Bibliotecas chiricanas, centros comunitarios

Actualizado
  • 01/02/2017 01:00
Creado
  • 01/02/2017 01:00
A pesar de las grandes carencias que sufran estos espacios culturales, el apoyo de los bibliotecarios permiten que su labor continúe

Las bibliotecas son más que un lugar con muchos libros, son centros culturales. En ellas la comunidad tiene oportunidad de reunirse para compartir y recibir conocimiento. No discriminan a las personas. No importa la edad, condición social, ingreso familiar, color de piel o lengua. En esos espacios todos son bienvenidos.

Una excelente muestra de la sana convivencia multirracial es lo que experimentan las bibliotecas públicas de Chiriquí. Cinco de ellas son regidas por la Biblioteca Nacional Ernesto J. Castillero R.

Las recientes publicaciones sobre las condiciones en las que se encuentran estos sitios no son falsas, pero pese a las carencias a cada bibliotecaria que sigue en su puesto de trabajo le toca continuar con su labor. Esas gestiones que realizan van encaminadas al beneficio popular.

BUGABA

Una de las bibliotecas con más movimiento en la provincia de Chiriquí es la de Bugaba, un distrito con unos 57 mil habitantes. Cada día de estas vacaciones, unos 50 estudiantes (entre niños y adolescentes) atienden los cursos de verano de pintura, física, química y matemáticas. Allí también se reune un grupo de señoras de la tercera edad para practicar bailes folclóricos.

‘Cinco de las bibliotecas públicas existentes en la provincia de Chiriquí son regidas por la Biblioteca Nacional Ernesto J. Castillero R.

Quienes hacen realidad esto son las encargadas de este centro: Nilsa Araúz, quien ofrece los servicios bibliotecarios, y María Lucero, a cargo del infocentro, que es un complemento importante a la hora de cubrir todas las necesidades de sus usuarios.

Lucero no tiene una formación como bibliotecóloga. Lo de ella es la tecnología, pero al llegar a asumir la responsabilidad de compartir espacio con Araúz, entendió rápidamente cuál es la misión de una biblioteca. Aprendió a gestionar actividades culturales, incluso a pedir apoyo de los vecinos de la comunidad, para que la falta de recursos no fuese la excusa.

Es cierto que no recibe ni miles ni siquiera cientos, mas con lo poco que recaudan han logrado mantener en movimiento el recinto. Entablan alianzas con diversos profesionales y otros grupos organizados y así han asegurado que haya diversidad para sus usuarios.

Bugaba no es una historia aislada. En un terreno elevado se encuentra el distrito de Tolé, que es una comunidad con mucha actividad agropecuaria y agrícola, con unos 12 mil habitantes aproximadamente. Es común ver a personas montadas en hermosos caballos y casas con amplios jardines coloridos.

En medio de ese paisaje está la pequeña biblioteca pública. A primera vista están las enciclopedias y libros con material científico. Lo más solicitado por los estudiantes. Al fondo tienen un anaquel que tiene rotulado ‘Memoria local'. Esta es otra de las funciones de las bibliotecas públicas. En ellas debe reposar la historia de los pueblos, deben ser los primeros guardianes y testigos de sus costumbres .

Tolé tiene una estrecha relación con grupos originarios, si bien no son la mayoría de la población, tienen una alta presencia. Justo son los estudiantes indígenas los que más uso le dan a este servicio, en el que también encuentran computadoras con internet.

Edwin Pinzón empezó a trabajar hace unos meses como administrador de la infoplaza. Aunque no tiene mucha experiencia en los servicios bibliotecarios, este mes organizó un taller de informática para niños. Desea preparar a sus visitantes para que puedan desenvolverse con facilidad cuando acuden a hacer sus tareas.

DOLEGA

En un espacio pequeño y al igual que el resto, con muchas carencias, se encuentra la biblioteca de Dolega. El pueblo, con ambiente muy agradable y fresco cuenta con una población que ronda los 25 mil. Uno de los principales atractivos bibliotecarios de este lugar es su rincón infantil, donde los pequeños pueden leer lo que les guste.

Maribel Staff es quien administra la biblioteca pública de este distrito. Ella explica que sus actividades están encaminadas al fortalecimiento de la formación femenina. Por lo general, entabla alianzas con otros entes como el Ministerio de Educación, Instituto Nacional de Formación y Desarrollo Humano (INADEH) y logra ofrecer distintos tipos de talleres.

POTENCIALES

Las otras bibliotecas públicas en la región chiricana son las de San Juan y David. Estas dos van a una menor revolución que las antes descritas, pero igual siguen funcionando.

La biblioteca de David, con sus espacios amplios y su infocentro, mantiene un flujo de usuarios activo. Su posición es estratégica, lo cual le potencia su papel en la oferta cultural local.

En la comunidad de Los Naranjos (Boquete) hay una biblioteca que no pertenece a la Red de Bibliotecas Públicas de la Biblioteca Nacional. En ella, solo se mantiene funcionando la infoplaza, atendida por Maritza Araúz. Aquí los servicios bibliotecarios son responsabilidad del municipio, quien no ha nombrado al personal.

Araúz cuenta que aunque no es su responsabilidad, ella abre la biblioteca para que los estudiantes puedan hacer sus tareas, ya que para algunos, es el único sitio donde pueden hallar la información que necesitan. ‘Por lo general son indígenas los usuarios, con ellos me da pesar que siga cerrada', ha expresado con tristeza Maritza.

Con regularidad hay grupos de voluntarios ofreciendo su ayuda para mantener la biblioteca en orden y en buenas condiciones, razón por la que aunque esté cerrada, conserva un buen aspecto. Es evidente que la falta de voluntad política es la causa por la que no puede funcionar al 100%.

LA EVIDENCIA

Cerca de este panorama agridulce que rodea a todas las bibliotecas de Chiriquí está el vivo ejemplo de que todos los esfuerzos valen la pena y la certeza de que una biblioteca es un centro cultural que une a la comunidad, siempre que se gestione de la manera correcta.

Esa muestra es la biblioteca de Boquete. Una hermosa cabaña de varios niveles, con miles de libros bien ordenados y limpios. Ella es administrada por la Fundación Biblioteca de Boquete, una iniciativa que desde el 2012 ha demostrado que la cultura es una necesidad del pueblo y que éste está dispuesto a luchar para que se le cumpla.

Este ente no tiene ninguna relación administrativa con estamentos gubernamentales. Desde su inicio se erigió como una oenegé y así ha continuado.

Ofrece los servicios bibliotecarios propios de su naturaleza, asegura Elsa Castillo, su directora. Sumado a esto, organiza, a lo largo del año, una serie de actividades culturales como exposiciones, conferencias, conciertos, cuenta cuentos y talleres de pintura, por citar algunas.

Entre sus salas hay cómodos sillones, que complementan los espacios para la lectura.

Castillo no es bibliotecóloga, como ocurre con muchas de las personas que atienden bibliotecas, mas desde que asumió esa tarea ha procurado informarse sobre cuál debe ser el papel de las bibliotecas en las comunidades. Con base en lo aprendido ha elaborado los distintos programas que presenta, con la ayuda de su personal.

Cada año, junto a los miembros de la Junta Directiva, se plantean nuevas metas, con miras a beneficiar a los miles de usuarios que reciben y así continuar siendo ese centro cultural donde la comunidad se conoce y comparte.

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