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- 30/08/2015 02:00
Verdaderamente: la ignorancia es osada. No solo eso: es la mayor fuente de ideas erradas que, con tiempo y repetición ovejuna, se elevan a nivel de mito. Pero mejor comencemos por el principio…
¿Sí o no que uno canta increíble en su cabeza, y que baila como nadie, cuando está… sentado? Lindo espectáculo cuando escuchamos al solista cantar con la orquesta (¡y el oído!), perdidos en las profundidades de los audífonos del iPod; o cuando llegamos a la pista de baile y los dos pies izquierdos nos traicionan, o un mal ‘partner' no sabe lo que está haciendo (recuerden, si todo falla, echarle la culpa a la pareja).
Entonces, si de adolescente tocaba algo de guitarra y piano (mal y poco), por qué no batería, ¿verdad? Nada más ‘badass' que los bateristas de las bandas de rock y las ganas de una música ‘wannabe', de imitarlos. Así es que la oportunidad se dio, la batería me esperaba y, con el arrojo propio de la edad, me senté a tocar. Craso error.
Todavía puedo sentir el pánico frente a aquél enjambre de tambores, platillos y pedales, las manos agarrotadas sosteniendo los bolillos… y un cerebro con mensajeros múltiples en estado de pánico. Pocas experiencias me han hecho más humilde. Bueno, la aventura con el saxofón, pero eso queda para una próxima entrega.
Volviendo al cerebro, el mío entró en shock: se paralizó, y yo también. Con el rabo entre las piernas y una sobredosis de vergüenza, logré zafarme de aquel atolladero. Como la humillación necesita de explicaciones científicas para bajarle los decibeles al penón que sentía, pensé: ¡no es normal que un ser humano pueda coordinar tantos ritmos con tantas partes del cuerpo! Hoy día la neurociencia me da la razón: los bateristas no son normales. Pero es que lo digo en serio: anatómicamente están diseñados diferente que el resto de los mortales. Algunos descubrimientos científicos
Los estereotipos y los chistes sangrones sobre los bateristas, abundan. Desde considerarlos los Neandertales de la evolución musical, hasta músicos menores que no entienden de melodía o composición, o que solo son buenos para mantener el tempo… La ciencia nos indica otra cosa.
* Entre otros experimentos sobre el tema, un estudio del Instituto Karolinska en Estocolmo dirigido por neuropsicólogo, Fredrik Ullén, concluyó que la inteligencia y el buen ritmo están relacionados a un mayor volumen de materia blanca en los lóbulos frontales del cerebro, parte involucrada en la resolución de problemas, la planificación, el lenguaje y el manejo del tiempo.
* Estudios en la Universidad de Washington utilizaron luz rítmica y terapia de sonido en sus estudiantes, y se descubrió que sus calificaciones mejoraban. Del mismo modo, un investigador de la Universidad de Texas Medical Branch utilizó ese método en un grupo de niños de primaria y secundaria con déficit atencional. Las terapias tuvieron un efecto similar a la Ritalina, eventualmente haciendo aumentos duraderos en las puntuaciones de coeficiente intelectual de los niños. Experimentar un ritmo constante mejora la función cognitiva.
* Experimentos realizados por el especialista en Neurociencia, Dr. David Eagleman, coinciden en que la habilidad de mantener el ritmo les da a los bateristas una forma intuitiva de comprender los patrones rítmicos del entorno. También lo considera como un acto primigenio: a nivel humano, los bebés naturalmente aplauden y se mueven rítmicamente; a nivel social, los tambores han sido parte integral de los ritos, la comunicación y la creación de comunidades, de la evolución misma de la sociedad.
*También es importante resaltar su valor terapéutico. Lo que se conoce como el ‘drummer's high', en efecto es un rush de endorfinas que no solo ayuda a la persona a generar emociones positivas y bajar el nivel de dolor, sino que lleva a las personas a colaborar más entre ellas, de forma más solidaria. No solo lo siente el baterista, sino que lo contagia. (Dr. Robin Dunbar, University of Oxford).
* En cuanto a las habilidades musicales, es un instrumento que requiere años de estudio y práctica. Los bateristas realmente buenos, tienen una comprensión integral de la música y la melodía. Grandes del Jazz como Max Roach, Jack DeJohnette o Tony Williams, crean líneas melódicas en su instrumento.
Mientras investigaba el tema, recordé cómo Pat Metheny, en sus conciertos, ponía al frente de su banda a Paul Wertico, dándole el protagonismo en el escenario que su calidad de músico merecía. Y es que, una cosa es cierta: los buenos músicos saben reconocer la grandeza de los otros, sin necesidad que la ciencia lo compruebe.