Una película a lo “mero macho”

U na de las escritoras latinoamericanas más importantes del siglo XX es la mexicana Ángeles Mastretta que con su primera novela “Arránca...

U na de las escritoras latinoamericanas más importantes del siglo XX es la mexicana Ángeles Mastretta que con su primera novela “Arráncame la vida” logró su reconocimiento en 1985 como Mejor Libro del Año con el Premio Mazatlán de Literatura, y posteriormente su obra fue traducida a más de quince idiomas, lo cual es indicio de su indudable calidad y del éxito que tuvo entre los lectores tanto a nivel nacional como internacional.

La novela de Mastretta hace una radiografía política del México de mediados del siglo XX, y gracias a sus personajes y la relación que se tejen entre ellos, logra de una manera mordaz retratar el autoritarismo, la corrupción y los mecanismos de un partido político por conseguir su perpetuidad, pero mucho más que eso, el papel de la mujer domesticada para los deseos de los hombres y con un pequeño margen de libertad, que elimina por completo su identidad personal.

Y la oportunidad no pudo ser mejor para el realizador mexicano Roberto Sneider, al tomar las riendas para llevar el libro de Mastretta a las salas de cine, que con esta, su segunda película, ha logrado un gran éxito al colocar de nuevo el cine mexicano en los ojos del mundo, y mucho más con su reciente clasificación para ser nominada al premio Oscar como mejor película extranjera.

La historia, que es plasmada fielmente a la obra literaria, se ubica en el México pos revolucionario de los años 40 y narra la vida de Catalina Guzmán (Ana Claudia Talancón), una joven pueblerina y ansiosa por abrirse al mundo, y cree encontrar esa posibilidad en Andrés Ascencio (Daniel Giménez Cacho), un militar y político poderoso que impone su machismo al tomarla como esposa y la ubica en la realidad de las mujeres de aquella época (aunque lejano, pero contemporáneo) que no poseen libertad, ni voz ni voto.

Todo esto cambia al conocer a Carlos (José María de Tavira), un joven director de orquesta, romántico y soñador, aunque también ambicioso de poder y del que Catalina, desencantada de su matrimonio, se enamora, llevando a la protagonista a una rebelión por conseguir su reivindicación femenina.

De esta manera, el desarrollo de la película se despliega bajo un relato desde la perspectiva de la mujer, con una mirada que cuenta con asombro el descubrimiento precoz, en la sexualidad, en el conocimiento de un hombre, machista y militar, en la conducción de un hogar, y el aprendizaje de ser mamá, a la par con la realidad puesta ante sus ojos de las arbitrariedades de la política manipuladora de esos años.

La fotografía, a cargo del español Javier Aguirresarobe (Vicky Cristina Barcelona - 2008, Mar Adentro - 2004), se preocupa siempre por realizar una profundidad de campo amplia, de manera limpia y detallada, que recrea los matices culturales y sociales de la época, ambientada en la Ciudad de Puebla, con locaciones idóneas bien elaboradas, como el caso del Zócalo de la ciudad de México que fue adaptado apropiadamente como fondo escenográfico, para el buen desarrollo de sus actores.

Esta producción, importante si hablamos de cifras (6.5 millones de dólares) tardó cinco años en su rodaje debido a lo ambicioso de la realización, además de la falta de apoyo económico. Y es la más costosa hasta el momento dentro del cine mexicano, por encima de reconocidos títulos como “KM 31” y “Amores Perros”, superando todas las expectativas por parte del público, siendo también la más taquillera en su primera semana de estreno en México, recuperando casi inmediatamente su inversión, en parte gracias, a una exposición amena en su narrativa, dentro del marco histórico en el que se identifica el pueblo a lo “mero - macho”.

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