Hermanos a medias

P ara cualquier niño la llegada de un hermano es una vivencia compleja que involucra felicidad, pero además, celos y temores. Estos sent...

P ara cualquier niño la llegada de un hermano es una vivencia compleja que involucra felicidad, pero además, celos y temores. Estos sentimientos suelen calmarse gracias al amor de los padres y a la misma convivencia con el nuevo miembro de al familia, una vez que crece y puede comunicarse con él. Pero el asunto cambia cuando el niño se entera de la presencia de un hermano fuera de su “familia”. Mientras en algunos casos el tiempo y una buena comunicación pueden generar una relación estable, en la mayoría de las ocasiones las fricciones no se dejan esperar.

“Todas las familias luchan a veces por ser felices, pero las familias mezcladas a menudo enfrentan mayores obstáculos que las demás. Por ejemplo, la calidad de la relación entre padrastros e hijastros causa un gran impacto en el nivel de felicidad de una familia mezclada. La lealtad hacia los hijos biológicos y el saber cómo disciplinar también agregan importantes complicaciones”, afirma la psicóloga Lesbia González.

Y es que se necesita mucho tiempo para construir relaciones amorosas en una familia mezclada. Los vínculos emocionales no suceden de la noche a la mañana, y no es realista pensar que padrastros e hijastros van a llevarse bien automáticamente. La mayoría de las veces se necesitan años para desarrollar un nexo más normal entre padre/madre-hijo/a.

Eso sí, se debe iniciar con una comunicación abierta desde el momento en que se toma la decisión de establecer una nueva relación y tener más familia. No es muy gracioso enterarse por terceras personas de información que afecta directamente, mucho menos si se es un niño que por su edad probablemente no estará en capacidad de comprender algunas situaciones.

Si el medio hermano es producto de una relación anterior a la de sus padres suele ser mejor manejada que si es producto de una relación extramarital. Menor será el impacto si saben que su padre o madre ha decidido establecer una nueva relación y este hermano es el fruto de esta relación.

“El hijo o la hija, sobre todo si son mayorcitos, estarán muy atentos a cómo reacciona el padre o la madre afectado. Es decir, observarán si sus padres se entienden de nuevo, si se ha perdonado la infidelidad (si la hubo), si su medio hermano es aceptado o no, y por supuesto si este hermano que no vive con ellos es un rival en potencia o no”, detalla el psicólogo José Ángel Rodríguez.

Los niños pueden sentir que su papá o mamá –dependiendo de quien se trate- le está siendo robado, o sencillamente que están siendo excluidos en una nueva ecuación.

De acuerdo con Rodríguez, “lo importante es cómo la actual familia incorpora a este medio hermano en el núcleo familiar, si hay un espacio para él o no pues es desde allí desde donde se transmite un sentimiento y una apertura a este niño. O si se le excluye motivándose sentimientos de traición y venganza hacia el progenitor y al hermano que vive fuera de su hogar”.

En otras palabras, esta relación dependerá en gran medida de la reacción que tengan los padres.

No obstante, también es cierto que para muchos niños el tener conocimiento de otro hermano o hermana puede ser una fuente de alegría e interés. “En ocasiones son ellos mismos los que buscan la cercanía y el poder desarrollar una relación fraterna”, comenta Rodríguez.

“Las familias mezcladas tienen tanta esperanza de felicidad a través de buenas relaciones como la tienen las familias tradicionales”, dice González. Las primeras tienen que reconocer que su singular situación tiene desafíos únicos, y que esos desafíos se enfrentan mejor cuando han construido una relación firme.

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