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- 07/10/2010 02:00
PANAMÁ. Seguramente para muchos cuando se menciona el nombre Frankestein lo primero que se les viene a la mente es un hombre verde de un cuerpo de más de dos metros con una cabeza cuadrada y tornillos en el cuello. Y probablemente eso sea lo que algunos esperen ver en la obra de teatro Frankestein, que se presenta a partir del 8 de octubre en el teatro La Quadra. Sin embargo, muy alejada del estilo cinematográfico hollywooodense es la propuesta que trae a las tablas panameñas Producciones Vórtice.
Luego del éxito que arrojó la obra El Retrato de Dorian Gray, realizada en 2009, esta productora decidió regresar a la aventura escénica de presentar una historia llena de suspenso y misterio de la mano del personaje creado por la británica Mary Shelley. Para la directora de la obra, Tatiana Salamín, la idea de llevar Frankestein al público era seguir este año con la temática del terror. No obstante, para montar esta obra Manuel Paz, actor y adaptador, requirió leer 15 veces el libro para captar la esencia de la autora.
El público panameño podrá ver en escena las actuaciones de Eric De León, Yimara Pérez Royko, Jaime Newball, Juanxo Villaverde, Ana Elena Tejera, Manuel Paz, Ramiro Cárdenas, Jeanne Marie Leggiere, Ramón Serrano, y Andrés y Eduardo Carrasquilla.
Respecto a la adaptación de la obra, Paz comenta que Frankestein es un libro muy descriptivo y la narrativa que presenta no funciona en una obra de teatro, ‘de modo que lo que estaba escrito bonito fue desechado y tuvimos que traducirlo a una acción dramática, que es lo que caracteriza a toda obra teatral’. Las adaptaciones realizadas en este montaje son una fiel versión del texto de Shelley, mostrando un paso a paso de la historia, pero con la brevedad y concisión necesarias. ‘Hemos tratado que esta obra sea lo más apegada al libro, procurando no tergiversar tanto la historia original. Aquí no vas a ver a un Frankestein que es un monstruo aterrador, simplemente se verá a una criatura que fue creada y abandonada y fue violenta porque nadie le enseñó a no serlo’, explica Paz.
LA ESENCIA DE FRANKESTEIN
El montaje de la obra se articula en torno a los límites que tiene la naturaleza humana y su profundo deseo de emular a Dios y sumergirse en los profundos misterios de la vida y de la muerte. La puesta en escena abre un debate sobre ‘lo peligroso que es creerse Dios porque solamente Él es lo suficientemente sabio para realizar un hecho y afrontar todas las responsabilidades del mismo. A nosotros los hombres todavía no se nos ha dado ese conocimiento porque cada acción que hacemos en el presente siempre repercutirá en el futuro’, dice.
El mensaje que tanto Salamín como Paz quieren trasmitir con Frankestein es que de los actos que las personas realicen hoy tendrán que hacerse responsables ellos mañana ‘y por esto tenemos que pensar muy bien lo que vamos a hacer antes de hacerlo porque el final puede ser fatídico, puede destruir la vida y todo lo que nos rodea... y eso fue lo que le pasó a Frankestein’, comenta Paz.
TENSIÓN Y RELAJACIÓN
En esta obra no todo es tensión, Manuel asegura que el público verá escenas divertidas, relajantes y emotivas. ‘Presentaremos la vida familiar de un pueblo de clase media alta en Ginebra, cómo ellos viven, el amor que se da entre sus miembros y cómo éstos se ayudan mutuamente’, apunta.
Frankestein no sólo es fiel en el texto de la autora, sino que también trata de serlo visual y auditivamente. Para esto, la escenografía se ambienta en tres localidades: laboratorio, casa y campo. Se han utilizado módulos que se mueven sin que el público sienta un rechazo hacia el cambio de escenario. Otros elementos que juegan un papel protagónico para darle realismo a la obra es la música y la iluminación que darán un toque impactante al montaje.
El vestuario también transporta al público al siglo XIX, cuando se vea en escena una indumentaria tanto ostentosa como aquella de la campiña ginebrina.