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- 07/05/2010 02:00
D esviados, perversos, aberrantes son sólo algunos de los vocablos que se han aplicado a las personas que sufren en su mente y en su cuerpo de un deseo inconfesable y llevado muchas veces a la práctica que les acarrea el desprecio de la sociedad y de sí mismos.
Podríamos considerar parafílicos a aquellos sujetos cuya actividad sexual se produce ante objetos, sujetos o situaciones que no son parte habitual de la excitación sexual.
Mirar y ser mirados es una de las características íntimas de la práctica sexual más cotidiana.
De hecho, es una de las fuentes más importantes dentro de la seducción y el erotismo. Pero siempre hemos de distinguirla de lo que es una práctica parafílica como el voyeurismo.
La diferencia con lo que llamamos voyeurismo es que los voyeurs necesitan contemplar, generalmente sin consentimiento, cómo otros practican sexo o se desnudan para poder obtener un placer sexual —de manera exclusiva—. Es su fuente de placer sexual, sin que cualquier otra conducta pueda gratificarles de la misma manera.
Por lo general, entre el voyeur y la persona observada no hay interacción de ningún tipo. El voyeur se limita a mirar y observar para, durante o después, a través de la recreación de la escena, recurrir a la práctica masturbatoria.
Generalmente, esta práctica afecta más a los varones heterosexuales que a las mujeres. Aunque una mujer puede practicar esta actividad parafílica, son raros los casos de dependencia femenina del voyeurismo para lograr una respuesta sexual.
La mayor parte son heterosexuales. Habitualmente son personas inofensivas que tienen serias dificultades para relacionarse tanto social como sexualmente con personas del otro sexo. Y su excitación llega a su punto máximo en situaciones en que corren el riesgo evidente de que los descubran.
Si bien acostumbran a ser inofensivos, un pequeño porcentaje asocia su parafilia con intentos de abuso y, en algunos casos, incluso de violación.
Las prácticas voyeuristas pueden adoptar diversas formas. No obstante, su rasgo característico es que el voyeur (o mirón) no interactúa directamente con su objeto de atracción (este último a menudo desconoce el hecho de que está siendo observado).
El voyeur suele mantenerse a una cierta distancia empleando prismáticos, cámaras, videocámaras y demás artilugios para cumplir su cometido.
Actualmente, cada vez hay más cámaras listas para captar momentos comprometidos.
Con la proliferación de los teléfonos móviles y de los programas de telerrealidad, fisgonear las vidas ajenas se ha convertido en una práctica bastante común, muchas veces alentada con fines comerciales.
Criterios de gravedad en el voyerista
Leve: El sujeto se encuentra marcadamente afectado por su necesidad, pero nunca ha actuado de acuerdo con ella. Se abstiene.
Moderada: el sujeto ha actuado solamente en algunas ocasiones.
Grave: La actuación ha sido reiterada y repetida.
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