Libros libres

  • 21/08/2016 02:00
Aullido de loba

Hace muchos años… (bueno, quizás no tantos), unos iluminados decidieron que ponían ponerle coto a aquello que la gente leía. En su infinita ingenuidad hicieron una lista de libros prohibidos.

El Index librorum prohibitorum , el Índice de libros prohibidos, era una recopilación de aquellos libros que decidieron que podían llegar a hacer que la fe de sus lectores se tambaleara.

La primera edición, de las más de cuarenta que se publicaron a lo largo de cinco siglos (año arriba, año abajo), la promulgó Pío IV en el Concilio de Trento allá por el 1564. La última edición fue la de 1948. Pero no fue hasta el año 1966 que Pablo VI eliminó el Índice.

Éste incluyó a autores como Rabelais o La Fontaine, pensadores como Descartes o Montesquieu y científicos como Gessner o Copérnico. Johannes Kepler, que defendió en 1618 el heliocentrismo de Copérnico, fue a su vez incluido en el Índice. ¡Como se les podía ocurrir a estos locos que la Tierra no fuera el centro del Universo!

En la última edición se habrán listado unos 4,000 títulos. Censurados por herejía; por ‘deficiencia moral', (es curioso que por deficiencia intelectual nunca censuraran ningún libro); por contenido sexual explícito o implícito (que ya todos sabemos que la peor cuña es la del mismo palo); o por exponer ideas políticas contrarias a las que los censores entendían como adecuadas para el buen desarrollo de su grey, entre muchas otras razones igual de peregrinas.

En la lista podemos encontrar a Zola, Balzac, Víctor Hugo, Montaigne, Descartes, Pascal, Montesquieu, Spinoza, David Hume, ¡e incluso a Kant! Obviamente, alguien como Sartre no se iba a librar.

Aquellos que se piensan que las cosas han cambiado y que la censura ya no existe están muy equivocados. Aún hoy hay miles de personas que se creen que los libros corrompen las mentes, que los libros enloquecen y apartan del camino del bien. Aún hoy hay madres que prohíben a sus hijas leer a Hesse, por ejemplo, porque puede ser malo para la pureza de su alma (no quiero ni pensar lo que pasaría si a la niña se le ocurriera leer a Miller).

Cuando, en alguna de mis charlas sobre literatura, me encuentro con alguien que me dice que solo lee la Biblia porque es el libro de los libros (redundando en que Biblia significa exactamente eso), no puedo por menos de mirarlo con conmiseración. No se censuren a sí mismos, no se cierren puertas al conocimiento, al extenso campo del saber humano. En esa extensión inmensa se encontrarán perlas y muchas canicas de cristal turbio, pero merece la pena la búsqueda. Y la Biblia , bueno, la Biblia es una lectura excelente y divertida, pero al igual que con muchos otros libros, en importante advertir que no traten de no poner en práctica todo lo que lean en ella.

Hoy es el último día de la XII Feria del Libro, doce ediciones de una feria que empezó siendo bianual porque los mismos organizadores no sabían si podría sostenerse una al año. Y sí, miren ustedes qué cosas. A pesar de los fanáticos, muchos tienen ganas de cultura. De cosas nuevas, de libros, de aprender y divertirse. Han pasado por la Feria autores nacionales e internacionales. De ficción, cronistas, periodistas, psiquiatras y filósofos, escritores infantiles, poetas, dramaturgos. Hay libros de todo y para todos.

Hay ahí afuera un universo de libros libres, de historias, de emociones. Los libros emocionan, asustan, enseñan y divierten. Hay mucha gente que exige alimento para el cerebro, la Feria del Libro es un buen lugar para encontrarlo. Aún les quedan unas horas, ¡corran hacia ATLAPA!

COLUMNISTA

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