La Reconciliación

Actualizado
  • 30/03/2024 00:00
Creado
  • 29/03/2024 16:37
La sociedad inicia una misión altamente didáctica, la misión de enseñar la importancia de la convivencia y de aceptar el papel decisivo y final de las instituciones creadas para dirimir las controversias

La historia del buen hombre es la historia de la lucha por la paz. Aquella bestia que anida en ciertas almas no ha vencido al buen hombre. La lucha es de siglos. Siempre lo maligno tratando de vencer lo bueno. Y lo bueno en su afán indesmayable y titánico por la convivencia fraterna.

Primero sentó sus reales lo instintivo. Ante un crimen, los deudos reaccionaban como los animales. La venganza imponía su terrible férula. Luego se avanzó y se impuso la Ley del Talión. El ojo por ojo se paseó por el mundo y la Biblia lo presenta como un antecedente en la historia del castigo. La venganza privada dividió a la humanidad.

La sangre derramada siempre iba en pos de la venganza y entre víctimas y victimarios nunca surgió el reposo. Pero el hombre bueno nunca descansó. Luchó contra todos los suplicios inventados por el hombre para vengarse. Se sumó a todos los que querían la fraternidad, el olvido, la reconciliación y tras centenarios procesos evolutivos la sociedad alcanzó una luz de esperanza en su calvario.

Advino el Estado, por contrato o por evolución, y hubo un minuto supremo de lucidez. La venganza privada, la venganza de sangre, daba paso al Derecho Penal ya la codificación de delitos y penas. La sociedad inicia una misión altamente didáctica, la misión de enseñar la importancia de la convivencia y de aceptar el papel decisivo y final de las instituciones creadas para dirimir las controversias.

Es el gran momento de la paz o el supremo momento de la reconciliación, porque el hombre ganó no levantar más su puñal vengador y adquirió el carácter de Derecho Público del Derecho Penal; es decir, repudió la privatización íntima de la venganza delictiva.

Es un estadio superior de la humanidad la toma de conciencia colectiva de que el papel del Estado es eminentemente protector y garantía de vida y de honores, y también de perseguidor de delitos y también de sancionador de las conductas ilícitas.

Todo concepto de reconciliación parte de ese estadio superior. Los deudos de las víctimas, los hombres y la sociedad, al aceptar que el Estado es el que fija las penas, echa al abismo la venganza privada, cesa en el hombre el afán retaliador, mutila el rencor y se somete al poder objetivo de la sentencia.

La reconciliación es eso, nace de allí, del cese de la venganza privada, gracias al poder de la sentencia. En la sentencia se le hace justicia al muerto; en la sentencia se desarma la sangre derramada y enardecida. El victimario, por la sentencia, entra al mundo del arrepentimiento; y las víctimas entran al mundo, no del olvido, sino del perdón. Ese es el fundamento moral de la reconciliación.

La reconciliación sin sentencia jamás podría existir porque queda la sangre ofendida, caliente, burlada y frenética, corriendo por las venas rencorosas de la venganza privada. Reconciliar es aceptar el fallo del Estado, en la dirección que se sustente, y extinguir por siempre el puñal. de la venganza. Esa es la reconciliación entre los hombres.

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