Picasso: El minotauro en el laberinto de las artes

Pablo Picasso es conocido mayormente por su obra pictórica y gráfica, sin embargo su producción poética y literaria también merece ser reconocida por su elevada maestría, todas salidas de la mano de esta figura icónica de las artes visuales del siglo XX

El propósito de estas líneas es esbozar un apretado escorzo de la producción artística de Pablo Picasso, poniendo en relación su producción pictórica y gráfica con su creación poética y literaria. Para algunos de sus críticos, el papel del Picasso escritor es subsidiario y apenas merece mencionarse (Crescenzi, 2017). Para muchos otros, Picasso no sólo fue un escritor notable, sino que también, y eso sería lo esencial, el Picasso escritor ayuda a develar claves profundas del proceso creador del genio malagueño, y esta faceta –si bien menos conocida y apreciada- es parte importante en su producción (Cuento 35 Así, 2015; Caparrós Esperante, 1981; Paz, 1982). Si como pienso, esta última hipótesis es la correcta, el caso de Picasso permite examinar las relaciones profundas entre dos artes distintas en el mundo contemporáneo: Artes visuales y Literatura, o entre la Pintura y el grabado, por un lado, y la Poesía y el Teatro, por el otro.

Nadie disputa el papel de Picasso como la figura icónica de las artes visuales del siglo XX. El papel de este español universal fue pautando algunas de las revoluciones más profundas de la plástica. Él y Braque habrían gestado el cubismo en los primeros años del siglo pasado –si bien algunos historiadores incluyen a otro español notable: Juan Gris- en ese jalón que daría un mentis al arte académico de la Europa finisecular. Por otra parte, Picasso sin ser el creador del surrealismo, será un protagonista importante de este enfoque-movimiento-corriente surrealista, la revolución que llevaría la voz cantante de los movimientos de ruptura entre la primera y segunda guerra mundial. Ciertamente, Picasso abrevaría de todas las fuentes, y él mismo se recrearía una y otras vez, en un proceso que no terminó sino con su muerte. Picasso fue uno de los primeros en utilizar el collage en la pintura moderna, y ese empleo de materiales diversos lo llevaría a explorar con fruición nuevas técnicas, como el grabado, donde lograría una maestría de singular valor y relevancia en el empleo de estas técnicas, desde la punta al aguafuerte, al aguatinta, la litografía, entre otras, y de allí a la escultura y la cerámica.

Así mismo, Picasso tuvo alguna relación con la música de vanguardia a través de la danza, pues como pintor, ilustró montajes y decoraciones importantes de los ballets rusos –en los que entró en contacto en el París del 1900 y de cuyo mundo saldría una de sus musas, su primera esposa Olga Khokhlova- y esas escenografías sería también la de una obra antológica de la música de su tiempo, la del gran Erik Satie, el renombrado autor de las Gimnopedias y Gnossiennes. Por esa vía también se pondría en contacto con el dodecafonismo de Schoenberg y al revolucionario Igor Stravinsky.

