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- 20/01/2013 01:00
Nuevamente QuentinTarantino reescribe la historia a través del cine. O al menos intenta una venganza tardía contra las injusticias que se cometieron durante las épocas más oscuras de la historia occidental. Si en Inglourious Basterds la Segunda Guerra Mundial termina luego de que Hitler y su alto comando son eliminados en un cine por un comando judío, en Django Unchained, su más reciente filme, un esclavo liberado se transforma en un ‘cazarrecompensas’ que asesina fugitivos de la justicia blanca por dinero.
En los dos filmes las circunstancias históricas son revertidas a beneficio de las víctimas. En los dos las minorías oprimidas encuentran un héroe que les proporciona una vindicación sangrienta. En los dos los perseguidos se transforman en verdugos.
Curiosamente ambas cintas son protagonizadas por el actor alemán Christoph Waltz, quien vuelve a encarnar el papel de un asesino que persigue a sus víctimas exhibiendo efectividad y encanto, una especie de carismática máquina asesina que, por momentos, seduce y amedrenta. Esta dualidad le permitió hacerse con el Globo de Oro en la categoría de ‘Mejor actor en mejor drama’, en la premiación que se llevó a cabo el domingo pasado. Su papel como un pistolero que abandona la práctica de la ortodoncia para perseguir forajidos no pasó inadvertido en las recientes nominaciones de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas a los Premios Óscar del 2013.
ELENCO DE LUJO
La actuación de Waltz no es la única que sobresale a lo largo de 165 minutos del ‘spaghetti western’ dirigido por Tarantino. También destaca la de Jamie Foxx, quien encarna a un cowboy negro que se convierte en una especie de justiciero de toda su raza durante los años que le precedieron a la Guerra Civil norteamericana. Un vaquero afroamericano que abate blancos al ritmo de hip-hop. Un hombre que, por obra del azar, se libera de las cadenas de la esclavitud, pero que no puede romper las que lo atan a un antiguo amor. Por tenerla nuevamente en sus brazos sería capaz de bañar con sangre todos los campos de algodón del Sur de los Estados Unidos, donde fue separado de ella por culpa de una esclavista desalmado.
En su rol como un ‘negro de casa’ (aquel que administra la hacienda de su amo, y al resto de los esclavos), Samuel L. Jackson ofrece una actuación memorable. Como ocurre en casi todas las películas de Tarantino, es un personaje sagaz y vociferante, escéptico frente a las intenciones de los demás. Para el personaje de Calvin Candy (interpretado por Leonardo DiCaprio), es más que su esclavo de confianza. A pesar de las apariencias, entre ellos dos existe un relación casi de igualdad, casi de ‘padre-hijo’.
En el caso de DiCaprio, prueba estar a la altura de tan soberbio elenco, interpretando con solvencia un personaje que en cuestión de segundos puede pasar de ser un encantador anfitrión para convertirse en el más brutal hombre de negocios. Sus exabruptos son precedidos por descensos en la intensidad de su personaje, como un remanso necesario para que la ola recoja fuerzas antes del impacto. Aunque DiCaprio convence, como ocurre en otros de sus filmes, su interpretación parece diluirse en el despliegue audiovisual orquestado magistralmente por Tarantino, un director con demasiados recursos.
EL GENIO DE LA ESTÉTICA
Durante sus últimos minutos, Django Unchained se convierte en un festín de sangre, con Tarantino recurriendo a lo mejor de su arsenal cinematográfico para ofrecernos su versión muy particular de ‘Western’. Una cinta de vaqueros con pistoleros negros y alemanes, impartiendo una cuestionable forma de justicia en una tierra dominada por los odios raciales.
El director utiliza una cinematografía sugerente y precisa para sumergirnos en el viaje de Django y Schultz para rescatar a Broomhilda, la mujer a la que el esclavo liberto no ha podido olvidar. Poco a poco, el realizador nos introduce en el turbio universo de los esclavistas, donde el racismo aflora en cada instancia, alcanzando su expresión más radical en personajes como el de ‘Big Daddy’, interpretado por Don Johnson, que en los últimos años parece haber reactivado su carrera gracias a cineastas como Tarantino y Robert Rodríguez.
Pocas veces el Viejo Oeste se ha visto tan bien, como lo hace bajo el lente de Tarantino. Y muy probablemente tampoco se había escuchado de la forma como lo hace en Django Unchained, que en su soundtrack recoge piezas de Ennio Morricone, James Brown, 2Pac, Johnny Cash, etc. En definitiva, no encontramos ante un ‘western’ atípico, que en vez de terminar con la consabida imagen de un héroe rubio cabalgando hacia el atardecer junto a una doncella rubia, finaliza con un vaquero negro escapando con una esclava negra después de haber dinamitado la mansión de los amos de esta última. Fue necesario que Obama ganara la presidencia de Estados Unidos por dos períodos consecutivos para que se pudiera concebir un película de vaqueros con una final así.