Elecciones presidenciales de Panamá en el año 1968

El proceso electoral de 1968 ofrece lecciones que merecen algunos comentarios. Fue tan evidente el personalismo y sus secuelas, que todo...

El proceso electoral de 1968 ofrece lecciones que merecen algunos comentarios. Fue tan evidente el personalismo y sus secuelas, que todo análisis no podría proyectarse sobre el pensamiento doctrinario de los candidatos, o sobre las concepciones que los mismos tenían sobre los problemas patrios. La pugna no se planteó en ese nivel. No fue una pugna programática. Fue, desde luego, una lucha por intereses. Eran los mismos luchando por las mismas. Era una lucha de predominio que, por carecer de contenido ideológico, fue hasta instintiva, del carácter de lo primario.

Se podría decir que casi al margen del proceso se montó un pequeño tinglado ideológico en el que los comunistas y otros izquierdistas hacían ejercicios dialécticos y hasta ligeras prácticas contra los demócrata-cristianos y el imperialismo. Al final, quedaron infiltrados, tácticamente, en el seno de los dos grandes grupos en pugna.

No nos ocuparemos, por tanto, de las diputas doctrinales, sino de las controversias suscitadas en los planteamientos tácticos de la campaña. Se trata de un testimonio estrictamente político.

LAS FIGURAS EN PUGNA

En la contienda electoral tres figuras se disputaron la Presidencia de la República. Cada una respondía a una trayectoria personal y sometía su conducta electoral a una táctica precisa.

El doctor Arnulfo Arias fue dos veces presidente de la República. En 1941 fue derrocado por el gobierno de Estados Unidos y en 1951 lo fue por la oligarquía, la Guardia Nacional y por sectores políticos nuevos. Su pasado político más remoto lo señalaba como un nacionalista intransigente y en acción contra el militarismo y la oligarquía.

En el año 1964, una gran alianza de la oligarquía con la Guardia Nacional y otros sectores impidió su triunfo electoral. La conducta del Gobierno de los Estados Unidos en el proceso de 1964 fue de relativa neutralidad. Lo que, sin duda, constituyó un triunfo para Arias o una esperanza para próximos torneos. En el año 1968, Arias se dedicó a cultivar a sectores de la oligarquía, a elementos políticos que participaron en su derrocamiento de 1951, y a oficiales de la Guardia Nacional. Fue una labor sutil, paciente, pero definida. Era igualmente, el candidato de las simpatías aparentes del Departamento de Estado. Además, respondía a los procedimientos populistas, pero sin sistematización y tenacidad.

El ingeniero David Samudio desde 1964 se perfilaba como el candidato presidencial del Liberalismo. Se destacó por su capacidad de trabajo y por su decisión de estructurar un partido liberal con algunas ideas reformistas. Te prestaba el llamado neoliberalismo y calcó del liberalismo colombiano algunos principios intervencionistas de alguna utilidad en el campo fiscal. Su condición de abanderado del partido liberal respondía a sus propios méritos, a su perseverancia.

En 1967, el ingeniero David Samudio fue escogido como el candidato presidencial de fuerzas políticas ligadas a la oligarquía, pero de escaso papel como voceros de la misma.

Igualmente, respaldaban a Samudio numerosos profesionales que no se sentían atraídos por el doctor Arias y que venían demostrando durante la administración liberal alguna capacidad técnica, muchísima ambición de poder y notable oportunismo político.

El doctor Antonio González Revilla, distinguido neurocirujano, fue escogido como el candidato de la Democracia Cristiana. Dicho partido, de escasa significancia en el pasado político, tenía como única alternativa en el debate electoral demostrar que entre las fuerzas tradicionales en pugna no existían diferencias. Por tanto su papel más que de creación, era de instigación, para lograr una especie de apertura a la solución del ‘tercero en discordia’.

LAS TÁCTICAS ASUMIDAS EN EL TORNERO ELECTORAL

a) Tácticas del expresidente Arnulfo Arias

El Dr. Arnulfo Arias, quien posee un evidente dominio político en su partido, trazó la conducta electoral o táctica de la campaña. Esa conducta debía ser consecuente con las nuevas realidades emanadas de los pactos con los otros partidos de la oligarquía. La naturaleza de tales grupos políticos, las experiencias del pasado, dieron la tónica de la nueva tác tica.

Se podría enumerar así:

1) No atacar a la Guardia Nacional.

2) No atacar a la oligarquía.

3) No atacar al Imperialismo.

