político polarizado, justo en la mitad de mandato.