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- 11/10/2020 00:00
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A través de las épocas, la familia ha experimentado vertiginosamente grandes transformaciones socio-culturales positivas, si éstas se analizan desde una óptica amplia. En los últimos tiempos, la familia se ha visto presionada, debido a diversos factores como las nuevas tendencias en la educación de hijos e hijas, el papel asumido por las mujeres en el hogar; su incorporación al mundo laboral; la reducción en el número de hijos; y la aparición de otras formas más complejas de grupo familiar, entre otros, dando por resultado que el tema de la familia se cuestione, señalándose que la misma está en crisis.
La familia en sí no está en crisis, lo cierto es que las formas de pactar la vida en familia han cambiado. Lo que sucede es que no hemos sabido reflexionar y tomar conciencia de que estamos viviendo grandes cambios en un mundo globalizado a una arrolladora velocidad, donde apenas empezamos a asumir un cambio, cuando ya nos están llegando otros. Estos cambios no escapan al plano familiar, donde las condiciones han variado para los integrantes al interior de la familia, pero seguimos comportándonos como si no pasara nada en el entorno.
La llamada crisis en la familia no es más que un proceso de cuestionamiento sobre los cambios operados a una velocidad insospechada en el Siglo XXI, como son la modificación de la institución familiar en sus funciones tradicionales de conformación, reproducción, realización personal, educación, socialización, responsabilidad compartida, lo que permitirá más equilibradamente a cada uno de sus miembros, el desarrollo integral como seres humanos.
No podemos tapar el sol con la mano y negar que existen problemas en la familia debido a las rupturas conyugales, al aumento de las uniones consensuales, nuevas formas de conformación de la familia, hogares jefaturados por madres solamente, etc., pero estos factores, aunque la afectan como institución, no la han destruido, ni la destruirán.
El ajuste a las nuevas situaciones que hemos mencionado ha dado lugar a que muchos de los valores tradicionales han sido abandonados o suplantados por otros. Sólo por mencionar algunos ejemplos: el concepto tradicional de matrimonio como unión entre un hombre y una mujer está dando paso al matrimonio igualitario; el auge de la convivencia en pareja sin mediar matrimonio; el divorcio; los hijos fuera del matrimonio, los encuentros sexuales extramatrimoniales, que han dejado de ser mal vistos; la figura tradicional de la mujer -esposa-madre, que ha sido desmitificada y aceptada por la de compañera en un plano de igualdad; la sacralidad en la reproducción, que se ha reemplazado por la planificación familiar y el derecho al aborto.
La familia del siglo XXI debe entenderse como el conjunto de personas unidas por nacimiento o elección. Hay distintos modelos de familia que son producto de una construcción social y por tanto, exigen aceptación y respeto a sus diferentes formas.
Y ¿cuál es la actitud de la juventud frente a la familia? Resulta positivo observar que las transformaciones sufridas por las sociedades están operando un cambio de actitudes estereotipadas en las parejas jóvenes. Es posible que sean menos formales y a veces hasta parecieran irresponsables; sin embargo, la mayoría de los jóvenes de la presente generación piensa, discute y reflexiona a la hora de establecer una familia. Y en este sentido, es necesario que tomen en cuenta lo siguiente:
1. Reconocer que la comprensión, la comunicación y el respeto son los principales puntos de equilibrio en una familia;
2. Reflexionar seriamente a la hora de pensar en procrear, que se debe traer al mundo los hijos/as que responsablemente se pueden criar y educar; pero además, que sean niños y niñas deseados por ambos progenitores.
3. Que la pareja debe compartir recíprocamente derechos y responsabilidades en el hogar, principalmente en cuanto al cuidado, crianza y educación de la prole.
¿Hacia dónde se dirige la familia actual? La familia moderna está pasando por un proceso de reconstrucción, de reajustes, pues como institución básica, la misma permanecerá por mucho tiempo, ya que no tiene sustituto, pero es una institución que evoluciona a la vez hacia lo desconocido, donde existe la posibilidad de crear, de innovar y de influir positivamente sobre sus integrantes. Esto permitirá a las familias tener la certeza de que lograremos un futuro basado en la paz, en una verdadera democracia de género, de equidad y de justicia social, para que se haga vigente esa frase de la escritora y psicoterapeuta estadounidense, Virginia Satir: “Los cimientos de valor sólo pueden florecer en un ambiente donde se aprecien las diferencias individuales, se toleren los errores, donde la comunicación sea abierta y las reglas sean flexibles, el tipo de ambiente que se encuentra en una familia cariñosa”.