Gaia Servadio: 'El poder realmente corrompe a las personas'

Actualizado
  • 25/10/2019 10:11
Creado
  • 25/10/2019 10:11
De niña conoció las restricciones y el tormento de las leyes antisemitas. La escritora italiana y crítica de la política, se descubre a sí misma

Nació en Italia, pero un marcado acento británico denota más de seis décadas de vida en Londres. A sus 81 años, la escritora Gaia Servadio visita por primera vez Panamá y conversa con este diario sobre su vida y su afanoso amor por la ópera.

Con la promesa de una próxima plática en Inglaterra, Gaia, de origen judío, comparte, entre risas, la fuerza de un espíritu firme y crítico ante las injusticias sociales. En sus memorias reposan las cicatrices del pasado antisemita; de niña fue testigo de la Italia fascista y del horror nazi. Hoy muestra orgullosa algunos de sus libros y se sienta cómoda para charlar sobre el género de música teatral al que considera el espectáculo “más popular del mundo”, incluso “más que The Beatles”. “Con la ópera, además, el idioma italiano se ha convertido en lengua franca”, dice. Entre carcajadas, cuenta que “la ópera es teatro y relata historias grandiosas. A veces llenas de humor o romance y, otras, capaces de hacernos llorar”.

¿Qué tan importante es la música en la vida de Gaia?

¡Sumamente! Adoro la música, mis nietos dicen que a veces soy aburrida (risas). De niña no fui buena tocando instrumentos, pero comencé a cantar. La alegría que la ópera puede darnos, aunque pueda ser costosa, nunca termina. La ópera es teatro y música. Expresa de una manera muy natural la poesía, por ejemplo, se conecta muy bien con la naturaleza humana.

¿Cómo podríamos lograr que muchos más se enamoren del género?

Hoy día muchos aman la ópera. Somos afortunados porque intérpretes como Pavarotti han ayudado a popularizar el género. Aunque a veces la gente se queja de que la ópera es costosa, la realidad es que ahora es posible disfrutar el género de una manera más accesible, incluso desde casa o a través del cine. Cada gran placer en la vida, requiere un poco de esfuerzo.

Ha estado en Inglaterra durante casi toda su vida. ¿Qué tanto de italiana hay aún en Gaia Servadio?

¡Diría que un 95%! (más risas) Me fascina Londres y adoro mi hogar. Los conciertos de ópera son frecuentes. Llegué a Londres hace muchos años porque quería desempeñarme en artes gráficas y había una imprenta en la que di mis primeros pasos. Durante esos años también comencé a escribir, tenía solo 18 y de hecho el periodismo se convirtió en una pasión para mí.

Ya son más de 10 libros de su pluma, ¿cuál le ha marcado de una manera especial?

I viaggi di Dio (El viaje de Dios) es muy especial. Es un libro del que me siento orgullosa por la complejidad que implicó escribirlo. Allí abordé la necesidad de la naturaleza humana en cuanto a Dios y el misticismo. Pasé mucho tiempo en Siria, donde hay una arqueología fantástica y yacen los vestigios de Mesopotamia. También he escrito sobre música y algunos documentales acerca de personas como Giuseppe Verdi y su vida.

¿En qué momento se topó con esa gran pasión hacia las letras?

A través de la escritura encontré la posibilidad de entender las cosas y con ello nació la necesidad de contarle historias a las personas. Luego comencé a relacionarme con escritores hasta que escribí mi primera novela, a los 25 años; al principio nadie quería imprimirla y finalmente una imprenta produjo doce ediciones y se convirtió en un bestseller. El periodismo es maravilloso porque representa un reconocimiento inmediato.

En algunas ocasiones ha utilizado sus libros para hacer crítica política, como en 'C'è del marcio in Inghilterra' (Algo está podrido en Inglaterra)...

Ciertamente escribo mucho sobre política. Actualmente Inglaterra está mal dirigida y durante los últimos seis años las instituciones han quedado rezagadas; algo que representa un gran dolor para mí, porque se trata de un gran país, es el lugar en el que vivo. Sin embargo, algunas de las instituciones son grandiosas y hay temas como la migración que generan molestia.

Creo que existe una gran preocupación en esta materia porque la gente ha perdido la confianza en las instituciones…

Estamos atravesando un momento serio internacionalmente. Porque las leyes se han vuelto cada vez más débiles. Y la ley debería ser sagrada; si la ley no es respetada y, por el contrario, se hace a un lado, la comunidad también comienza a quedar rezagada. El castigo es necesario para quienes cometen un crimen.

Hablemos del futuro, ¿necesita Europa cultivar en los jóvenes mentes más críticas frente a lo que hacen sus políticos?

El nivel de los políticos ha bajado. En inglaterra, anteriormente los think tank de cada gobierno estaban conformados por 10 personas formadas en diferentes universidades para discutir políticas; en la actualidad, no solo en Inglaterra, los intelectuales son temidos; no quieren individuos pensantes, ni con conocimiento, los mantienen apartados.

