Manuel Encarnación Amador, el patriota

He leído en este mes de efemérides patrias treinta alocuciones a nuestra bandera y la nacionalidad.

Creaciones literarias y obras artísticas extraordinarias. Motivo que me hizo ocuparme del autor de la bandera, símbolo al cual se le dedica en estas expresiones sensible alusión.

La dibujó Manuel E. Amador, en la clandestinidad y hubo intento de esconderla en una caja fuerte del banquero capitalista Erhman, quien por temor rechazó el compromiso.

EL MOVIMIENTO SEPARATISTA

La invasión de quinientos veteranos del ejército conservador aceleró los planes de independencia.

Ni liberales, ni conservadores se presentaban compactados en la insurrección del 3 de noviembre de 1903.

Mientras Mendoza, Morales y los Díaz construían una milicia improvisada, Porras en el exilio rechazaba la independencia, aludiendo a estos sucesos, Oscar Terán, Pérez y Soto hacen oposición a sus correligionarios conservadores.

La alternativa salvadora es la intervención de las tropas norteamericanas y el soborno a los coroneles del ejército conservador en Colón.

Pasados estos sucesos, Manuel E. Amador es designado cónsul en Hamburgo y luego en una venganza política es destituido por el presidente José Domingo de Obaldía.

LA PERSONALIDAD DE MANUEL E. AMADOR

No volvió Manuel E. Amador a ocupar más cargos en los sucesivos gobiernos. Mas las acciones posterior de Amador rebasan los límites del romántico y circunstancial nacionalismo.

Su rebeldía se unió a las acciones del movimiento de Acción Comunal, expresión política de las capas medias, cuyos integrantes, el 2 de enero de 1931, propinan un golpe de Estado al ingeniero y comerciante Florencio Harmodio Arosemena.

Así lo describe uno de sus dirigentes, al referirse a Manuel E. Amador a ‘pesar de su avanzada edad se paseaba gallardamente por la cuadra armado de fusil y cartuchera'.

Posterior al ataque de la Presidencia se iza la bandera nacional y la de Acción Comunal. Este acto de valentía, ejecutado por los jóvenes antimperialistas que con su lema: ‘Hable en español, cuente en balboas y lea acción comunal', derrocaban la figura del representante más conspicuo de la oligarquía. No acaban aquí, empero, es destacable este gesto de rebeldía y, cuando a cambio de una pensión le piden que reconozca la nueva Constitución. Manuel E. Amador respondió: ‘Ni firmo, ni juro' Juan B. Sosa escribió La Tragedia del Viejo Amador. ‘El ingrato papel del prócer pidiendo justicia, dentro del caracol de su tragedia emocional, germina en palpitaciones auténticas contra los privilegios oligárquicos que hacen tantos años vienen desangrándonos. Contra los prejuicios sociales. Contra el pillaje de salón'.

LOS COSTOS POLÍTICOS

Este fue el hecho que lo alejó definitivamente de la entrada a los convites de palacio, donde se gesticulaban palabras patrióticas en medio de un entorno social desconcertante.

Así su patriotismo fue más, allá, del cómodo halago a los jefes de Estado. El pintor que se aleja del pugilato de una política de patriarcas de partido.

No simula su descontento con los tradicionales regateos a los que él, denominó con acierto el ‘recambio de los puesto por el orden de los nombres de familia'. Un conservador de ‘tuerca y tornillo' así fue el mote que la oligarquía le endilgó por prestarse a que los movimientos sociales hicieran uso de la bandera que él había diseñado.

En la cúspide de sus años avanzados seguía siendo idealista y un visionario de las artes.

Consumido por la indiferencia de los políticos de turno ante el verdadero sentido de nacionalidad, hizo otro importante esfuerzo que tenía el afán de lograr que Panamá trascendiera más allá de la idílica atracción de ser considerado un paso para el comercio.

Un sitio más que el trasiego de mercancías para enriquecer las potencias que nos oprimían. Así se volcó a escribir el idioma universal El Panamaño.

Inquieto y sin recursos publica su obra, en la Revista Estudios en 1928, en los números 18 y 19. Soñador que oscilaba su creación al pináculo de exaltar la panameñidad sin proponérselo por elementos construidos ideológicamente o por petardos de palabras que enmudecía a sus contrarios. Él escribió sobre su obra: ‘Es un idioma construido, cuya finalidad es la de que sea enseñado a los millones de niños y jóvenes de edad escolar en el mundo entero y de esta manera venga a constituir la interlengua o eslabón de la inteligencia verbal del género humano.

SU VERTICALIDAD COMO FUNCIONARIO PUBLICO

Por esos rumbos de eterno idealista y de rebelde y solitario patriota, servirá a la burocracia y arrinconado por los políticos trasnochados del patio. Cumple un ciclo de vida desde 1931 hasta 1938 como auditor de la Contraloría.

No es el autor de la bandera, es un funcionario más y un empleado público que hacía que su obra asustara a los eternos atracadores del erario público. Allí encontró otros enemigos.

El antiguo secretario de Hacienda y Tesoro ad honorem tendría que soportar las alteraciones del presupuesto y decide hacer los reclamos de pureza del manejo del dinero.

No soporta el ambiente carnavalesco de maquillada decencia y exige su jubilación, la cual es negada; pero a esta trampa burocrática de compaginar sus años de servicio iba sin duda arropada de un pase de factura a su honorabilidad en las finanzas. Hasta que llegado 1941, la Caja del Seguro Social reacomoda la venganza.

LOS PRINCIPIOS Y LA DIGNIDAD HASTA EL FINAL

Ya en vísperas de una cercana enfermedad, que lo angustiaba por los escasos recursos, le ofrecieron que dictara la cátedra de Esperanto en la Zona del Canal. Y respondió con el patriotismo que lo caracterizaba: ‘A mí que trabaje en otro idioma universal... Esto es, se pretendía que yo fuera quien degollara a mi propio hijo'. (5) Y con estas palabras, Manuel E. Amador rechazó la propuesta a pesar de sus escasos recursos. Esther María Osses en su carta a Manuel E. Amador después de su muerte, nos rebela que el pintor en una reunión había sacado de un maletín una bandera. Era una bandera universal. (6) No se conoce cómo era ese emblema. A pesar de su vocación ecuménica y el irreverente cuestionador del presupuesto, ya pobre y ciego solicitó una pensión y se la ratificaron un día después de su muerte el 12 de noviembre de 1952.

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