Huecos, baches o alcantarillas sin tapa ponen en riesgo a los conductores que transitan por las deterioradas carreteras de Panamá, bajo lupa con una nueva...
- 16/03/2013 01:00
PANAMÁ. Tener un perro o un gato como mascota es muy común, sin embargo, para algunas personas tener en el patio de la casa un animal exótico como: un reptil, una rana venenosa o un cimpansé, es inusual. Esta es una tendencia que se ha vuelto notoria y los expertos advierten que la demanda puede empujar a algunas especies a la extinción. Para luchar contra esta moda, los 178 países miembros de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) intensificaron la protección de decenas de especies de tortugas, entre ellas la estrellada de Birmania. Ronald Orenstein, consultante para la ONG Humane Society International, señala que ‘hay más de 300 especies de tortugas’ y ‘los coleccionistas quieren poseer todas las especies’. ‘Ese tipo de personas no busca sólo una mascota, busca coleccionarlas, como un coleccionista de estampillas, y están dispuestos a pagar un precio alto’, explica el zoólogo a la AFP.
Una tortuga de cuello largo de McCord puede costar hasta $2 mil, afirma. Además, esta tendencia no parece invertirse, ya que la escasez incentiva al coleccionista. Así que, ‘al ser rara, una especie se hace aún más rara’.
Para responder a esta demanda, según los especialistas, los traficantes utilizan granjas que les permiten exportar animales robados de sus hábitats con el sello ‘criados en cautiverio’.
Pero las tortugas no son las únicas víctimas de estos traficantes. Arañas, serpientes, escorpiones, escarabajos, aves diversas, felinos... Todo es válido. ‘La demanda de animales salvajes como mascotas aumenta, y afecta a más especies que nunca’, denuncia Chris Shepherd de la ONG Traffic.
‘Vemos a casuarios, que son aves naturales de Australia y Nueva Guinea de 1,50 metros de altura, que pueden dar patadas y matar a una persona. Vemos también serpientes venenosas del mundo entero. (...) No entiendo el deseo de poseer un animal que puede matar’, indica Shepherd. Algunos piensan que tener un leopardo o una lagartija asiática es menos reprensible que matar a un rinoceronte por su cuerno, lo cual indigna a los defensores del medio ambiente.
‘Cuando uno saca a un animal amenazado de extinción de su hábitat natural, ya sea para matarlo o para ponerlo en jaula, el resultado es el mismo desde el punto de vista de la conservación (de la especie)’, afirma Shepherd. Además, un animal en una tienda o donde un particular, representa otros diez muertos durante la captura o el transporte, ya sean reptiles o chimpancés, según los expertos.
‘Cientos de monos’, cuyo comercio está prohibido, entran cada año en el mercado. ‘Esto significa que miles de parientes mueren’, destaca Ian Redmond, fundador del Proyecto para la Supervivencia de los Grandes Simios (GRASP), bajo la égida de la ONU.