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- 23/08/2009 02:00
- 23/08/2009 02:00
“The breakfast club” título original en inglés o El club de los cinco, es una película considerada líder en su género y la mejor película adolescente de todos los tiempos que mantiene una vigencia permanente y que este mes recupera presencia por el inesperado fallecimiento de su director John Hughes el pasado 6 de agosto.
Cinco personajes a los que se suma esporádicamente la figura del director de la escuela secundaria y un auxiliar de limpieza que poco se deja ver, con un escenario que nunca cambia, son suficientes para armar una trama que trata de diversos problemas juveniles como las relaciones con los padres, las drogas, el abuso de tus pares y sobre todo el amor entre los adolescentes de los 80.
El club de los cinco resume y condensa mejor que ninguna otra de sus cintas el espíritu del cine de este desaparecido director, además de presentar en sociedad a ese grupo de jóvenes actores que, en sucesivas apariciones, iba a conformar el llamado brat pack (pandilla de mocosos), otra de las contribuciones del director al cine americano de los ochenta, y que integró a rostros hoy muy conocidos como los de Tom Cruise, Matthew Broderick, Rob Lowe, Ralph Macchio, John Cusack o Sean Penn.
Encerrados en la escuela en castigo por mal comportamiento, cinco jóvenes de diferente perfil (Emilio Estévez, Ally Sheedy, Molly Ringwald, Anthony Michael Hall y Judd Nelson) se ven obligados a pasar juntos un sábado entero en el que saldrán a la luz sus deseos, vínculos y frustraciones. Hughes acierta a retratarlos sin paternalismo alguno, dotándolos de una inteligencia propia a través de la que se va definiendo, entre episodios de comedia y otros profundamente amargos, la identidad de cada uno de ellos.
Hay algo de fundacional y testamentario en El club de los cinco, una película que retrata como pocas a los hijos de una década, a una generación que pronto iba a cambiar la autoconciencia crítica para convertirse en estadística de target de mercado. La posterior carrera de Hughes, que derivaría inevitablemente hacia el cine familiar (Pobre angelito) o la comedia romántica más convencional (Sucedió en Manhattan), puede verse como síntoma de la renuncia y la regresión del género.
John Hughes (Detroit, 1950) murió repentinamente a los 59 años, víctima de un paro cardíaco, justo cuando empezaba a despuntar un tardío reconocimiento a su contribución a la comedia adolescente como uno de los géneros más populares y definitorios del cine norteamericano de las últimas dos décadas.