Así lo confirmó el viceminsitro de Finanzas, Fausto Fernández, a La Estrella de Panamá
- 19/03/2009 01:00
S i algo positivo dejó el debate presidencial fue la reacción masiva de los panameños enojados con ambos candidatos. Hay mucho que explicar, y mucho que comprender. He aquí una radiografía del debate, o “el debacle”, como los describió un oyente trasnochado de una estación de radio.
1. Pobreza argumental. Quedó en evidencia la casi total ausencia de información de los candidatos. Se plantearon poquísimos datos duros. Se notó una escasa comprensión de los antecedentes. Los números, los datos y las cifras se reemplazaron con adjetivos, adjetivos y más adjetivos. Fue sorprendente que en temas tan obvios experimentaran tantos problemas con aterrizar y concretar sus propuestas.
2. Bolero para dos. Ambos candidatos creyeron que el debate era una discusión entre ellos, en lugar de con los electores. Escuchar a Herrera decir “tengo pena ajena” fue un punto realmente bajo. Como lo fueron también las expresiones faciales de fastidio cínico que hacía Martinelli mientras su adversaria hablaba.
3. El interior, ignorado. Pareció que el país estaba compuesto solamente por Panamá y San Miguelito. Tanto los candidatos como los entrevistadores ignoraron casi por completo los retos y desafíos que viven los panameños en el interior del país y las comarcas indígenas.
4. Carrera por el lugar común. Ambos candidatos transcurrieron de lugar común en lugar común: “las cárceles son las universidades del crimen”, “el problema de la Caja es administrativo”, “hay que aplicar mano dura”. Que todavía estén hablando de mano dura es todo un homenaje a la Presidenta Moscoso. Y una muestra de que no hay nada nuevo bajo el sol esta campaña.
5. Preguntas con respuestas. Salvo algunas excepciones, las personas que hicieron preguntas tomaron demasiado tiempo para contarle su opinión al país. O fueron incapaces de hacer sus preguntas sin antes hacer un preámbulo soporífero.
6. Moderadores o incitadores. En varias ocasiones las moderadoras ejercieron de incitadoras. En lugar de dar el pase al candidato, le condicionaban la respuesta al resaltar las recriminaciones del candidato de acababa de hablar. “Sr. Martinelli, ¿tiene usted conflicto de intereses?”
7. Viejos novatos. Sorprendió también que dos personas tan rodadas en la política nacional se vieran extremadamente nerviosas en varias partes del debate. ¿Cómo será cuando ejerzan el cargo?
8. No faltó, sobró tiempo. Ambas campañas tratan de justificar el desempeño de sus candidatos bajo el argumento de la falta de tiempo. Esa noche, en realidad si se les hubiese concedido más tiempo ambos, habrían estado en mayores dificultades. Los dos llegaban al final de sus dos minutos y medio en tono de arengas políticas, ya alejados del argumento inicial.
9. Mucho ruido, poco mensaje. Los dos dijeron mucho sin significar nada. En lugar de plantear visiones claras en relación de a dónde quieren llevar al país, se dedicaron a circunloquios interminables de los que todos salimos solamente confundidos. Nadie les pide que sean Obama. Sino que se preparen.
10. Añejo caudillismo. Si nos atenemos a la forma en que ambos se expresaron, el 4 de mayo vamos a amanecer o en Balbilandia o en Riquilandia. Se extrañó la visión de estadistas. Ambos discursos se distinguieron por su cortísima visión de momento. No fueron capaces de trascender sus propias campañas.