- 19/07/2020 00:00
Una de las mil caras de la violencia contra la mujer es la trata de personas. El término “trata de blancas”, utilizado a partir de las guerras mundiales, se refería a las mujeres europeas de piel blanca que eran secuestradas o engañadas para ser servidoras sexuales en redes de prostitución, para diferenciarlas de las mujeres africanas e indígenas comercializadas como esclavas para todo uso.
El término moderno es “trata de personas” y se refiere a un delito atroz que tiene como finalidad la explotación de personas de cualquier raza y sexo –hombres, mujeres, niños y niñas– en diversas actividades, una de la cuales es la sexual. No es más que la compraventa de seres humanos y uno de los delitos de lesa humanidad más vergonzosos que existen.
Lastimosamente, este delito comenzó a crecer a lo largo del tiempo como un negocio que, en la actualidad, genera ganancias millonarias, en razón de la gran demanda. El comercio hoy por hoy es no solo de mujeres, sino de cualquier hombre, mujer, niña, niño o adolescente, para cubrir la demanda de los diferentes consumidores. Los niños se venden a los pederastas, se usan para mendigar o para extraerles órganos, que se venden en el mercado negro a precios altísimos. Los hombres, aunque en menor porcentaje, para trabajo forzado, explotación sexual, servidumbre o extracción de órganos. Pero sobre todo, la trata es la forma más antigua de violencia en contra de mujeres y niñas, porque 80% de las víctimas es mujeres y niñas; el 50% es menores de edad; el 75% se inició a los 13 años; y el 50% es analfabeta o de escuela primaria incompleta.
Las víctimas se captan por engaño, abuso de poder, o de una situación de vulnerabilidad, como edad, pobreza o ignorancia, rapto, fuerza, o amenaza. En el delito participan varios actores (además de la víctima, que es el sujeto pasivo): la organización delictiva, que constituye la oferta; el cliente, que constituye la demanda; el proxeneta, que es el que lleva a cabo el 99% de la explotación sexual; las personas que vigilan y cuidan “la mercancía”; y en muchos casos, las familias pobres que venden a sus hijas.
Las víctimas muchas veces desarrollan una relación de dependencia con sus proxenetas (síndrome de Estocolmo), tienen baja autoestima y se vuelven adictas a las drogas, porque los proxenetas muchas veces las mantienen drogadas para controlarlas. Sin mencionar las enfermedades, el riesgo de perder la vida a manos de un cliente, los traumas psicológicos y la estigmatización.
Se han generado movimientos que buscan cambiar la percepción de la mujer, creada según estereotipos que han estado presentes a través del tiempo. No obstante, la lucha sigue en la actualidad, forjando herramientas esenciales a través de la equidad para lograr igualdad entre hombres y mujeres. En la última década, algunos organismos de las Naciones Unidas, varios gobiernos, algunas oenegés y algunas académicas han promovido la política de que la prostitución es voluntaria y la trata sexual es forzada. Sin embargo, la realidad es que la prostitución y la trata sexual son habitualmente codependientes. En los países que prohíben la trata, pero despenalizan la industria del sexo, la prostitución, la trata sexual, el sector sexual ilegal y la prostitución infantil se expanden. Una de las oenegés que más ha luchado en contra de la despenalización de la prostitución es la Coalición Regional contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe, (Catwlac, por sus siglas en inglés).
En Panamá se penaliza la prostitución y la trata mediante la Ley 79 de 2011, que fortalece políticas y acciones de seguridad, y brinda protección y asistencia a las víctimas de todas las modalidades de la trata, con especial atención a mujeres y menores. Es muy importante dar a conocer esta ley que penaliza a todos los actores y protege a la víctima, la cual no puede ser detenida y su consentimiento no exime de pena a ninguno de los actores. Establece la Fiscalía Especializada contra la Delincuencia Organizada dentro del Ministerio Público y la denuncia obligatoria.
En estos tiempos de pandemia, aunque es cierto que se necesitan recursos para combatir el virus, es imperativo no bajar la guardia y destinar también recursos para la protección de las víctimas, así como para capacitación en prevención a todos los niveles, sobre todo de adolescentes y menores, haciendo hincapié en los factores de riesgo que inciden en el delito, a saber, sobrevivencia, las redes del crimen organizado, abuso sexual o maltrato en la infancia, adicciones o deudas, desconocimiento, adopciones ilegales y consumismo.