Miles de feligreses celebraron este lunes el Día de los Reyes Magos en Bolivia con la costumbre religiosa de llevar las imágenes del Niño Jesús a los templos...
- 22/03/2015 01:00
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El gimnasio de la escuela está lleno de niños. Es diciembre. Es una escuela pública en el interior de la República. Son los años ochentas. A la escuela van niños de todas las clases sociales: pobres, clase media, acomodados; hijos de peones que trabajan en el campo; hijos de maestros, ingenieros y doctores; hijos de ganaderos, latifundistas y políticos del tercer mundo. Se ven los uniformes de camisa blanca y pantalones y faldas azules. Un río de cabecitas infantiles. Las maestras organizan sus salones, ordenan las columnas en orden de tamaño y por sexo; la columna de los niños y la columna de las niñas; el más bajito de cada columna de primero, el más grande de último. Desde la pequeña tarima de madera, en uno de los extremos de la cancha que a la vez sirve para jugar baloncesto, voleibol y bola suave, se puede apreciar el mar que forman los grupos del A al F.
La escuela es pequeña, ecuánime pero decente. Es el último acto cívico del año. Habrá juramento a la bandera, el juramento del estudiante, el juramento al escudo, juramentos, juramentos y más juramentos para repartir a diestra y siniestra. A los niños se les enseña a jurar desde pequeñitos: Juro a Dios y La Patria, amarte y defenderte… Y un largo etcétera. Por supuesto, —faltaba más— habrá himno nacional. Pero antes hay que anunciar un par de cosas. La directora sube a la plataforma, prueba el micrófono y dice: ‘¡Silencio! Buenos días, niños. Estamos en diciembre y todos sabemos que es este el mes de dar, no tanto de recibir, queridos alumnos, sino de dar. Ustedes son afortunados, tienen la oportunidad de educarse en una escuela como ésta, una de las más respetadas en el país, por su historia y por lo integral de su educación inclusiva. Sus padres les proporcionan un hogar, ponen comida en sus bocas y de seguro les comprarán montañas de juguetes este año. Pero existen miles de niños en este mundo que no han sido bendecidos de esa manera. Es por eso que el miércoles haremos una colecta de juguetes para enviarlos a las barriadas y escuelas en donde viven y estudian estos niños de escasos recursos. En esta escuela, ya lo sabemos, hay niños humildes, pero ninguno en la pobreza extrema como aquellos con los que vamos a ser solidarios. Por favor, jóvenes, futuro y esperanza del país y del mundo, no olviden los juguetes. Por otra parte, tenemos otro anuncio muy importante que hacer. Todos los años se celebra, a finales de noviembre, el festival de la pollera, nuestro traje folklórico nacional, considerado entre los más bellos del mundo. En este festival se premia al mejor traje en diferentes categorías. ¡Una estudiante de nuestra escuela ganó el primer lugar de la categoría infantil! Así que sin más, ¡un fuerte aplauso para la niña Noriela Isabel González Sánchez, hija del señor Chico González Sánchez, candidato a legislador por el circuito 7-1! Vean, niños, qué hermoso. Quiero hacer hincapié en que ganar este concurso no es fácil. La confección cuesta entre seis a diez mil dólares. Así como lo oyen, ¡de seis a diez mil dólares! ¡Un fuerte aplauso nuevamente, para la niña Noriela Isabel González Sánchez! Ahora, niños, jóvenes, queridos estudiantes, entonaremos las gloriosas notas de nuestro himno nacional. Pero antes, repito: Por favor no olviden los juguetes; ah, se me olvidada: los que prefieran traer dinero en efectivo en vez de juguetes, lo pueden hacer. Dinero o juguetes. Dinero o juguetes. Ay, pero miren que pollera más linda. Bueno, a cantar el himno: ¡Firmes!’.
MÚSICO Y POETA
Todos los años se celebra, a finales del mes de noviembre, el festival de la pollera, nuestro traje folklórico nacional, considerado entre los más bellos del mundo