Cuando juguemos todos

  • 10/01/2016 01:00
En Panamá estamos llegando a un punto de no retorno en el camino hacia la venganza y la ilegalidad

Cuando juguemos todos al mismo juego podremos decir, por fin, que este país está en el camino del desarrollo, pero ahora mismo estamos jugando a juegos distintos con la misma baraja. Unos al mus, los otros al tute y aquellos a la escoba. Y esto es un desmadre, queridos míos.

Si hay algo profundamente enraizado en el ser humano es el sentido de justicia, un hombre es capaz de aguantar el castigo siempre y cuando reconozca que ha sido justo. La injusticia provoca rechazo y exacerba la ira y el resentimiento social.

Que es, precisamente, a lo que se refiere el refrán con el que empecé este aullido: ‘O jugamos todos, o rompemos la baraja'. Que se parafrasea también diciendo: ‘O c ogemos todos, o la puta al rio'.

Podemos ser todos honrados y cumplir a rajatabla las leyes, entonces aceptaremos sin rechistar que nos castiguen cuando delinquimos. O podemos vivir en un estado sin ley ni amo, donde prime la fuerza, y entonces sabremos a qué atenernos y nos tomaremos la justicia por nuestra mano, cachicuerno entre los dientes y revólver en la cadera. Lo que no podemos es querer que a uno le permitan ser un sinvergüenza mientras al otro le cae todo el peso de la ley por sus deslices.

En Panamá estamos llegando a un punto de no retorno en el camino hacia la venganza y la ilegalidad. Y ese camino es muy difícil desandarlo. Armados con la palabra de un supuesto dios, y revestidos de la verdad absoluta, los que tienen la sartén por el mango están tratando de hacernos creer que desean limpiar y adecentar el país. Con dolor de su corazón, el jefe del ejecutivo aceptó que juzgaba y encarcelaba. La señora de ese señor sube a sus redes sociales ruegos a su dios para que Él nos castigue a los que los criticamos y para que la premie a ella por su paciencia y su santa resignación.

Mientras los mandatarios se aturden a base de esnifadas de incienso, la política y la justicia se han convertido en una razia donde están cayendo justos y pecadores. No digo yo que muchos de los que han sido investigados no hayan tenido razones para serlo, doctores tiene la Iglesia que saben más que yo de estos temas, ahora bien, hay otros que, incluso para la mirada de un lego, no son más que chivos expiatorios. Y hay muchos otros que, estando en buenos términos con el poder actual, hacen y deshacen los mismos o parecidos entuertos y nadie les tose. El ‘si lo hago yo es bueno y se me perdona porque lo hago con amor' no sirve a la causa de un país donde (se supone) todos somos iguales.

Estamos demasiado acostumbrados a usar el puñetero embudo. Sí, Panamá y su política se han convertido en un embudo que va pasando de mano en mano con cada cambio de gobierno. Ahora me toca a mí, y te meto lo estrecho por donde nunca pasa el sol. Y en cinco años agarras tú el embudo y te relajas con la parte ancha.

La justicia y los responsables de hacerla cumplir se han convertido en un hazmerreír. Nadie confía en ellos. Lo malo es que este desmadre es democrático. La mayoría vota y decide. Y por mucho que nos empeñemos, hasta que una educación de calidad no haga su trabajo, la ignorancia campará por sus fueros y todos estaremos a merced de los votos comprados a golpe de pavo o empujados por invocaciones religiosas y ‘si dios conmigo quien contra mi'. Así nos va.

COLUMNISTA

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