Huecos, baches o alcantarillas sin tapa ponen en riesgo a los conductores que transitan por las deterioradas carreteras de Panamá, bajo lupa con una nueva...
- 09/09/2012 02:00
Aquel martes 11 de septiembre de 2001, las imágenes transmitidas desde Nueva York por las cámaras de televisión, las Torres Gemelas impactadas por dos aviones comerciales, sacudieron al mundo.
Horror e indignación generó de inmediato esa acción demencial ante las escenas de muerte de miles de personas.
Posteriormente se conocerá de otras dos naves, la que atacó al Pentágono y la que fue derribada por la acción heroica, se afirma, de sus propios pasajeros.
LOS MOTIVOS DEL 11-S
El periodista Robert Fisk ha insistido en señalar que hay una pregunta que nadie contesta: ¿Cuál fue el motivo? o ¿el porqué? (ver La Jornada. México, 7 de septiembre 2011. p.31). La comisión bipartidista investigadora del senado estadounidense la soslayó y un grupo significativo de la organización Arquitectos e Ingenieros por la Verdad apuntalan la llamada teoría de la conspiración, por la manera en que se derrumbaron las torres gemelas y por hallarse rastros de explosivos termitas (ver www.ae911truth.org).
Adentrarse en ese debate tomará mucho tiempo a menos que una especie de wikileaks dé a conocer los intríngulis de ese ataque terrorista.
Lo que sí se sabe es que fue ejecutado por una organización, Al Qaeda, dirigida por el millonario saudí Osama bin Laden, armada, entrenada y financiada por la CIA para combatir la ocupación soviética en Afganistán.
LOS BENEFICIOS DEL 11-S
Podremos desconocer, por el momento, el motivo de los ataques, pero sigue siendo evidente quiénes se beneficiaron por un lado, y quiénes siguen pagando el costo por el otro.
Los primeros beneficiarios fueron el Presidente de los EEUU de aquel entonces, George W. Bush, y su entorno vinculado a la industria petrolera y la de guerra. Además, el 11 de septiembre sirvió para sepultar su ilegitimidad por el fraude cometido en la Florida gracias al aval por los cinco magistrados conservadores, nombrados por presidentes republicanos, incluido a su propio padre.
Explotaron con habilidad el patriotismo estadounidense y el miedo. Nueve días después, el 20 de septiembre al comparecer ante el Congreso impuso una unidad sin disidencia al proclamar: ‘o están con nosotros ó están con los terroristas’.
Un mes después, el siete de octubre, se lanza la guerra atacando a Afganistán. Dos años después (2003) recurren a acusaciones sobre la existencia de armas de destrucción masiva y el supuesto apoyo de Saddan Husein a Al Qaeda para ocupar militarmente Irak.
Si observamos que de los 19 terroristas involucrados en el secuestro de los aviones 15 eran saudís, ninguno era afgano ni iraquí, resulta más fácil descubrir que la verdadera intención fue recuperar el control de los recursos energéticos de esos dos países.
LOS AFECTADOS POR EL 11-S
¿Quiénes perdieron? Perdieron los ciudadanos del mundo, incluyendo a los propios estadounidenses. La llamada Ley Patriótica, aún vigente, dio superpoderes al presidente Bush y trastocó las libertades y garantías individuales. Propició, sin orden judicial, el espionaje telefónico, de correos electrónicos, la proliferación de cámaras de vigilancia y el registro impúdico en los aeropuertos. Creó un nuevo ministerio (secretaría), la de seguridad interna que dirige Janet Napolitano.
La legalidad internacional es ignorada. Todo aquel que se presume culpable es arrojado a cárceles clandestinas en vuelos secretos y sometidos a indescriptibles torturas.
Sin ningún asomo de arrepentimiento George W. Bush reconoce en sus memorias (Decision Points) haber ordenado el empleo de torturas y particularmente el ahogamiento simulado ó ‘waterboarding’.
Los que están en Guantánamo no son prisioneros de guerra, son catalogados como ‘enemigos combatientes’, desprovistos de derechos humanos y garantías procesales. Por ello, el presidente Jimmy Carter afirmó el 24 de junio pasado que los EEUU —signatario de la de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948— viola impunemente 10 de los 30 artículos (ver en New York Times, June 24, 2012).
A LOS 11 AÑOS DEL 11-S
Después de 11 años (2001 – 2012) hay más violencia e inseguridad en el mundo. No se ha cerrado ese capítulo.
El actual presidente Barak Obama, premio Nobel de la Paz, prometió ponerle fin a la guerra y clausurar la prisión en Guantánamo y los poderes fácticos de la banca y de las armas se lo han impedido. Sin embargo su gobierno ha contratado mercenarios, permitido ejecuciones extrajudiciales como las que continuamente efectúan los aviones no tripulados o drones en Pakistán y Yemen. Esos mismos mercenarios, que antes emplearon en Afganistán, Irak y Libia, están hoy en Siria.
La guerra solo beneficia a los mercaderes de la muerte.
En medio de la crisis global, económica, alimentaria, energética y del medio ambiente, los recursos destinados a la guerra deberían invertirse en el bienestar social de la humanidad.
EFECTOS DEL 11-S EN NUESTRO PAÍS
En Panamá hay quienes quieren jugar a la guerra pretendiendo ganar indulgencias para continuar con el gasto desmedido y sin atender prioridades.
Por eso, resulta preocupante que un país como Panamá, con tantos problemas pendientes de resolver, gaste una millonada adquiriendo equipos, como radares (cuyos costos se cuestionan), aeronaves de combate, instalando bases aeronavales, respondiendo a la concepción militar con la que Washington pretende combatir las drogas dirigidas a su gran mercado sin que, además, le cueste mucho a ellos.
Mientras eso hacemos, por ejemplo, no hay una consistente política agropecuaria que ayude a producir alimentos baratos y apoyar a los productores, seguimos sin resolver las precarias condiciones de hospitales y el abastecimiento de medicamentos.
La tolerancia, la transparencia, la participación ciudadana y la conservación del ambiente natural y una mejor distribución de la riqueza pavimentan la seguridad y la paz entre los seres humanos.