La Orquesta de Cámara del Istmo, integrada por jóvenes músicos formados localmente, ha demostrado que es posible cultivar un proyecto musical con ambición,...
- 21/03/2010 01:00
Hago hoy, desde esta tribuna, un llamado a todos los pacientes miembros de la clase pendeja de este país. Sí, esa clase a la que nadie escucha, a la que nadie atiende. Esa clase sándwich entre los ricos riquísimos que se pasan los tranques por el arco de triunfo ya que para eso ellos tienen helicópteros y los pobres, a los que los tranques sólo molestan porque tardan más en llegar a sus puestos de trabajo, pero que van a pagar lo mismo cuando se bajan del bus.
La clase pendeja, esos que pagamos impuestos porque ahora nos toca a nosotros, esos a los que no nos arreglan las calles ni las aceras de nuestros barrios porque hay problemas más importantes; nosotros, que pagamos la gasolina cada vez más cara y que no podemos llevar las ventanillas abajo para no gastar en aire acondicionado porque nos roban en los semáforos. Nosotros, la sufrida clase media, no sentimos que nadie gobierne para nosotros, somos conscientes que hay que luchar contra el hambre, la pobreza y la desigualdad, de acuerdo. Está muy bien que los que gobiernan piensen en la masa de pobres, y respeten los derechos de todos los que quieren protestar por lo que sea, jubilados, estudiantes, profesores. Pero señores, recuerden que los que pagamos el pato somos nosotros... Pero claro, se me olvida que estamos en un país donde se gobierna con un sentido populista del Estado, donde lo más importante es tener contento al populacho para no perder popularidad.
Convoco a todos los hombre y mujeres de este país que están cansados de ser la clase que tira del carro y que como a los burros ni los atiendan ni los escuchen. Hago una convocatoria a un paro. ¿Todo el mundo tiene derecho a protestar? Pues nosotros también. La próxima vez que alguien cierre una calle, convoco todos los miembros de esta sufrida clase a quedarse quietos, a apagar el carro. Quédense en sus casas. No se esfuercen por llegar a sus puestos de trabajo, o a sus obligaciones. Hagamos una huelga de brazos caídos, pero todos a la vez. Que la ciudad se paralice, pero no de carros en la vía tratando de llegar a algún sitio por las rutas más inverosímiles. Que los conductores de las ambulancias apaguen los motores, y a ver si con un poco de suerte los que van dentro son los padres o los hijos de alguno de los que están cerrando calles. Que los taxistas aparquen los taxis en un lado, total, lo que iban a gastar en gasolina lo van a ganar de esta forma en tranquilidad. Que nada funcione. Protestemos todos. A ver si de esta forma el gobierno, éste, aquel, todos, entienden que no se puede permitir que nadie cierre las calles de una ciudad. En este país aun no se ha entendido que el derecho de uno termina exactamente en el punto donde empieza el derecho de los demás. ¿Por que no defienden mis derechos?
Conste que no me opongo en absoluto a que cada uno proteste por lo que quiera, o no quiera; que acepto el derecho a expresar la insatisfacción, que sí, que los gobiernos no atienden a razones, bla, bla, bla, lo que ustedes digan, pero no acepto que cierren una calle. Punto. ¿No se les ha ocurrido que si se desnudaran y se colocaran en pelota picada a ambos lados de la vía la gente se fijaría más en ustedes? Es una sugerencia de protesta, pero tengo más, con gusto se las hago llegar. Pero no cierren la calle. No afecten a los que no tenemos nada que ver.
Estamos hartos de ver cómo los ministros se llenan la boca diciendo que no van a seguir aguantando los cierres de calles, y luego, en la real de la leyenda, los policías para lo único que sirven es para cerrar la calle y que no pase nadie y así nadie moleste a los que la tienen trancada.
Fíjense que estoy conteniéndome y convoco a un paro de brazos caídos, porque en realidad a lo que desearía convocar es a que, todos a una, como Fuenteovejuna, atropelláramos a los que se colocan delante de los carros. Muerto el perro se acabó la rabia.