Entonces nuestros gobiernos son enemigos de la educación…

¡Claro que lo son!

¿Alguna mirada hacia las dictaduras de América Latina?

En su momento, desde Italia seguimos con mucha atención el régimen de Chile con Augusto Pinochet; Allende había sido elegido democráticamente hasta que recibió aquel golpe de Estado con el que se instauró una dictadura muy sucia, apoyada por muchos. Y si viajamos en el tiempo hasta la historia de Cuba, veremos que se convirtió en una especie de símbolo. Recuerda algo, el poder realmente corrompe a las personas. Por otra parte, aunque sabemos que en Venezuela hay un régimen, los medios ofrecen información muy limitada.

En un mundo con tantas desigualdades, ¿cree que alguna vez la derecha y la izquierda logren convivir?

No veo a la izquierda (risas), la izquierda ha desaparecido.

En América Latina la historia es distinta…

Hay que aceptarlo, el capitalismo es la manera más exitosa de guiar a una sociedad. El socialismo, por ejemplo, pasó a ser una creencia y el comunismo fue convertido prácticamente en una religión y no hay un mecanismo para tratar de acabar con la pasión hacia la riqueza. Cuando llegué a Inglaterra el dinero no era importante, se podía invitar a casa a judíos y a otros y disfrutar de su compañía con un plato de espagueti. Ahora los ricos se casan con los ricos y la realidad de la nueva aristocracia del mundo es preocupante.

En una entrevista con Alain Elkann en 2012 comentó que le causaba gran preocupación pensar en la política y la corrupción en Italia. ¿A qué atribuye la corrupción en nuestras naciones y cómo frenarla?

La corrupción necesita penetrar el Estado, y el poder solo puede ser intervenido con dinero. Mientras la corrupción florece, sigue existiendo la pobreza. La clave es la educación y debe ser cultivada con profesores de avanzada que sean respetados e impulsen a nuestros niños.

Ha dicho que hay racismo en cualquier lugar, porque los seres humanos somos excluyentes...

De alguna manera los hombres siempre necesitan señalar y buscar culpables. El racismo está presente en muchas fuentes; debes ser una persona muy sofisticada para no comportarte como racista. Aquí intervienen la educación y la cultura para entender que, en efecto, todos somos iguales y debemos confiar los unos en los otros.

Usted lo ha vivido en carne propia. En su familia hubo víctimas del Holocausto...

Mis abuelas estuvieron en Auschwitz. Ambas murieron de maneras terribles. Una de ellas tenía 64 años y tocaba el piano muy bien. Nací durante la época de las leyes raciales, fue una etapa difícil, en 1938. Mi padre no pudo trabajar durante mucho tiempo, los niños no podían ir a las escuelas y los maestros no podían hacer docencia. Nos tomó mucho tiempo entender lo que estaba sucediendo. La comunidad judía de italianos era muy pequeña en aquel entonces. Durante años mis padres trataron de escondernos lo que estaba sucediendo y me preguntaba por qué nos cambiaban los nombres constantemente. Estuvimos huyendo desde 1943 hasta 1945, los tiempos más difíciles llegaron con los alemanes, antes, fueron los fascistas.

¿Qué tanto ha evolucionado la figura femenina en la sociedad?

Gracias a Dios las cosas han cambiado enormemente. Cuando comencé a trabajar tenía que esconder el hecho de ser mujer y publiqué mis primeros artículos firmados como 'Gaio', porque las mujeres no eran bien vistas. Una mujer joven no era símbolo de confianza, cerebro ni educación en lo absoluto. El divorcio también era un tabú; el rol del cine y la televisión fue primordial cuando comenzaron a realizarse caricaturas y filmes al respecto, además la Iglesia era muy antifeminista.

Se decanta por la escritura, pero ¿qué otras cosas disfruta?

Adoro la música y me encanta viajar a diferentes lugares. Asia, por ejemplo, es un continente maravilloso. Me gusta explorar cosas nuevas, conocer museos y exhibiciones y creo que el proceso de aprendizaje nunca termina, mientras más aprendes, mejor es la vida.

¿Vuelve con frecuencia a Italia?

Trato de viajar mensualmente. Siempre me siento muy cercana a mi país y allí suelo comenzar mis libros. Me encantan los italianos; siempre hay una chispa de creatividad e inventiva en ellos, una pequeña llama de brillo. También la riqueza de la cultura; de hecho el mes entrante viajaré a la Universidad de Nueva York para hablar sobre un grupo de escritores maravillosos que trabajan en Florencia. Y retomando la importancia de la ópera, en Italia está muy viva.

A los 81 años, ¿de qué manera ha cambiado su óptica ante la vida?

Todos cambiamos constantemente; probablemente hoy no sea la misma persona que era hace dos años, pero creo que entiendo la vida muchísimo mejor por mi edad; uno de los grandes dones que he aprendido es que se le resta importancia a muchas cosas (sonríe), claro que me importan mi familia, amigos y los seres humanos, creo en la hermandad.

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