- 15/02/2009 01:00
D esde hace tres meses, Mark Forbes no puede ver a su hijo. En su apartamento aún guarda los regalos de Navidad que tenía planeado entregarle. Pero cuando el 24 de diciembre fue a llevárselos a casa de la madre, un tío del niño abrió la puerta y le dijo que el pequeño no estaba.
Mark sostiene que la familia materna del menor le ha negado todo contacto con su hijo. Cuando lo llama por teléfono, le cuelgan. "Ya ni me hablan porque saben que yo los grabo", dice Mark. En su apartamento en Bogotá, las paredes están empapeladas con fotos del niño de tres años y medio, y por todas partes hay documentos legales que usa para probar que su drama es real y que su lucha ya lleva más de un año.
Hoy alterna sus clases de inglés con citas en los juzgados, entrevistas con abogados y charlas con sicólogos con los que trabaja para volver a tener al pequeño en sus brazos. La relación no siempre fue tan conflictiva. Luego de que su hijo nació, en junio de 2005, Mark regresó de su natal Australia, para ponerse al frente de la crianza del bebé. Intentó vivir con la madre del niño, en calidad de amigos, pero el experimento no resultó. Cuenta que de mutuo acuerdo quedó a cargo del niño y ella se fue a vivir a Chía con su madre. "La mamá podía verlo cuando quisiera, pues para mí es importante que él tenga a sus dos papás", dice.
Posteriormente, Mark organizó un viaje a su país para que la abuela paterna pudiera conocer a su nieto, pero esas vacaciones se frustraron porque la mamá del niño no firmó el permiso de salida del menor. Ante esto, Mark decidió instalar una demanda para la custodia de su hijo con el fin de evitar incidentes como ese. Pero esta medida fue el detonante de la batalla legal entre ambos. Ella se llevó el niño a donde su abuela.
Lavado de cerebro
El caso de este australiano de 31 años es similar a los de muchos hombres que luego de la ruptura de la relación con la madre de sus hijos, quieren mantenerse activos en su crianza y su educación, pero su ex pareja lo impide. A esto se le conoce como Síndrome de Alienación Parental y, aunque puede ser provocado por cualquiera de los dos, es muy común en las mujeres, a quienes con más frecuencia se les otorga la custodia de los hijos.
Cualquier excusa es válida, desde alegar que el niño está enfermo para que el padre que lo visita no pueda llevárselo, hasta esgrimir que abusa sexualmente del menor para alejarlo por completo, como le sucedió a Mark, quien ha sido denunciado ya tres veces por supuesto abuso.
La primera vez fue el 5 de febrero de 2008, ante una comisaría de familia de Chía. En esa oportunidad, Medicina Legal no encontró lesiones que pudieran sugerir este tipo de maltrato. Sin embargo, para disipar toda duda, el niño fue remitido a una valoración de psiquiatría forense.
El informe, realizado por Cielo Romero, magíster en sicología clínica, concluyó que "no se identifican evidencias físicas, sintomatología ni alteraciones del desarrollo del niño que se puedan asociar a presunta situación de abuso sexual infantil". Mientras esta investigación estaba en curso, la madre del niño lo volvió a denunciar el 2 de marzo, por el mismo delito, en otra comisaría de familia. Ante esto, el niño tuvo que ser sometido de nuevo a los mismos exámenes.
El informe también arrojó resultados negativos. En la valoración sicológica realizada por expertos de la Asociación Creemos en ti, especializada en maltrato infantil, tampoco hallaron que el niño "refiriera haber sido víctima de abuso físico o sexual". El caso fue cerrado.
Pocos días después de este fallo, el 23 de abril, los padres lograron conciliar la custodia compartida del niño, lo que implicaba que la mitad de la semana el niño estaría con ella y la otra mitad con él. Quedó establecido que la madre autorizaba a Mark a sacar del país a su hijo durante las vacaciones sin mediar proceso alguno.
Pero este acuerdo se vio entorpecido en octubre del año pasado, cuando Mark fue demandado por tercera vez por la misma causa. Nuevamente, el niño fue sometido a exámenes físicos que resultaron negativos. Las autoridades, que no tenían conocimiento de los otros casos, pidieron otra valoración psicológica a Creemos en ti, pero los expertos se negaron a hacerla por considerarlo contraproducente para el niño.
Esto quiere decir que si a un niño se le pregunta con insistencia por algo malo que supuestamente le está haciendo su papá, podría terminar por creerlo. Así, la entidad concluyó que "lo que salta a la vista es una mala interpretación de la madre y de su núcleo familiar de las cortas palabras del niño". ©PUBLICACIONES SEMANA