El doctor Arias pensó que las fuerzas de la ‘Unión’ hacían tan arrollador su carruaje electoral, que se podía permitir el lujo de arriar viejas banderas de lucha y trocar la militancia de antaño por unas giras políticas, más para guardar las formas que para atraer prosélitos. Los prosélitos, no los necesitaba. ¡Le sobraban con la gran Unión! Tal era el pensamiento de la dirigencia panameñista.

La nueva táctica respondía a una consecuente línea ante los nuevos aliados.

Veamos cómo funcionaron los nuevos métodos.

1) No atacar a la Guardia Nacional. La actitud pasiva frente a la Guardia Nacional fue una exigencia de los partidos oligárquicos de la Unión Nacional. Se formuló el mismo día que en la Hacienda Santa Mónica se acordó el pacto de la Unión. El gobierno del doctor Arias debía garantizar la estabilidad de la oficialidad y de la tropa. El nuevo Gobierno no debería intervenir en la organización interna de la Guardia Nacional. Tal exigencia respondía a los fuertes nexos que siempre han existido entre la Guardia y la Oligarquía, y también respondía al temor que la Oligarquía siempre había sentido por el doctor Arias. La Guardia Nacional había sido un instrumento de defensa de los intereses de la Oligarquía. Era, por tanto, un pacto de defensa mutua, explicable. Arias dio las debidas seguridades a sus aliados de que respetaría la estabilidad de los Mandos, que respetaría la organización interna de la Guardia Nacional. La respuesta de la Guardia Nacional no se hizo esperar. Lanzó un comunicado proclamándose imparcial en el torneo electoral y prometió que el candidato triunfante tendría el apoyo de la Guardia Nacional. Este comunicado colmó las exigencias mínimas del Dr. Arias, pues tal compromiso venía del organismo que lo derrocó en 1951, lo vetó en 1964, y que para 1968 tenía un poder, como siempre, omnímodo.

2) No atacar a la Oligarquía

Naturalmente, la declaración de ‘neutralidad’ de la Guardia Nacional y el pacto político con los partidos Oligárquicos de la Unión Nacional, tenían un precio muy alto que pagar. Tal precio era no atacar a la Oligarquía a lo largo de todo el proceso. El gran mérito político del Dr. Arias residía en su hábil actitud de no presentarse ante el pueblo en combinaciones de la oligarquía. Era un solitario franco-tirador contra los vicios tradicionales de las clases gobernantes. Así lo veía el pueblo, como el hombre que no pactaba. El doctor Arias estaba obligado ahora a proscribir de toda la literatura política los ataques o las referencias a la Oligarquía. En orden a tales compromisos la campaña se desenvolvió, hasta la fecha de la Audiencia del Presidente Robles, en un am biente, diríamos, medio esdrújulo. No se acentuaban los problemas socioeconómicos actuales, ni los problemas penúltimos, de un pasado inmediato, sino que el doctor Arias se tornó lisonjero, usó un vocabulario nostálgico, sentimental, y se dedicó a hablar de las cuestiones antepenúltimas, o sea de la infancia, de los patios campesinos, de las Juntas de embarre, de los Santos Patronos, del caballito moro que lo llevaba a las fiestas del Cristo de Esquipulas de Antón. Era un prisionero de sus aliados. Desencantaba a quienes querían escuchar planteamientos de los problemas modernos y de las soluciones que él ofrecía. El Dr. Arias tenía un solo anhelo, que le tiempo pasara rápidamente, pues en la etapa electoral nada nuevo y bueno podía decir sin herir en el plexo más vital a sus nuevos compañeros de ruta. El Dr. Arias comprendía que su sobregiro de silencio y de pactos a costa de su mística lo iba llevando día a día a la bancarrota de su caudal electoral.

3) No atacar al Imperialismo

La experiencia de 1941 y la Unión con los aliados nacionales del imperialismo, condujeron a adoptar la táctica de no atacar al imperialismo, o sea al Gobierno norteamericano y al mundo de los negocios yanquis en Panamá. Además, el Dr. Arias no estaba muy decidido ni a comprometerse ni a formular comentario alguno en torno a los proyectos de Tratado, y siendo tales proyectos el Talón de Aquiles del Imperialismo y de la Oligarquía, éste optó hacer mutis por el foro. Su línea nacionalista, en creciente deterioro desde 1941, no jugó papel alguno en los primeros meses de la campaña, al menos durante el tiempo en que era un convencido de que el Departamento de Estado, no así el Pentágono, lo tenía como el preferido. Ese convencimiento adquirió su primera sorpresa durante y después de la Audiencia de Robles.

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