Guillermo Dávila:

Guillermo Dávila: ‘El romance puede ser hacia una mujer o hacia algo más’

El cantautor venezolano se encuentra en suelo panameño y comparte con La Decana sobre su vida, sus primeros acercamientos al arte, lo que piensa de la situación de su país natal, habla de la soledad y de su concierto en Atlapa.

Escuchar el nombre Guillermo Dávila (marzo 1955) es escuchar, con ritmo, “me pongo a pintarte y no lo consigo”. Es recordar las novelas venezolanas, el romance y las baladas. El artista visita el país para presentarse en Atlapa a beneficio de la Fundación Amigos del Niño con Leucemia y Cáncer (Fanlyc).

Conversa con este medio en un salón de un hotel de la ciudad. Viste jeans y un suéter de color verde acua que combina con sus ojos. Entra sonriendo, saludando y estrechando la mano a todos. Mientras el equipo multimedia prepara luces y cámaras, cuenta que tiene 18 años de vivir fuera de país natal; ahora reside en Florida, Estados Unidos. Habla de Venezuela y, a pesar de que asegura que no tiene ganas de tocar ese tema, más adelante lo hace.

¿Cómo fue la infancia de Guillermo Dávila?

Fue algo lleno de magia, de oro. De cosas preciosas, como todas las infancias de los seres humanos. Pero la mía la veo como una infancia especial, única, porque es la que conozco. Tanto así que estoy desarrollando un libro social, político, económico, cultural... toda una historia. No es una biografía; sin embargo, hablo un poco de mi infancia. Allí cuento sobre esos juegos de metras, el fútbol, el béisbol que disfrutaba cuando era niño, mis encuentros con artistas de distintos niveles, creativos y escritores como Chelique Sarabia.

¿Más actor o más cantautor?

¡Qué difícil! Cuando uno se levanta en el mundo del teatro, siempre está cerca tanto de la actuación como de la música. A mí se me apareció la Virgen porque podía hacer ambas cosas. Comencé en televisión, en telenovelas, pero luego surgió la música. Me pusieron a cantar el tema de una novela llamada Ligia Elena, que fue muy controversial en Venezuela y también pasó por muchos países de Latinoamérica.

Volvamos a la infancia: ¿cómo fueron esos primeros acercamientos con el arte?

Mi mamá fue quien propició ese contacto con el arte. Y mi papá era más directo, el mecánico, práctico. Mi mamá me impulsaba con ideas y mi papá me regaló mi primer caballete porque yo pintaba las paredes del baño. Mi mamá decía: ‘¡Está destrozando el baño!’. Entonces mi papá me compró un caballete y un lienzo. En esa época, ella puso a mi hermana en clases de piano y a mí me regaló un cuatro. Esa historia también aparece en el libro... hasta que terminó rompiendo el cuatro de tanto que la molesté (risas).

¿Fiel a cantarle al romance?

Siempre. El romance puede ser hacia una mujer, también puede ser hacia una historia, hacia una causa social o política sin caer en lo panfletario. Puede haber cosas con las que uno esté de acuerdo o no, pero siempre con amor, siempre romántico.

Iba a escoger una canción para que nos cuente la historia; pero prefiero que sea usted quien la elija y nos narre cómo nació.

Una muy especial nació luego de ver la película Los puentes de Madison. La historia era sencilla, un fotógrafo que retrataba puentes conoció a una mujer en un pueblo vacío por un festival. Él se enamoró y la invitó a irse con él, pero ella no lo hizo; él se quedó esperando bajo la lluvia. Años después, ya mayor, la mujer le cuenta esto a uno de sus hijos, quien se puso furioso. Ella le dice: ‘Ese amor tan bello que no lo pude realizar y este zagaletón me viene a regañar. Nunca fui infiel, ni en pensamiento’. Eso me conmovió tanto que la historia de ese fotógrafo, ya fallecido, que seguía amándola desde otro plano.

¿Cómo se llama la canción?

Día de pasión. Es una canción preciosa y una de las que me gusta. El estribillo dice: [canta] ‘me siento vivo cuando estoy con tu recuerdo’.

Hay una confusión sobre su canción ‘Solo pienso en ti’, que muchos la llaman ‘Me pongo a pintarte’. ¿Qué pasó? ¿Le cambiamos el nombre?

Le cambiaron el nombre sin querer. El público la bautizó así porque ese verso quedó grabado en su memoria: [canta] ‘me pongo a pintarte y no lo consigo’. Era muy fácil de recordar. Aunque el nombre real es Solo pienso en ti, eso le quedó al público.

Grabado.

Perfectamente.

Usted tiene 18 años de vivir fuera de Venezuela. ¿Cómo ve hoy la situación y cuál sería su Venezuela soñada?

Me gustaría que Venezuela recuperara los principios y valores de cuando yo era niño. No era perfecta, claro que no, ningún país lo es. Aunque en aquel tiempo había diferencias y existía la sinvergüenzura, la corrupción; era un país feliz. Hoy, unos dicen que el país es de ellos, otros que se los han robado. Déjenme decirles que no es ni de uno ni de otros; es de todos nosotros.

Cuéntenos cómo es un día en su vida.

A veces me despierto con el iPad en el pecho porque me quedé dormido corrigiendo el libro. Lo primero es ir al baño, luego me lavo la cara y me preparo un café... ahora sin cafeína. No es tan sabroso como el de antes, pero me da tranquilidad. Tomo mucho café cuando estoy componiendo, escribiendo o preparando un concierto. Aunque no lo parezca, mi día puede ser muy delicado. La soledad es fuerte. Vivo solo, y mi contacto es más con mi equipo de trabajo. A veces, amistades de Venezuela me escriben por internet: ‘Siglos sin saber de ti’. La nostalgia pega duro. Aun así, agradezco estar aquí y seguir un tiempito más.

Sobre el concierto a beneficio de Fanlyc

El concierto será el 24, en Las Islas de Atlapa. Es por una causa noble, quiero agradecer a quienes ya compraron entradas o lo van a hacer, porque quieren ayudar a estos niños maravillosos. Yo disfrutaré muchísimo de su presencia.

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