El “señor” que sabe todo

FUE DIFÍCIL DAR CON ÉL. Parecía que las instalaciones de la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) de Corozal, donde funciona la División d...

FUE DIFÍCIL DAR CON ÉL. Parecía que las instalaciones de la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) de Corozal, donde funciona la División de Recursos de Tránsito, celosas por la fidelidad de 53 años de este hombre por el Canal, querían evitar a toda costa que lo encontremos.

Muchas vueltas, muchas preguntas, mucha espera y mucha paciencia fueron necesarias para conocer a Edward A. Daniel el trabajador de más edad y con mayor tiempo ininterrumpido de servir en la vía interoceánica. Finalmente llegó con su andar cansino pero todavía firme y al ver que además lo aguardaba el fotógrafo, dio media vuelta para cambiar la camiseta que vestía por la camisa blanca de trabajo, que dice en la espalda “Líder de Pasacables”, cargo que desempeña con ganas. Traía en la mano el casco rojo de los líderes.

LO CAMBIOS

Evasivo, parco y desconfiado, especialmente al inicio de la entrevista, Edward ha sido víctima, al igual que millares de trabajadores, de la discriminación que hubo en el Canal con el uso del régimen salarial del gold y silver roll a través del cual se estableció un apartheid en términos de lugar de residencia, escuelas, sitios de recreación, uso del transporte en la llamada Zona del Canal. “Antes del 56 había mucha discriminación”, dice sin dar más explicaciones.

De padres inmigrantes, Edward nació en 1932 en Red Tank, comunidad afroantillana cercana a Pedro Miguel, creada en algún momento entre 1904 y 1914, durante la construcción del Canal. Uno de aquellos establecimientos poblacionales que fueron “desmantelados” al ser inundados por las aguas del Canal o usadas como vertedero después de la firma del Tratado Remón-Eisenhower y cuyos habitantes se vieron obligados a mudarse a zonas como El Chorrillo, Río Abajo, Parque Lefevre y Pueblo Nuevo, donde siguen viviendo en la actualidad.

Es precisamente allí en Río Abajo donde ahora vive Edward Daniel, y es desde donde todas las mañanas muy temprano parte en bus hacia su trabajo al que nunca ha faltado ni por enfermedad ni por ninguna otra razón. El supervisor del Departamento de Operaciones, Octavio Elliot dice con admiración que es un trabajador responsable y cumplido, y que una vez que le descontaron un día de trabajo, un solo día en 53 años, Edward peleó el reintegro de su pago.

Mirando el Canal a través de los amplios ventanales de las oficinas donde nos encontramos, el canal que conoce como nadie, Edward reconoce que el traspaso de la vía a manos panameñas fue positivo y que a partir de entonces el trabajo cambió completamente. “Ahora se trabaja bien”, comenta. “En ese tiempo no se sabía a qué hora subías al barco ni a qué hora bajabas, hoy más o menos sabes la hora de empezar y la de irte” dice, agregando que en la actualidad hay más respeto a la jornada laboral y un trato más humano a los trabajadores pero negándose a dar más explicaciones.

Precisamente para facilitar la entrevista con Edward su turno fue cambiado y junto a su cuadrilla tendrá que abordar el Island Princess, un crucero que cruzará el canal del Pacífico al Atlántico al mediodía. Mientras conversamos se presenta la oportunidad de acompañar a Edward en el crucero y verlo en acción a través de las esclusas de Pedro Miguel y Miraflores. La gente se moviliza y tenemos que salir de Corozal provistos de cascos de seguridad y chalecos salvavidas para dirigirnos al embarcadero de Paraíso, desde donde un par de lanchas con las cuadrillas de pasacables a bordo saldrán al encuentro de los barcos que transitan por el canal.

Este anciano delgado y musculoso, de manos callosas acostumbradas al roce de cables, sogas y cadenas desde los 25 años, de mirada huidiza que, sin embargo, parece traspasar a las personas cuando la fija en ellas, es considerado una leyenda por sus compañeros de trabajo. “Es el hombre con más experiencia y lo que sé lo aprendí de él”, dice Luis Carlos Tejeira a tiempo de estrecharle la mano con afecto.

Y no es el único, muchos otros han aprendido de Edward el importante oficio: conectar los cables que guiarán a los barcos en el Canal.

El pequeño muelle es un hervidero de pasacables que regresan de sus turnos, buscan su almuerzo, se sientan en el pequeño comedor de la planta baja, se dirigen a los buses que los sacarán del área o llegan para nuevos turnos. Todos al pasar tienen una palabra de saludo, una palmada en la espalda, un apretón de manos para Edward a quien llaman “Papy Dany”. El sonríe calladamente y si no se le hacen preguntas no conversa.

SU EXPERIENCIA

Un viento que no logra refrescar el sofocante mediodía se levanta y Edward de espaldas al canal recuerda como el hecho que más impresión le causó, el incendio que se produjo hace algunos años en un barco llamado “Rebecca” que pasaba por Pedro Miguel, que provocó que la mayoría de los hombres que trabajaban en cubierta se lanzaran al agua mientras él trataba de sofocar el siniestro. Se sonríe cuando le preguntamos sobre la Segunda Guerra Mundial y al insistir dice tajante “No voy a tocar ese punto”.

Es increíble que este hombre que ha estado a bordo de embarcaciones que dan la vuelta al mundo cientos de veces al año, nunca haya salido de Panamá. “Voy a hacer un viaje a Estados Unidos para ver a mis hijas y mis nietos”, dice. Porque está consciente de que algún día tiene que dejar de trabajar. “Hasta ahora me siento fuerte y me gusta mi trabajo, si no, no estaría aquí”, afirma Edward y deja bien sentado que no depende de él sino de “los que tienen que decidir, incluido Dios”, en quien confía y es por eso que lleva siempre en el bolsillo de la camisa un pequeño nuevo testamento cuyas hojas están cuarteadas por haber sido leído y releído.

Edward reconoce que el trabajo que hace es difícil aunque ya no para él. “Yo soy como un profesional”, afirma orgulloso quien ha enseñado a mucha gente el oficio. Sabe nadar y bucear a la perfección, porque son conocimientos que exige el trabajo, pero también sabe cocinar y le gusta, especialmente platillos criollos que es lo que prefiere. “Yo soy un señor que sabe de todo”, dice medio en broma y medio en serio. Y parece que es cierto, por lo menos así lo atestigua la admiración de sus compañeros de trabajo.

Ya a bordo de la lancha Ray II que transporta a los pasacables y sus líderes hasta el Island Princess, nos enteramos de que por tratarse de un crucero nuestro abordaje no fue autorizado. Mientras la pequeña lancha se balanceaba pegada a un costado del inmenso casco del barco, vimos ingresar uno a uno a todos los pasacables y al final la mirada sorprendida y la mano en alto de Edward Daniel que estaba seguro de que subiríamos detrás de él.

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