No obstante, la influencia artística más honda vendría de los literatos, en general, pero sobre todo los grandes poetas simbolistas, primero, y luego surrealistas, entre los que destacan nombres egregios como Max Jacob, Guilleme Apollinare, Eulard, Pierre Reverdy entre los franceses, y otros pintores-poetas venidos de la estética Dadá como Tzara. Se dice que Jacob le enseño francés a Picasso haciéndole leer la poesía de Verlaine, pero serían sobre todo Apollinere y Eluard sus influencias más importantes, y en razón de la cual tenemos una notable producción de libros de arte, o libros de autor, verdaderas obras de arte en sí mismos, que conjuntan los versos y los trazos de autores geniales. Igualmente su contribución gráfica a la producción de los surrealistas debe ser mencionada, así como el destacado papel con los poetas de esa corriente, en especial su líder intelectual indisputado: André Breton. Se debe a Picasso la ilustración de Minotauro, emblemático medio de difusión del surrealismo ya en su fase cimera. A ellos habría que agregara la colaboración y fertilización cruzada con la mejor literatura en lengua española de su tiempo, arrancando con la de Emilia Pardo Bazán – a quien retrató jovensísimo – Emilio Prados, pero muy señaladamente con los autores de la llamada Generación del 27, con los cuales compartió ideología republicana y de la izquierda comunista (Picasso fue miembro tanto del Partido Comunista español y del Partido Comunista francés hasta su muerte), y, por tanto, la durísima experiencia del exilio, que a todos ellos marcaría. Autores de la talla de Vicente Aleixandre, premio Nobel de Literatura en 1977, Gerardo Diego, Jorge Guillén, Manuel Altolaguirre, Camilo José Cela, pero sobre todo Rafael Alberti, cuya colaboración y amistad duró hasta su muerte (Cueto Asín, 2015). Por su parte, Lorca escribiría una de las primeras críticas que justiprecian el valor de la pintura de Picasso para la evolución del Arte de su tiempo. Igualmente poetas máximos de este lado del Atlántico como Vicente Huidobro- fundador del creacionismo- y el también chileno Pablo Neruda, futuro Nobel en el año 1971, así como escritores que marcarían época como el cubano Alejo Carpentier, quien conoció y colaboró con Picasso.

Pero el hecho que ahora me gustaría poner de relieve es que Picasso no fue un mero ilustrador, un notable ilustrador de textos, sino que él fue autor de textos importantes, no muchos, pero sí muy notables. Por una parte fue autor de una obra de teatro denominada “El deseo atrapado por la cola”, escrita en enero de 1941, representada en una sesión en la que participaron la crema y nata del existencialismo francés: Jean Paul Sarte, Simone de Beauvoar, Albert Camus, Jacques Lacan, Pierre Reverdy, Louise Leiris –esposa de Michael- entre otros en el París ya ocupado por los nazis.

Igualmente, entre 1935 y 1954, Picasso escribió poesía de corte surrealista, casi diariamente. Se ha dicho que para superar una crisis provocada por el entrecruce y altibajos amorosos, pero también de su arte, de su poder creativo. Como dirá Bretón: «Esta poesía nunca dejará de ser plástica, del mismo modo que esta pintura es poética.» (Fernández Baquero) Igualmente es autor de la pieza dramática: “Las cuatro niñas”, de 1947.

Finalmente, Picasso ilustró textos suyos hacia el final de su vida, un texto igualmente surrealista: “El entierro del Conde de Orgaz”, encargando su prólogo a Rafael Alberti, un hermoso prefacio denominado “Y no digo más de lo que digo”, que vendría a integrarse a los numerosos textos albertianos donde el gaditano nos comunica su visión, su cosmo-visión, del mundo del malagueño. (Por estos días por cierto, se puede ver en Panamá, la colección de grabados fuertemente eróticos de esta serie).

Tal vez por ello, el propio Picasso, entre broma y en serio le dirá a su amigo Roberto Otero “Materialmente dediqué el mismo tiempo a ambas actividades. Quizá algún día, cuando yo desaparezca, apareceré descrito en los diccionarios de esta manera. Pablo Ruiz Picasso: poeta y autor dramático español. Se conservan de él algunas pinturas". Igualmente a otro amigo –Claude Roy- le diría: “Si hubiera nacido chino, no sería pintor, sino escritor. Escribiría mis pinturas". (Elola, F.,2008).

Buena parte de la obra de Picasso está llena de textos, e igualmente adorna letras, distribuye sus poemas como colores en un lienzo. Hace de sus textos enredaderas. Son poemas-río o poemas breves, decidores del gozo y el dolor de sus días en el laberinto de la vida. Y es que, en definitiva, el creador es uno. La clave de Picasso es su vida, sus mujeres, sus pasiones, sus obsesiones, sus miedos, sus recuerdos de España, el cante jondo, las corridas de toros; pero igualmente el mar Mediterráneo y sus mitos. Con toda esa vida bullendo, el hilo de Ariadna de este Minotauro en el vasto laberinto de las artes, del Arte, puedan ser tanto las palabras como los colores.

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